Cuando los cient¨ªficos adaptan la realidad a sus teor¨ªas
Fragmento del libro 'La naturaleza del tiempo', de Gustavo Romero, en el que realiza un cr¨ªtica de la crisis que atraviesa parte de la f¨ªsica te¨®rica
En diciembre de 2014, dos de los m¨¢s importantes cosm¨®logos del mundo, George Ellis y Joe Silk, publicaron en la revista Nature un art¨ªculo titulado Defend the Integrity of Physics. Se trataba de un art¨ªculo valiente donde expresaban su preocupaci¨®n porque muchos f¨ªsicos que trabajan en el ¨¢rea de la teor¨ªa de cuerdas est¨¢n abogando por un cambio en los criterios de evaluaci¨®n de las teor¨ªas cient¨ªficas. En particular, est¨¢n sosteniendo que criterios como la capacidad de realizar predicciones sobre el mundo real, o que una teor¨ªa deba ser confrontada con experimentos, deben ser abandonados y reemplazados por otros m¨¢s laxos, basados en consideraciones est¨¦ticas o de orden no emp¨ªrico, como ser el consenso de cierta comunidad. En una ¨¦poca en que la cosmolog¨ªa, una disciplina usualmente considerada como especulativa, ha entrado en una etapa de enorme precisi¨®n debido a la existencia de datos de alta calidad obtenidos por sat¨¦lites y telescopios, no sorprende que este clamor por la especulaci¨®n sin control experimental sea visto como un retroceso y una amenaza. M¨¢s a¨²n si consideramos que la ciencia, desde hace bastante tiempo, es objeto de permanentes ataques por parte de fil¨®sofos posmodernos, fundamentalistas religiosos y otros elementos fanatizados.
Desde que termin¨® la Segunda Guerra Mundial no se ha descubierto esencialmente una nueva f¨ªsica fundamental comparable a la hallada en la primera mitad del siglo XX
Los cient¨ªficos que sostienen que sus trabajos no se deben evaluar por el hecho de que predigan o no cosas contrastables, sino por su belleza interna y por consenso dentro de la comunidad donde esos trabajos han sido realizados, han tomado lo que en filosof¨ªa se llama una posici¨®n posmoderna: la ciencia es un discurso entre otros muchos que forman el?texto social. Para estos posmodernos, una teor¨ªa, considerada como discurso, es v¨¢lida si es aceptada por la comunidad que genera ese discurso. La sensaci¨®n que deja esta posici¨®n es que esa gente est¨¢ cuidando su trabajo y no busca una representaci¨®n lo m¨¢s verdadera posible de la realidad. De hecho, han abandonado el ideal de buscar la verdad, expresarse claramente y entender la realidad, que ha caracterizado a la actitud cient¨ªfica desde los tiempos de los fil¨®sofos presocr¨¢ticos y el nacimiento del pensamiento racional y cr¨ªtico. Si lo que est¨¢n produciendo no satisface los est¨¢ndares de lo que hasta hace poco se llamaba ciencia, este grupo de personas hace una gran presi¨®n para que se cambien los est¨¢ndares de evaluaci¨®n, en lugar de cambiar ellos y dirigirse hacia otro tema de investigaci¨®n que pueda permitir una salida al callej¨®n en el que se encuentran. Es una situaci¨®n muy grave porque, si esas tendencias llegan a predominar, pueden llevar al sistema cient¨ªfico a una enorme crisis, sobre todo en una ¨¦poca en la que otras ¨¢reas de la ciencia est¨¢n creciendo mucho y con grandes aportaciones.
Los avances recientes en neurociencias, por ejemplo, son asombrosos. En los ¨²ltimos 20 a?os, toda la experimentaci¨®n sobre el cerebro ha revolucionado el conocimiento que tenemos acerca de c¨®mo funcionan las capacidades cognitivas del ser humano. Propagar en esas disciplinas j¨®venes los criterios antiemp¨ªricos y antiexperimentales que promueven algunos f¨ªsicos de cuerdas puede generar una situaci¨®n que detenga el crecimiento de esas disciplinas que se hallan en en¨¦rgico desarrollo. En cierta forma, algunos?cuerdistas est¨¢n tratando de exportar y universalizar su fracaso, en vez de admitirlo.
La situaci¨®n de la f¨ªsica te¨®rica es dif¨ªcil por m¨²ltiples causas. La causa sociol¨®gica reside en la organizaci¨®n empresarial de estilo norteamericano del sistema cient¨ªfico. Esa organizaci¨®n funcion¨® para fabricar una bomba at¨®mica, o para crear los aceleradores de part¨ªculas que llevaron a la gran explosi¨®n de la f¨ªsica de part¨ªculas a fines de la d¨¦cada de 1950, pero no sirvi¨® para encontrar una nueva f¨ªsica. Desde que termin¨® la Segunda Guerra Mundial no se ha descubierto esencialmente una nueva f¨ªsica fundamental comparable a la hallada en la primera mitad del siglo XX. En el sistema cient¨ªfico norteamericano, al investigador no le queda tiempo para dedicarse a los fundamentos de sus teor¨ªas o a cuestiones de fondo: hay una enorme presi¨®n por publicar art¨ªculos que servir¨¢n para ganar subsidios o subvenciones, que es lo que, en el fondo, hace valioso al investigador. ?Por qu¨¦? Porque la universidad norteamericana elige a los profesores que va a contratar de acuerdo con sus capacidades para conseguir subsidios, dado que a ella le quedan los diezmos u overheads de los mismos, lo que significa para ellos una importante fuente de ingresos. As¨ª pues, la universidad prioriza a aquellos investigadores que publican mucho en ¨¢reas de moda y que pueden conseguir, por tanto, subsidios jugosos.
