?Viva Colombia, carajo!
Ese pa¨ªs ha sufrido tanto y ha peleado tanto por salir adelante que merece lo mejor. Yo auguro que lo tendr¨¢
DURANTE D?CADAS COLOMBIA fue sin¨®nimo de miseria, de sicarios, de narcos, de guerrilleros, de paramilitares, de dilatadas e inextricables guerras civiles; lo ¨²nico bueno que parec¨ªa dar aquel desdichado pa¨ªs eran el caf¨¦, las playas caribe?as y las novelas de Garc¨ªa M¨¢rquez. ?Sigue todo igual despu¨¦s de los acuerdos de paz de La Habana, firmados por el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, que fueron votados en el refer¨¦ndum de octubre de 2016?
Es lo que no paro de preguntarme durante mi primer viaje por el pa¨ªs tras esa consulta que se perdi¨® pero se gan¨®, porque, una vez perdida, se introdujeron en el acuerdo casi todas las cr¨ªticas de los partidarios del no, lo que volvi¨® pr¨¢cticamente irreversible la paz. En Jeric¨®, un precioso pueblecito antioque?o donde intervengo en el Hay Festival, me entero de que, gracias a una ley promulgada en los a?os ochenta, los escritores colombianos no pagan impuestos por los derechos de autor que devengan sus libros: una medida destinada a fomentar el pensamiento y la creaci¨®n literaria. ¡°He aqu¨ª la civilizaci¨®n colombiana¡±, me digo. M¨¢s tarde, en Medell¨ªn, participo como jurado en las deliberaciones del Premio de Narrativa Colombiana, cuyas obras finalistas demuestran que en Colombia hay vida literaria, y mucha, despu¨¦s de Garc¨ªa M¨¢rquez. All¨ª me entero de otras dos cosas: la primera es que el crecimiento anual de la econom¨ªa colombiana es del 4%, el mayor de toda Latinoam¨¦rica; la segunda es que Medell¨ªn, la ciudad m¨¢s violenta del mundo a principios de los noventa, ha experimentado un cambio dr¨¢stico: en aquella ¨¦poca hab¨ªa m¨¢s de 7.000 asesinatos al a?o; ahora hay un 90% menos. ¡°He aqu¨ª la paz colombiana¡±, me digo. En la propia Medell¨ªn presencio algo todav¨ªa m¨¢s incre¨ªble, y es que, tras acordar el jurado del premio el nombre del ganador, ¨¦ste no se filtra enseguida a la prensa, como ocurrir¨ªa en cualquier pa¨ªs normal, y la ceremonia de entrega del galard¨®n se celebra sin que nadie salvo el jurado sepa qui¨¦n es el vencedor. ¡°He aqu¨ª la discreci¨®n colombiana¡±, me digo. A la ma?ana siguiente vuelo a Cartagena de Indias para participar en el Hay Festival de la ciudad y, al llegar al hotel, comprendo que he dejado mi m¨®vil en el autob¨²s que me tra¨ªa del aeropuerto. Por supuesto, lo doy de inmediato por perdido; pero al cabo de cinco minutos me lo devuelven intacto, y yo no tengo m¨¢s remedio que decirme, perplejo: ¡°He aqu¨ª la honradez colombiana¡±. Aquella misma noche asisto en el Teatro Mej¨ªa a una conversaci¨®n entre Mois¨¦s Na¨ªm y el expresidente Santos, premio Nobel de la Paz y art¨ªfice de los acuerdos con las FARC, fechor¨ªa por la cual fue tildado de traidor por sus antiguos correligionarios derechistas; pese a ello, el auditorio le recibe puesto en pie y con una ovaci¨®n, al final de la cual atruena en la sala el grito de una mujer: ¡°?Viva el presidente de la paz!¡±. Santos dice cosas de una sensatez asombrosa, como que la ¨²nica forma de terminar con la calamidad del tr¨¢fico de drogas es legalizando las drogas; otras son asombrosas a secas, como que quienes m¨¢s le ayudaron en el proceso de paz fueron las v¨ªctimas de la guerra. Terminado el acto, me invitan a cenar con Santos en un restaurante; a la cena asisten tambi¨¦n tres amigos y escritores colombianos ¡ª H¨¦ctor Abad Faciolince, Juan Gabriel V¨¢squez, Santiago Gamboa¡ª, y en determinado momento el presidente revela que ha querido cenar con ellos para agradecerles su apoyo en los momentos m¨¢s duros del proceso de paz. ¡°Dios santo¡±, me digo, deshecho de orgullo por mis amigos, ¡°unos escritores que, cuando m¨¢s dif¨ªciles est¨¢n las cosas, se parten la cara por una causa impopular, por la paz y no por la guerra, por la concordia y no por la discordia, por la reconciliaci¨®n y no por la perpetuaci¨®n del conflicto¡±. Al salir del restaurante, unos raperos tatuados hasta el ombligo asedian con sus canciones al h¨¦roe de la paz.
Lo s¨¦: no todo en Colombia es tan halag¨¹e?o. Lo s¨¦: esta cr¨®nica de urgencia es sobre todo fruto del entusiasmo. Pero tambi¨¦n s¨¦ que ese pa¨ªs ha sufrido tanto y ha peleado tanto por salir adelante que merece lo mejor. Yo auguro que lo tendr¨¢.
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