La historia de los refugiados sirios, contada por ellos mismos
Al llegar encontraron la frialdad de la burocracia asociada a su condici¨®n. Pero tambi¨¦n un nuevo futuro. Este es el testimonio de personas que huyeron de conflictos que desangran Oriente Pr¨®ximo para rehacer su vida en suelo europeo. Lo cuenta una de ellas, periodista.
1. Una casa en la ciudad de los colores
Ni siquiera tengo la capacidad de recordar mis pesadillas¡ Mi historia empez¨® aqu¨ª, en este lugar elegante, ordenado, coloreado con profesionalidad. Cada detalle est¨¢ dibujado, incluidos los itinerarios de las gentes¡ ¡°Las ciudades tienen sus energ¨ªas y, si te llegan, ser¨¢n tuyas¡±. Esto es lo que me repet¨ªa a m¨ª misma en el momento de mi llegada a Dinamarca. Tom¨¦ un respiro hondo, haci¨¦ndome creer el estado de relajaci¨®n de quien encuentra su lugar. Defendiendo una elecci¨®n arbitraria que se basaba en la intuici¨®n infinita lejos de cualquier pensamiento racional. Eso es lo que me desconcierta cuando la gente me pregunta: ¡°?Por qu¨¦ elegiste Dinamarca?¡±. Miro fijamente a los edificios intentando crear una intimidad entre nosotros. Preguntaba a estos ciudadanos y recog¨ªa agradecida sus sonrisas. ¡°?Qu¨¦ amables son!¡±. Pero no me di cuenta de que estas sonrisas solo estaban dibujadas en sus labios y no permanec¨ªan ni en sus corazones ni en sus ojos. Son parecidas a una imitaci¨®n que conlleva la cortes¨ªa. Una sonrisa que enga?a a la gente como yo, de los pa¨ªses calurosos, como si fuera una se?al de apertura de puertas mientras que detr¨¢s de ellas aqu¨ª permanece una puerta cerrada.
Entr¨¦ en la comisar¨ªa con mis dos ni?os para anunciar que me hab¨ªa convertido en una refugiada. Mis manos estaban temblando al entregar nuestros documentos, inform¨¢ndoles que soy de Siria. Con mucha frialdad, me pidieron ponerme en pie donde se acumulaban algunas personas agotadas de un viaje de la muerte por tierra y mar. Estaban esperando acumular a un n¨²mero suficiente para trasladarnos al centro de inmigrantes. El silencio pesaba sobre todos nosotros, excepto mis dos hijos. No pod¨ªan esconder su confusi¨®n y sus miedos. ¡°?Qu¨¦ es lo que va a pasar ahora? ?Ad¨®nde nos van a llevar?¡±. Y muchas m¨¢s preguntas sin respuestas. No ten¨ªa el sentimiento de alguien que acaba de llegar a salvo. Al rev¨¦s, ve¨ªa que mi fuerza se derramaba y se retiraba de mi cuerpo. Y un miedo cuyos motivos no entend¨ªa. No estaba en manos de los traficantes. Ni en el mar. Ni en los aeropuertos con falsas documentaciones. No estaba escapando del servicio de inteligencia, ni de los informadores. Abrazaba a mis ni?os con el anhelo de extraer un poco de fuerza. Llegamos al centro de inmigraci¨®n, donde nos informaron que era solo una parada para coger nuestras huellas y darnos ¡°el n¨²mero¡±. El n¨²mero que permanece conmigo hasta hoy: ID number. No pude hablar, solamente pude llorar en silencio. Me pidieron secar mis l¨¢grimas ante el aparato para sacarme una foto que permanece como testigo de aquel d¨ªa en la Tarjeta de Residencia Temporal.
Despu¨¦s nos llevaron al campamento, cuyos responsables parec¨ªan acostumbrados a la presencia de refugiados. Y a tratarnos con mucha frialdad, olvidando que no tengo la costumbre de ser una refugiada. El miedo de aquel d¨ªa sigue grabado en nuestra memoria. Repet¨ªa a mis ni?os, y a m¨ª misma: ¡°Es una etapa temporal y luego recuperaremos nuestra vida¡±. No sab¨ªa que siempre ser¨ªamos temporales. Mis hijos dejaron de preguntar, a modo de resignaci¨®n. No hemos hablado hasta hoy de aquella ¨¦poca. Todos escondimos nuestro trauma y nuestra p¨¦rdida. Me entretengo en limpiar la habitaci¨®n varias veces al d¨ªa. Ellos intentan recuperar su infancia jugando de nuevo. Toda esta indiferencia no evit¨® la subida de fiebre de mis dos ni?os. Ni su delirio. Ni sus lloros y pesadillas. A?orar a los amigos, a los familiares y a todo detalle que dejaron atr¨¢s. Y el miedo a una nueva p¨¦rdida. Se pon¨ªan a perseguirme hasta en el ba?o, a sollozar cuando me ausentaba. Todo lo que pude darles fue un abrazo al final de la noche. El miedo los envolv¨ªa. Cre¨ªa que aqu¨ª iba a conseguir la libertad y liberarlos de cualquier miedo. El miedo de la guerra, de la muerte y de la destrucci¨®n. El miedo de hablar, de susurrar, de bailar y de cantar, el miedo del amor y del sexo, el miedo de ser t¨² mismo.