El mundo acad¨¦mico se ha monetarizado, se ha comercializado en detrimento de la b¨²squeda de la soluci¨®n a los grandes problemas cient¨ªficos. La gente ya no se plantea problemas fundamentales porque los grandes problemas requieren mucho tiempo y maduraci¨®n y eso afecta a los altos ritmos de publicaci¨®n. El publish or perish (¡°publica o perece¡±, en ingl¨¦s) ha llegado a una reductio ad absurdum produciendo un flujo permanente de art¨ªculos superfluos que en su gran mayor¨ªa jam¨¢s ser¨¢n le¨ªdos o comprendidos. Todo esto ha llevado a que la originalidad tienda a desaparecer, porque siempre es m¨¢s fiable adoptar una t¨¦cnica comprobada y volver a aplicarla que tratar de plantear desde cero un nuevo problema. El mercado acad¨¦mico presiona para que se asignen puestos estables a los cient¨ªficos que tienen capacidad de obtener grandes subsidios y son reconocidos por sus pares. Estos cient¨ªficos estar¨¢n luego en posici¨®n de elegir a las nuevas personas que se incorporan al sistema, personas cuyos trabajos estar¨¢n en general en la l¨ªnea de quienes los seleccionan. Ocurre entonces una especie de reproducci¨®n de los temas: los disc¨ªpulos se forman a imagen y semejanza de los maestros y, a continuaci¨®n, los maestros deciden que ellos sean quienes los reemplacen en las c¨¢tedras. El sistema acad¨¦mico monotematiza la investigaci¨®n por medio de un c¨ªrculo vicioso cuyo resultado es un investigador hiperespecializado y de poca versatilidad y originalidad.
En lugar de estudiar el universo observable, lo que hacen, para 'solucionar' el problema de la degeneraci¨®n, es postular infinitos universos. Cuando una teor¨ªa no es compatible con la realidad, se cambia la teor¨ªa, no se cambia la realidad agregando infinitos universos.
Esto pas¨® en buena medida con el boom de publicaciones en teor¨ªa de cuerdas a finales de la d¨¦cada de 1990 en EE UU. El resultado es que hoy hay un mont¨®n de f¨ªsicos ocupando muchas c¨¢tedras muy importantes en las mejores universidades y cuya especializaci¨®n es algo que no sirve b¨¢sicamente para nada, ni hay esperanzas de que sirva en alg¨²n momento. Esto lleva a la crisis actual de la f¨ªsica: se trata de gente sin formaci¨®n para dedicarse a otra cosa y, por tanto, presiona para que las condiciones externas se adapten a lo que pueden hacer. Ante una situaci¨®n como la de la teor¨ªa de cuerdas, [¡], los nuevos paladines de la teor¨ªa, en vez de decir ¡°esto es un callej¨®n sin salida y nunca voy a poder predecir nada¡±, lo que dicen es: ¡°Para cada una de estas representaciones topol¨®gicas de la teor¨ªa de cuerdas hay un universo donde la teor¨ªa es v¨¢lida¡±. Esto los lleva a postular algo incre¨ªble: infinitos universos.
En lugar de tratar de estudiar el universo observable, lo que hacen, para?solucionar el problema de la degeneraci¨®n, es postular infinitos universos. Es el paroxismo de la inflaci¨®n ontol¨®gica. Un camino metodol¨®gico opuesto a lo que, tradicionalmente, ha llevado a los grandes descubrimientos de la ciencia. Cuando una teor¨ªa no es compatible con la realidad, se cambia la teor¨ªa, no se cambia la realidad agregando infinitos universos. Algunos cosm¨®logos est¨¢n aterrorizados de que, en breve, proliferen los trabajos sobre universos m¨²ltiples y su disciplina vuelva a la vieja especulaci¨®n sin asideros. Por esta raz¨®n, Ellis y Silk publicaron ese art¨ªculo valiente para llamar la atenci¨®n de la comunidad cient¨ªfica y proponer una reuni¨®n, en la cual tambi¨¦n participen fil¨®sofos, con el fin de mostrar que hacen falta est¨¢ndares estrictos a la hora de evaluar las teor¨ªas cient¨ªficas. El problema de tratar estas cuestiones con fil¨®sofos es que muchos de ellos no est¨¢n de acuerdo con usar criterios estrictos de evaluaci¨®n de las teor¨ªas. La filosof¨ªa acad¨¦mica en el mundo anglosaj¨®n ha sufrido un proceso similar al de la f¨ªsica te¨®rica despu¨¦s de los grandes desarrollos en l¨®gica de la d¨¦cada de 1930 y 1940, cuando se estableci¨® la sem¨¢ntica formal.
