?Por qu¨¦ los poderes religiosos y pol¨ªticos temen tanto a la sexualidad?
Exigir en el siglo XXI que las chicas brasile?as abracen la castidad por miedo a quedar embarazadas antes de tiempo es ignorar la fisiolog¨ªa y la naturaleza
En Brasil, mientras el presidente Bolsonaro mezcla en sus discursos Dios, sexo y poder, su ministra de la Mujer, Damares Alves, clama a favor de la castidad de los j¨®venes. ?Por qu¨¦ ser¨¢ que el poder religioso y el poder pol¨ªtico temen tanto el ejercicio libre de la sexualidad? Seg¨²n antrop¨®logos y psic¨®logos se debe a que nadie es m¨¢s dif¨ªcil de dominar por el poder que una mujer o un hombre feliz. Y es la sexualidad, ejercida sin tab¨²es y miedo, una de las mayores fuentes de felicidad.
Mientras los dioses antiguos del paganismo eran m¨¢s liberales con el sexo, a partir de la llegada del monote¨ªsmo y, concretamente, el cristianismo influenciado por Pablo de Tarso, el ejercicio de la sexualidad con su fuerza de liberaci¨®n, empez¨® a ser considerada como pecado y la mujer como la tentaci¨®n del var¨®n. Para ello fue desempolvado el mito de Eva, que tent¨® al hombre haci¨¦ndole desobedecer a Dios.
Desde entonces, las iglesias cristianas se?alaron a la mujer como peligrosa para el var¨®n y hasta fue alejada de los misterios del culto de los que se adue?aron los hombres. Ellas quedaron relegadas de la jerarqu¨ªa de la Iglesia. Y en la vida, como sentenci¨® San Pablo, ¡°sometidas en todo al var¨®n¡±, hasta en el ejercicio de la sexualidad.
Todos los poderes, del religioso al pol¨ªtico, en la medida en que se hac¨ªan m¨¢s autoritarios y dictatoriales, fueron al¨¦rgicos a una sexualidad vivida en libertad. En el mundo pol¨ªtico esa tentaci¨®n de controlar la sexualidad de las personas, fue un pecado que tent¨® a la derecha como a la izquierda, as¨ª como el prejuicio para que la mujer llegase a tomar el poder.
Recuerdo aqu¨ª en Brasil, cuando Lula design¨® como candidata a la presidencia a su ministra Dilma Rousseff, a un amigo que le pregunt¨® por qu¨¦ hab¨ªa escogido a una mujer.¡°Porque ella es m¨¢s hombre que nosotros dos juntos¡±, respondi¨®. En el otro extremo, hoy Bolsonaro, adem¨¢s de su poco aprecio por la mujer y lo femenino, est¨¢ usando en sus discursos y conversaciones un lenguaje que degrada a la sexualidad. Desde el famoso v¨ªdeo con la escena del golden shower, del pasado carnaval, a sus ya famosas comparaciones de la pol¨ªtica con enamoramientos, est¨¢ banalizando la fuerza que el sexo ejerce en la vida humana. Y, al mismo tiempo, se adhiere a las consignas de su ministra la pastora evang¨¦lica Damares, que aboga por el ejercicio de la castidad entre las j¨®venes para no quedar embarazadas antes de la madurez.
Si la Iglesia una vez intentaba legislar hasta sobre la posici¨®n en que los matrimonios deb¨ªan ejercer el sexo solo para procrear, y llamaba ¡°partes sucias¡± a los ¨®rganos de la reproducci¨®n, hoy la presidencia de Bolsonaro nos tiene acostumbrados a hacer chacota sobre el tema, como la de paragonar sus relaciones con el Congreso con dos casados que, a veces, no se entienden, pero que ¡°acaban acost¨¢ndose juntos bajo las mismas s¨¢banas¡±. Y su forma de tratar el nombramiento de responsable de la cultura a la actriz Regina Duarte como ¡°su novia¡± y la de decir que como el ¡°acto a¨²n no ha sido consumado¡±, a¨²n puede dejarla fuera del poder.