Todos creen, como cre¨ªa yo, que el campamento es una zona segura temporal, un tr¨¢nsito. Un periodo que antecede a una nueva vida deseada, envuelta por el miedo y la preocupaci¨®n de rechazar el asilo o por cualquier informaci¨®n sobre una vida anterior que puede llevar a la expulsi¨®n. Empec¨¦ a vivir dos vidas totalmente separadas: una dentro de Siria, que la llevo dentro de m¨ª, y otra en las calles de Dinamarca. Mi sentimiento de ser extranjera lo puedo entender hoy despu¨¦s de cuatro a?os. Los amigos, los lugares, los olores y los amantes necesitan mucho tiempo para construir y acumular una nueva memoria que alimenta los detalles. Mientras tanto, y despu¨¦s de sufrimientos, luchas y aceptar los cambios, me descubr¨ª de nuevo a m¨ª misma en otras condiciones. Hoy tengo nuevos recuerdos, amigos y lugares, risas, alborotos y retos¡ Las risas de mis dos ni?os cada d¨ªa agrandan mi coraz¨®n. En ¨¦l ya caben otros pa¨ªses y nuevos amigos que hicieron de m¨ª una parte de esta ciudad de los colores.
2. Odisea hacia la resurrecci¨®n
¡°El hombre empez¨® a gritar por la intensidad del miedo. El espanto rezumaba en los ojos de las mujeres aferradas a sus hijos. La respiraci¨®n de los j¨®venes se cort¨® cuando la polic¨ªa par¨® el autob¨²s al que hab¨ªamos subido 77 personas a la espera de decidir su destino despu¨¦s de todo lo sufrido. Era el grito de un desesperado que pide auxilio. ¡®?Siria, Siria!¡¯. Nuestros ojos enfocaban hacia la cara de la agente de polic¨ªa que sonre¨ªa d¨¢ndonos la bienvenida: ¡®Bienvenidos a Suecia¡¯. Bienvenidos a Suecia. Nunca olvidar¨¦ esta escena en mi vida¡±.?C¨®mo va a olvidar Jihad el momento de la resurrecci¨®n despu¨¦s del viaje para llegar a Europa y refugiarse en ella? ?C¨®mo va a actuar con su sufrimiento del trastorno por estr¨¦s postraum¨¢tico y la acumulaci¨®n de im¨¢genes en su memoria? Im¨¢genes de la guerra, de la destrucci¨®n, de la sangre. Im¨¢genes de los que se ahogaron en el mar buscando la salvaci¨®n. Im¨¢genes del miedo que permaneci¨® con ¨¦l durante su viaje de Siria a Egipto, a Italia¡ Hasta llegar, al fin, a Suecia.
¡°Pasamos seis d¨ªas en el mar, el barco que sali¨® a buscarnos se hundi¨® y el que se fue despu¨¦s de nosotros se hundi¨® tambi¨¦n¡±, recuerda Jihad. ¡°Intent¨¢bamos cantar todo el tiempo para olvidar que en cualquier momento nuestro barco pod¨ªa volcar¡±.
La esperanza no era su motivo para cantar, sino el espanto y el ignorar la muerte. Se trataba de un canto de oraci¨®n de otro tipo. El apego a la vida. O quiz¨¢ un medio para olvidar el lugar y el tiempo, e intentar encontrar cualquier acto que apoya y da fuerza durante la odisea en aquel barco de caucho en medio del mar y de lo desconocido. Jihad se escap¨® hacia Egipto con sus dos hermanos peque?os. Surcaron el mar en barco durante un viaje muy arriesgado que dur¨® varios d¨ªas en el Mediterr¨¢neo desde Alejandr¨ªa hasta R¨ªmini, en Italia, despu¨¦s de ser rescatados por un barco de la OTAN.