A partir de los a?os cincuenta, los l¨®gicos de orientaci¨®n filos¨®fica se dedicaron, m¨¢s que nada, a fabricar l¨®gicas alternativas. La mayor parte de las aplicaciones de la l¨®gica est¨¢n en la l¨®gica de primer orden, que es lo que se llama la l¨®gica de predicados, y en algunos aspectos de la l¨®gica de segundo orden. Hay muchas otras l¨®gicas, infinitas l¨®gicas posibles, pero en general no tienen aplicaci¨®n a la realidad. Una de esas l¨®gicas se llama l¨®gica modal o l¨®gica de la posibilidad, que siempre se ha considerado como un mero juego formal que no tiene aplicaci¨®n en ciencia. El fil¨®sofo estadounidense Saul Kripke postul¨® que la l¨®gica modal pod¨ªa resolver su problema fundamental, que es c¨®mo establecer el valor de verdad de sus enunciados, postulando infinitos mundos: un enunciado modal es verdadero si y s¨®lo si hay un mundo en el cual ese enunciado es verdadero. Un mont¨®n de l¨®gicos y fil¨®sofos anal¨ªticos se dedicaron a reformular la l¨®gica modal en t¨¦rminos de la pluralidad de los mundos o de los infinitos universos. Esto concuerda con la postura de algunos f¨ªsicos cuerdistas radicales y sus multiuniversos. Estos supuestos universos no interact¨²an entre s¨ª y est¨¢n totalmente desconectados unos de otros. Jam¨¢s se podr¨¢, siquiera en principio, planear un experimento que permita establecer la realidad de esos otros universos.
Es un movimiento peligroso: los investigadores se apartan de la realidad y de los problemas reales y pasan a considerar como actividad cient¨ªfica leg¨ªtima algo que s¨®lo es un discurso o un mon¨®logo posmoderno. Un relato. La realidad se genera en el despacho del f¨ªsico
Se presenta as¨ª una situaci¨®n peculiar y potencialmente muy peligrosa: tanto l¨®gicos y fil¨®sofos que est¨¢n sin problemas serios de los que ocuparse, como f¨ªsicos te¨®ricos que se hallan atrapados en el callej¨®n de la teor¨ªa de cuerdas, de repente se encuentran que tienen intereses comunes y comienzan a apoyarse mutuamente. Esto termina en cient¨ªficos como Stephen Hawking, quien hablaba de la muerte de la filosof¨ªa refiri¨¦ndose a la filosof¨ªa tradicional, y fil¨®sofos que dicen que ¡°hay que basar la filosof¨ªa en las modernas teor¨ªas de la f¨ªsica¡±, haciendo referencia a la teor¨ªa de supercuerdas y a la del multiuniverso o multiverso. Es un movimiento peligroso: los investigadores se apartan de la realidad y de los problemas reales y pasan a considerar como actividad cient¨ªfica leg¨ªtima algo que s¨®lo es un discurso o un mon¨®logo posmoderno. Un relato. La realidad se genera en el despacho del f¨ªsico.
Este movimiento ha tenido otra consecuencia perjudicial: la aparici¨®n de cient¨ªficos medi¨¢ticos y gur¨²s de la ciencia. Lo opuesto a la imagen tradicional del cient¨ªfico, que se cuida de hacer observaciones extravagantes y es un referente para detener la charlataner¨ªa. Muchos?cuerdistas consideran a Ed Witten una especie de gur¨². Su sola opini¨®n expresada en una conferencia puede hacer que cientos de cient¨ªficos j¨®venes se pongan a trabajar en una direcci¨®n sin cuestionarse las razones. Otros cient¨ªficos, m¨¢s preocupados por su popularidad que por la ciencia, se pasan el tiempo haciendo profec¨ªas sobre toda clase de temas, desde el fin de la filosof¨ªa o la f¨ªsica hasta el fin del mundo. Es el triste caso de Hawking, que en los ¨²ltimos a?os de su vida parec¨ªa dedicado solamente a cultivar su popularidad personal entre el gran p¨²blico por medio de las m¨¢s disparatadas afirmaciones. Todo esto crea una muy pobre imagen de la ciencia y su contribuci¨®n a la cultura, en particular si comparamos la situaci¨®n con la ¨¦poca en que las figuras de referencia eran Einstein, Max Planck, Niels Bohr y otros cient¨ªficos de similar envergadura y conciencia c¨ªvica y social.
Gustavo E. Romero es director del Instituto Argentino de Radioastronom¨ªa y profesor titular de la Facultad de Ciencias Astron¨®micas y Geof¨ªsicas de la Universidad Nacional de La Plata, a cargo de la c¨¢tedra de Astrof¨ªsica Relativista.
Este texto es un extracto del libro La naturaleza del tiempo, de Gustavo E. Romero, con pr¨®logo de Mario Bunge, de Editorial Laetoli (www.laetoli.es), que estar¨¢ a la venta en librer¨ªas a partir del 24 de febrero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.