Justicia po¨¦tica
La sentencia de Estrasburgo sobre devoluciones en frontera ofrece a Espa?a la oportunidad de demostrar que no somos una caricatura neofranquista
En su relato conmovedor de las consecuencias jur¨ªdicas de la II Guerra Mundial (Calle Este-Oeste, Anagrama), Philippe Sands explica el modo en que dos j¨®venes juristas transformaron hace m¨¢s de medio siglo la mirada de la comunidad internacional sobre los cr¨ªmenes contra civiles: ¡°Las ideas [de Lauterpacht y Lemkin] han tenido un eco global, sus legados se extienden lejos y de manera profunda. Los conceptos de genocidio y cr¨ªmenes contra la humanidad se han desarrollado codo con codo, en una relaci¨®n que conecta al individuo y a la colectividad¡±.
Si en aquel momento se volatilizaron los l¨ªmites del derecho conocido para incorporar una visi¨®n radical, compasiva y responsable frente al otro, la reciente decisi¨®n del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre ¡°devoluciones en caliente¡± hace precisamente lo contrario. En la pr¨¢ctica, lo que estos jueces han venido a decir es que el acceso a un territorio por v¨ªas no legales desprovee al individuo de sus derechos m¨¢s fundamentales. Porque la sugerencia de que estas garant¨ªas pueden ser siempre ejercidas en una fase previa de la ruta migratoria supone ignorar de manera alarmante la realidad de las fronteras europeas y el empe?o de los Estados miembros por dificultar el asilo y refugio de quienes se acercan a nuestro territorio para salvar sus vidas.
Lo que es a¨²n m¨¢s grave, la decisi¨®n de Estrasburgo abre la puerta a blanquear otras pr¨¢cticas despreciables y ¨Chasta ahora¨C ilegales, como devolver una patera de v¨ªctimas de guerra a un Estado fallido como Libia.
La buena noticia es que nada impide a Espa?a ir un paso m¨¢s all¨¢. El propio sistema de garant¨ªa del Convenio Europeo de Derechos Humanos impone unos contenidos m¨ªnimos de cada uno de los derechos contemplados, pero no hay problema en establecer normas de protecci¨®n por encima de ese punto. El Tribunal Constitucional, el Gobierno y el Parlamento podr¨ªan interpretar y reformar la norma para reforzar el derecho de asilo y refugio, en vez de debilitarlo. En esta encrucijada entre cavar m¨¢s hondo y romper la omert¨¢ europea se juegan las instituciones espa?olas un pedacito de su credibilidad ante la historia. Y los partidos que nos gobiernan, su credibilidad a secas.
Y es que, como me suger¨ªa un amigo jurista el otro d¨ªa, tenemos la oportunidad de demostrar al resto de Europa que Espa?a no es la caricatura neofranquista que algunos han querido pintar durante el Proc¨¦s, sino una democracia que saber jugar a veces a favor de la historia. Supongo que esto ser¨ªa lo que llaman justicia po¨¦tica.
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