La ¡°capit¨¢n¡± que se enfrent¨® a Salvini y vive donde se pose su mochila
Carola Rackete se enfrent¨® al exdirigente italiano en la crisis de los refugiados y ahora su lucha es contra el crecimiento econ¨®mico
Cuando le consultan a Carola Rackete si le interesa dar una entrevista, responde, seca: ¡°El mundo no necesita otro h¨¦roe blanco¡±. Ella no utiliza la palabra ¡°hero¨ªna¡±, al igual que prefiere que la llamen ¡°capit¨¢n¡± en lugar de ¡°capitana¡± cuando comanda un barco. Argumenta que su condici¨®n de mujer es lo bastante evidente como para necesitar retorcer las palabras en femenino. A bordo del Arctic Sunrise, de la organizaci¨®n Greenpeace, Rackete recorre la Ant¨¢rtida como parte de la tripulaci¨®n. Sabe que el estruendo de los glaciares rompi¨¦ndose, varias veces al d¨ªa, es la banda sonora de un planeta en colapso clim¨¢tico. La Ant¨¢rtida se derrite. Para enfrentar el sobrecalentamiento, convoca a la comunidad global a conjugar el verbo desobedecer. Y vive lo que predica: Rackete es una desobediente.
Por desobedecer, en 2019 se hizo conocida en todo el planeta. El 12 de junio, capitaneaba el barco humanitario Sea-Watch 3 cuando encontraron un bote a la deriva en el Mediterr¨¢neo lleno de personas que hu¨ªan de la violencia en Libia. Rackete desobedeci¨®. En lugar de devolverlas al pa¨ªs del que hab¨ªan huido, como exigi¨® la guardia costera, las acogi¨® a bordo. Afirm¨® que Libia no era un lugar seguro para supervivientes. Con su barco cargado de refugiados, muchos de ellos bordados por las torturas, intent¨® atracar en la isla italiana de Lampedusa. El entonces ministro del Interior, el ultraderechista Matteo Salvini, se lo impidi¨®. Mientras ella esperaba una soluci¨®n siempre pospuesta, la salud de los pasajeros se deterioraba. El 29 de junio, Rackete volvi¨® a desobedecer: atrac¨® sin autorizaci¨®n en el puerto de Lampedusa con su barco de desesperados. Y la arrestaron.
Es vegana. Lleva siempre un Kindle y no ve pel¨ªculas ni series, lee
Rackete no habla italiano, pero s¨ª alem¨¢n, castellano, ingl¨¦s, ruso y franc¨¦s. M¨¢s que alemana, prefiere identificarse como ¡°europea¡±, una declaraci¨®n que se vuelve m¨¢s significativa despu¨¦s del Brexit. Creci¨® en un pueblo de los alrededores de Celle, en la Baja Sajonia, y de adolescente su principal actividad, adem¨¢s de estudiar y dormir, era jugar a World of Warcraft en el ordenador. Su padre es un ingeniero el¨¦ctrico que lleg¨® a trabajar en la industria armament¨ªstica y su madre es contable. No hubo un despertar m¨¢gico al sobrecalentamiento del planeta. Fue, como define ella, ¡°un viaje¡±. Al trabajar en barcos que hacen expediciones cient¨ªficas, escuchaba a los investigadores, presenciaba los efectos del cambio clim¨¢tico y ve¨ªa aumentar sus ganas de aprender. Tras graduarse en Ciencias N¨¢uticas, hizo un m¨¢ster en Conservaci¨®n Ambiental.
Hace ocho a?os que no tiene domicilio. Va de proyecto en proyecto, muchos voluntarios. Si se ve obligada a vivir con dinero durante los intervalos, nunca gasta m¨¢s de 500 euros al mes. Lleva rastas porque en los oc¨¦anos hace mucho viento y prefiere no perder tiempo arregl¨¢ndose el pelo. En su horizonte no hay hijos ni matrimonio. Sus seres queridos son una comunidad formada por amigos esparcidos por todo el planeta. Es vegana, aunque acepta el men¨² vegetariano si no hay otra opci¨®n. La casa de Rackete est¨¢ all¨ª donde posa su mochila, en la que lleva una tienda de campa?a, un saco de dormir, media docena de prendas, dos pares de zapatos, 10 bragas, el ordenador y un Kindle con unos 100 libros. Rackete no ve pel¨ªculas y series. Lee.
Ataca el dogma del crecimiento econ¨®mico. Ante al colapso del planeta, dice, peor ser¨ªa obedecer
El verano pasado, la jueza italiana que la liber¨® afirm¨® que Rackete hab¨ªa cumplido su deber de salvar a las personas a bordo. Pero Rackete todav¨ªa tiene dos cargos pendientes en Italia y su futuro es incierto. ?C¨®mo moverse en un mundo donde arrestan a las personas por salvar vidas? ?Donde las autoridades de pa¨ªses llamados democr¨¢ticos criminalizan el rescate humanitario calific¨¢ndolo de tr¨¢fico de personas o est¨ªmulo a la inmigraci¨®n ilegal? La respuesta de Rackete es vivir seg¨²n sus propias reglas, lo que significa ¡°confrontar el sistema directamente¡±: luchar por el bienestar colectivo en lugar del individual, cooperar en lugar de competir, cuidar al otro en lugar de protegerse de ¨¦l.
A los 31 a?os, ella representa un nuevo tipo de humano surgido en los bordes de la guerra clim¨¢tica. A diferencia de rebeldes de otros momentos hist¨®ricos, no se mueve por esperanza, sino por lo que llama ¡°imperativo humanitario¡±. Su l¨®gica no es la de vencer, sino la de luchar. No sola y s¨ª al lado de todos los que est¨¢n dispuestos a crear una sociedad capaz de vivir sin dejar el planeta exhausto. ¡°La Tierra no se ha agotado porque haya demasiada gente, sino porque una minor¨ªa ha consumido la mayor¨ªa de los recursos¡±, dice. En su primer libro, Es hora de actuar (Paid¨®s), se posiciona al lado de los pensadores que atacan el dogma del crecimiento econ¨®mico: no se puede crecer m¨¢s, hay que distribuir las riquezas que existen de forma equitativa.
Mientras recorre la Ant¨¢rtida, la geograf¨ªa donde pasa m¨¢s meses al a?o, Rackete se dedica a pensar en c¨®mo enfrentar el sistema econ¨®mico. El futuro podr¨¢ ser muy dif¨ªcil desde el punto de vista clim¨¢tico, pero existe la oportunidad de crear una sociedad m¨¢s justa. R¨¢pidamente, porque no hay tiempo. Esta capit¨¢n ya tiene un rumbo: ¡°El problema no es la desobediencia civil, sino la obediencia¡±. Es hora de actuar. Y actuar, dice, es desobedecer.
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