Cuando los refugiados llegan a sitios seguros, la mayor¨ªa de sus expectativas quedan frustradas. Algunos se resignan a la prisi¨®n de la memoria y el sufrimiento de la p¨¦rdida y de la nostalgia. Conciben los pa¨ªses de refugio como una estaci¨®n de tr¨¢nsito, una vida temporal. En lo provisional, prevalece la resignaci¨®n y la falta de actuaci¨®n, cierta inmovilidad en el lugar. As¨ª se convierten en v¨ªctimas de la espera, temiendo perder su identidad y fusionarse en la sociedad de alrededor. Entonces se encierran en s¨ª mismos. Y hacen que quienes est¨¢n a su alrededor cierren la puerta en la cara.
La experiencia de Jihad hab¨ªa sido totalmente diferente. La salvaci¨®n fue su est¨ªmulo para empezar una nueva vida desde cero, una oportunidad para crear una nueva existencia. Por eso la llam¨® ¡°la resurrecci¨®n¡±. Algo nada f¨¢cil en un pa¨ªs totalmente extra?o para ¨¦l, diferente por su idioma, su civilizaci¨®n y su cultura tan lejana de la cultura de la sociedad de Jihad y de su entorno. Tuvo que aprender. Empezando por el idioma y siguiendo por las costumbres, las tradiciones, las maneras y los m¨¦todos de vivir. Entabl¨® amistades y una red de relaciones que le ayudaron a integrarse, lo que le cre¨® oportunidades de trabajo con la Cruz Roja sueca. Aquello le hizo sentir que formaba parte de esta sociedad que le dio la bienvenida.
¡°Desde que empec¨¦ a trabajar con la Cruz Roja nacional, me fui sintiendo poco a poco parte de la sociedad sueca. Especialmente porque ese empleo permite hacer de puente entre los nuevos llegados a Suecia y las personas locales. Esto me ayud¨® a empezar a sentir estabilidad. Y a sentir que estoy ayudando. Y que ya no tengo que recibir ayuda¡±.
Lo que hace Jihad es muy importante para crear lazos y tender puentes. Dar y tomar le produjo un equilibrio y una tranquilidad interiores. No quiere convertirse en una fuente de pena ni ejercer como solicitante de ayuda. Quiere relaciones y amistades reales y directas. Cree que ha podido recuperar su vida. Primero, por su esfuerzo. Y tambi¨¦n est¨¢ orgulloso de haber ayudado a amigos que le hab¨ªan echado una mano. A pesar de todo, permanece totalmente consciente de su dolor. Y de su p¨¦rdida. Y de sus recuerdos. Pensamientos del pasado que convirtieron su presente en algo m¨¢s cruel y m¨¢s pesado. Pero finalmente eligi¨® vivir. Una vida despu¨¦s de la experiencia de una odisea en la que hab¨ªa tenido que cantar para ahuyentar a la muerte y luchar contra ella. Una vida que lleg¨®, una vez m¨¢s, despu¨¦s de resucitar de nuevo.
3. Luna de miel entre proyectiles y morteros
¡°?Duermes con el hiyab [pa?uelo que cubre la cabeza, c¨®digo de vestimenta musulm¨¢n] puesto? ?Ba?¨¢ndote¡ lo dejas sobre tu cabeza o te lavas el pelo?¡¯. No sab¨ªan nada de nuestras sociedades ni de nuestras vidas y ni siquiera de nuestro pa¨ªs. Para ellos ¨¦ramos unos alien¨ªgenas que vinieron de otro planeta. Esto es lo que me ha sorprendido¡±.Afrae, la primera mujer musulmana con velo en la ciudad alemana de G?rlitz (al este de Alemania), se enfrent¨®, junto con su marido, Hossam, al sufrimiento de empezar de nuevo en una sociedad que desconocen y que les desconoce. M¨¢s bien ten¨ªa una imagen t¨®pica y preconcebida de los refugiados en general y de los musulmanes en particular. ¡°El hecho de que no te acepten los dem¨¢s y que se comporten contigo con racismo hace que la vida sea m¨¢s dif¨ªcil y m¨¢s pesada. A pesar de que exist¨ªa una minor¨ªa que acept¨® nuestra presencia, el racismo no solo me alcanz¨® a m¨ª y a mi marido, sino tambi¨¦n a mi ni?o, Majed, que ha sido v¨ªctima de este vil comportamiento en alguna guarder¨ªa¡±.
