Por las dudas
Se da todos los d¨ªas, todo el d¨ªa: alguien no recuerda algo y, en lugar de pensar, buscar, relacionarlo, manotea su tel¨¦fono y guglea. Se nos ha vuelto un tic.
DE LOS CUATRO, cinco manoteamos los m¨®viles que ten¨ªamos sobre la mesa, muy cerca de las manos, pero ella nos mir¨® con sorna: nos congel¨® con la mirada. No hay muchas cosas que ciertas miradas sepan hacer mejor que congelar.
La cena hab¨ªa sido casi op¨ªpara ¡ªembutidos, fritos, chacinados, las carnes castellanas, sus hidratos, memorias, sus alcoholes¡ª y la discusi¨®n se manten¨ªa dentro de los c¨¢nones corrientes: el Gobierno, esta serie dist¨®pica, las novelas que bueno, Greta, Meghan ¡ªpero poco¡ª, el extremo peligro de la extrema derecha, medio viaje, las m¨²sicas que no. Entonces, desde qui¨¦n sabe d¨®nde, Jose cay¨® en lo que hab¨ªamos evitado ¡ª¡°conciertos eran esos¡±, o algo as¨ª¡ª y record¨®, la voz casi gangosa, aquella noche extraordinaria en un estadio del que ahora quedan unas ruinas junto a un r¨ªo donde, bajo una tormenta que ca¨ªa y no ca¨ªa, aquellos hombres Rolling Stones rodaban en Madrid por la primera vez, y fue una marca.
¡ªS¨ª, claro, s¨ª, claro, c¨®mo no lo voy a recordar, si fue justo cuando naci¨® Rodrigo. Junio, julio del 83.
Dijo Ram¨®n y enseguida Julita:
¡ªPero no, qu¨¦ dices. Fue un a?o antes por lo menos. O dos.
¡ªNo puede ser, si ya estaba Felipe. Fue al estadio, esa noche, Felipe, estaba all¨ª.
Insist¨ªa Ram¨®n, y la porf¨ªa amenaz¨® con empezar:
¡ª?Felipe, qu¨¦ Felipe?
¡ª??C¨®mo que qu¨¦ Felipe?, co?o!
O, en realidad, con terminar: cuatro manos lanz¨¢ndose a los m¨®viles. Fue entonces cuando Maril¨² nos congel¨® con la mirada:
¡ª?No tocarlos! ?Y si hablamos, pensamos? ?Si pensamos?
Decidimos jugar el juego: hubo argumentos, hubo risas, hubo incluso alg¨²n taco menor: que si Rodrigo naci¨® el a?o anterior, que si Felipe tal, que si Mick cual, que por qu¨¦ con el franquismo no, que el sentido de que entonces s¨ª, que si de verdad pod¨ªamos no acordarnos, que si tal o si mal o quiz¨¢. Y a nadie le importa ¡ªcada vez me importan m¨¢s esas cosas que no importan¡ª pero fue un placer extremo recuperar la posibilidad de la duda: de la busca.
Es un fen¨®meno nuevo ¡ªaunque ya nos parezca casi viejo¡ª: la tercerizaci¨®n de la memoria y la entrega a esa memoria tercerizada, externa. Se da todos los d¨ªas, todo el d¨ªa: alguien no recuerda algo y, en lugar de pensar, buscar, relacionarlo, manotea su tel¨¦fono y guglea, wikipedea. En solitario quiz¨¢ se pueda defender ¡ªy no lo creo¡ª; en com¨²n, lo que hace es cortar esa fant¨¢stica posibilidad del hallazgo, de la deriva que toda duda ofrece.
Se nos ha vuelto un tic, una salida f¨¢cil. Hace de cualquier situaci¨®n un tr¨¢mite: le adjudicamos a esa acumulaci¨®n externa la verdad, y lo que toca hacer es consultarla y usarla como sello de oficina. Hay, por supuesto, situaciones en que la precisi¨®n es necesaria; est¨¢ lleno de otras en que no. La duda te lleva adonde no sab¨ªas; la comprobaci¨®n, a ning¨²n lado. Si acaso, a la extrema tonter¨ªa del triunfo:
¡ª?Ves? Yo ten¨ªa raz¨®n.
¡ªS¨ª, qu¨¦ bueno, t¨² ten¨ªas raz¨®n.
No lo hicimos. Maril¨² pidi¨® otra ronda de chupitos y nos sonri¨® ¡ª?debo decirlo¡ª casi altiva. A esa altura ya abund¨¢bamos en refriegas de nuestros veinte y treinta, historias de esos a?os en que aquellos Stones ¡ª?83, 84?¡ª llegaron a Madrid. Y entonces levant¨¦ mi copa ¡ªmi copita¡ª y declar¨¦, solemne, que si fuera una greta propondr¨ªa una moratoria inmediata de wikis y gugles y otras verdades m¨®viles. Pero soy solo un se?or pelado y viejo y rezong¨®n; lo har¨¦, si puedo, por un tiempo, y a ver c¨®mo me va.
Fue justo cuando record¨¦ a uno que dijo ¡ª?qui¨¦n ser¨ªa?¡ª que pensaba luego exist¨ªa y lo dec¨ªa, seguramente, para decir dudaba: pensar es dudar, es preguntarse, saber equivocarse, querer equivocarse. Recuperar el derecho a la duda. Existir. Encontrar las maneras, o si acaso. ?Perderse, co?o, que encontrar es f¨¢cil!
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