Los mayores tiranos de la historia o tuvieron miedo del sexo o lo ridiculizaron, quiz¨¢ para exorcizarlo. Recuerdo cuando el general y dictador Franco decidi¨® que las mujeres no pod¨ªan ir a la playa con bikini, ya que ello iba contra la moralidad. Enseguida surgieron las bromas e iron¨ªas. A una chica extranjera que tomaba el sol en una playa se le acerc¨® un guardia civil y le dijo: ¡°Se?orita, usted no puede estar aqu¨ª con un traje de ba?o de dos piezas¡±. Y la joven le respondi¨® con humor: ¡°Entonces, se?or guardia, d¨ªgame si prefiere que me quite la parte de arriba o la de abajo¡±.
La Iglesia tambi¨¦n tuvo siempre miedo de la mujer, la eterna tentadora, y de sus pechos. Recuerdo que en un viaje del papa Pablo VI a Uganda, en el ?frica negra, al aterrizar el avi¨®n le esperaba un grupo de muchachas para hacer una danza ritual en su honor. En ?frica las mujeres suelen ir con los pechos descubiertos con toda naturalidad, pero los organizadores del viaje papal pensaron que no estaba bien que aquellas chicas se presentaran ante el Papa con los pechos descubiertos y les obligaron a ponerse un sost¨¦n. Cuando los fot¨®grafos se acercaban a ellas se tapaban avergonzadas con las manos no los pechos sino los sostenes.
Ese problema no resuelto del poder con el sexo se debe a que nada hay m¨¢s machista que ¨¦l. Y es esa una de las grandes batallas de la liberaci¨®n de la mujer llevada a cabo en este momento en el mundo. La mujer sabe que solo adquirir¨¢ el papel que le pertenece en la sociedad al igual que el hombre cuando el sexo deje de ser un tab¨² y ella deje de ser vista como objeto de tentaci¨®n y pecado. Nada m¨¢s miedo hoy a los poderes pol¨ªticos y religiosos que ese movimiento de liberaci¨®n de los g¨¦neros. Que la sexualidad es libre como el aire y el sol y nadie, ni el poder religioso ni el civil tienen derechos sobre dicha libertad. Los tab¨²s sobe el sexo fueron y siguen siendo creados por el poder masculino para someter a la mujer y a los que osen hacer uso de la libertad de g¨¦nero en el ejercicio de la sexualidad.
Exigir en el siglo XXI que las chicas brasile?as abracen la castidad por miedo a quedar embarazadas antes de tiempo es ignorar que la fisiolog¨ªa y la naturaleza han hecho que la mujer muy joven pueda ya procrear para asegurarse el derecho a la prole y que hoy, en el peor de los casos, existen sustitutivos a la castidad para evitar embarazos no deseados.
Un te¨®logo de la liberaci¨®n colombiano me comentaba una vez que es curioso que la Iglesia hab¨ªa creado el dogma de la Inmaculada Concepci¨®n para exaltar la castidad ya que, de ese modo, la virgen Mar¨ªa pudo quedar gr¨¢vida y tener a Jes¨²s por obra y gracia del Esp¨ªritu Santo sin necesitar hacer sexo. Y me comentaba: ¡°No cabe mayor desprecio por el ejercicio de la sexualidad, una de las fuerzas motoras de la humanidad sin la que ninguno de nosotros existir¨ªamos empezando por los Papas¡±.
Ese miedo ancestral de las iglesias a la sexualidad explica tambi¨¦n el sacerdocio celibatario obligatorio y las presiones contra el papa Francisco, el menos machista de los papas de la edad moderna, que no solo ha empezado a abrir en el s¨ªnodo sobre la Amazonia la posibilidad de sacerdotes casados, sino que ha llegado a decir que la Iglesia necesita con urgencia una ¡°nueva teolog¨ªa de la mujer¡±, que seria el ¨²ltimo gran tab¨² de la Iglesia, como lo es su alejamiento de la jerarqu¨ªa.
La guerra contra Francisco ya est¨¢ abierta. Desde las insinuaciones a que quiz¨¢ est¨¦ con c¨¢ncer de cerebro hasta que ha traicionado al papado por no querer llamarse Papa. Como los primeros cristianos, en efecto, prefiri¨® desde el primer d¨ªa llamar simplemente ¡°obispo de Roma¡± y hasta renunci¨® a los palacios vaticanos para vivir en la habitaci¨®n de una sencilla pensi¨®n para sacerdotes. Francisco es el primer Papa que no solo no ve a la mujer como enemiga y tentadora y al sexo como pecado sino como imprescindibles para que la Iglesia no se quede fuera de la historia.
?Cabe mayor herej¨ªa?
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