A causa de la burocracia, el matrimonio estuvo obligado a esperar a?os hasta homologar el t¨ªtulo de ?Hossam en Farmacia para equipararlo a los criterios alemanes. Pero lo m¨¢s complicado es entrenar el alma, ya que irse de Siria no era una opci¨®n, sino una obligaci¨®n. ¡°Nunca quisimos dejar Siria y nunca pens¨¢bamos venir a Europa. Prefer¨ªamos ir a un pa¨ªs ¨¢rabe, donde se habla nuestro idioma y conocen nuestra cultura, donde podemos trabajar f¨¢cilmente con nuestros diplomas universitarios¡ Pero ninguno nos dio la bienvenida. Solo Alemania acept¨® hospedarnos¡±.
Su historia empez¨® cuando eligieron aferrarse a la felicidad, a la vida y al matrimonio a pesar de la guerra, del ruido de las bombas, de la muerte y de la destrucci¨®n¡ Prepararon una casa bonita y c¨¢lida para cumplir su ansiado sue?o en un barrio de Damasco. ¡°Nuestra luna de miel transcurri¨® entre tanques y proyectiles de morteros¡±. Lo dice Afrae sonriendo con tristeza, como si estuviera recuperando aquellos momentos. La guerra y el violento combate entre el Ej¨¦rcito del r¨¦gimen y los combatientes opositores en aquel barrio les obligaron a irse solo tres meses despu¨¦s de casarse. En julio de 2012 viajaron a L¨ªbano. All¨ª vive la hermana de Afrae y el resto de su familia. Hossam empez¨® a buscar trabajo all¨ª, pero la seguridad y la estabilidad eran una quimera. Encontr¨® un trabajo, alquil¨® una casa y empez¨® a construir una vida provisional. En el mes de diciembre de 2012, la esperanza y la alegr¨ªa entraron en la vida de Hossam y Afrae con el nacimiento de Majed. No pudieron inscribirlo en el registro civil de Siria, lo que les oblig¨® a dar sus nombres a la Alta Delegaci¨®n para los Refugiados con el fin de proteger el derecho de su hijo.
Cuando les lleg¨® la aceptaci¨®n al derecho de asilo en Alemania dudaron. ¡°Tuvimos muchos sentimientos mezclados entre el miedo a lo desconocido y empezar una nueva vida cuyos detalles ignoramos por completo. Lo positivo y lo negativo, los desaf¨ªos y las dificultades¡ y la alegr¨ªa por una tierra segura donde ver¨ªamos a Majed realizando sus sue?os¡±. Para Hossam y Afrae, todos los sitios en Alemania eran iguales. No manten¨ªan relaciones all¨ª. Ni ra¨ªces, ni familia, ni amigos. No fue dif¨ªcil aceptar la propuesta de la ciudad de G?rlitz, que adolec¨ªa de carencia de farmac¨¦uticos. Hoy, despu¨¦s de cuatro a?os de esfuerzo, de cansancio y de sufrimiento para adaptarse e intentar que los dem¨¢s acepten tu diferencia y de volver a trabajar en lo que conocen, se empez¨® a crear una relaci¨®n entre el matrimonio y el lugar con algo de armon¨ªa. Majed iba dando forma aqu¨ª poco a poco al sue?o de toda la familia. Hossam, el padre, dice ahora: ¡°Hoy considero Alemania mi casa, la tierra que me hosped¨® sin conocerme, mientras que hay muchas otras patrias que me conocen pero me rechazaron¡±.
Pero as¨ª expresa Hossam su sufrimiento: ¡°Permaneces siempre siendo un refugiado¡±. Como si fuera una deshonra o un clich¨¦ hacia los dem¨¢s para poner a estas personas bajo vigilancia permanente. ¡°?Nos temen a nosotros, que buscamos la paz! Cuando nos equivocamos, nos llaman refugiados, y si somos ejemplares, nos llaman buenos refugiados. Y ?qui¨¦n puede aguantar esta presi¨®n y fingir ser ejemplar en cada acto?¡±.
Y queda otra cuesti¨®n pendiente: ?existe la posibilidad de que se juzgue un d¨ªa a estas personas como a cualquier ser humano que comete errores y acierta sin fijarse en su color ni en su etnia, ni en su religi¨®n, ni en su pa¨ªs? ?Igual que cualquier alem¨¢n, franc¨¦s, dan¨¦s, espa?ol u holand¨¦s que tienen buen comportamiento o cometen errores? ?Existe la posibilidad de que un d¨ªa se cambie la palabra ¡°refugiado¡± por ¡°humano¡±??
Los v¨ªdeos de este reportaje pertenecen al documental 'Rebuilding, life, love, memories', de Carole Alfarah.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.