Cuando el campo se empodera
En Colombia, pa¨ªs de conflictos ambientales y campesinos maltratados, las Zonas de Reserva Campesina se erigen como una soluci¨®n que protege el desarrollo rural sostenible y la biodiversidad
Do?a Irene Ram¨ªrez es hija de padres desplazados y creci¨® en medio de esa violencia del conflicto armado colombiano de ver como matan al vecino o c¨®mo dejan al hijo sin padre. ¡°Hay que hacer algo para que mis nietos vivan mejor que yo en un pa¨ªs sin violencias, en un pa¨ªs que nos reconozca como campesinos y no nos se?ale por lo que hacemos, que no es m¨¢s que proteger el medio ambiente y la cultura campesina de los intereses de las multinacionales y la inacci¨®n del Estado¡±, se?ala con firmeza
Do?a Irene habla ya como presidenta de la Asociaci¨®n Campesina del Valle del R¨ªo Cimitarra (ACVC), una organizaci¨®n con 23 a?os de historia donde sus campesinos se dieron a la tarea de poder permanecer y sobrevivir en el territorio. Lo hicieron resistiendo los embates del terror paramilitar y de un latifundismo improductivo reivindicando una Zona de Reserva Campesina (ZRC) como figura de protecci¨®n territorial que aspiraba a acceder a la tierra y formalizar la propiedad.
Tras a?os de persecuci¨®n y estigmatizaci¨®n, en el a?o 2010 su lucha obtuvo el reconocido Premio Nacional de Paz en el pa¨ªs. Fue un punto de inflexi¨®n. Hoy, la Zona de Reserva Campesina del Valle del r¨ªo Cimitarra es el gran referente de las seis ZRC que funcionan en Colombia legalizadas por el Gobierno. Se ubica en un ¨¢rea geogr¨¢fica de producci¨®n campesina conocida como el Magdalena Medio que comprende varios municipios de cuatro regiones del centro de Colombia. En total cobija a unas 25.000 familias, pero de las 500.000 hect¨¢reas propugnadas, solo les fueron concedidas 184.000. Con todo, do?a Irene est¨¢ orgullosa de lo logrado. ¡°Hemos resistido aqu¨ª y hemos hecho lo que el Estado no ha sido capaz de hacer: ordenar nuestro propio territorio y decidir c¨®mo podemos manejarlo y como lo compartimos entre todos¡±, dice.
La aldea comunitaria de Puerto Matilde es el coraz¨®n de la ZRC del Valle del r¨ªo Cimitarra. Est¨¢ en el municipio antioque?o de Yond¨®, a dos horas de la ciudad de Barrancabermeja, en la regi¨®n de Santander. Aqu¨ª convergen un proyecto de vivienda, otro de canalizaci¨®n de agua y varias iniciativas productivas, entre ellas la cooperativa Ecob¨²falo Campesino, aut¨¦ntico orgullo de la comunidad. Se trata de un proyecto de elaboraci¨®n y comercializaci¨®n ecol¨®gica de carne, queso y leche de este animal en el que los campesinos controlan todo el ciclo econ¨®mico del producto, desde la crianza hasta la venta al consumidor final.
Los b¨²falos se convirtieron para muchas familias en una alternativa al cultivo de coca. ¡°Pasamos ya la cifra de mil cabezas reproducidas y el proyecto ha sido sostenible, aunque limitado a no m¨¢s de 200 reses, entre b¨²falos y ganado blanco. Mucha gente se hab¨ªa metido en la coca porque el cultivo de arroz no daba para vivir, pero los campesinos que se quieran acoger al proyecto de aldea comunitaria han de comprometerse a un proceso de sustituci¨®n de sus cultivos de coca¡±, explica Carlos Mart¨ªnez, hist¨®rico l¨ªder de la ACVC. Junto a los b¨²falos, el arroz vuelve a ser importante en la econom¨ªa de esta ZRC. Hay tambi¨¦n otros cultivos de subsistencia y, en convenio con una universidad, funciona ya un nuevo proyecto para producir plantas arom¨¢ticas con el fin de obtener aceites esenciales para usos cosm¨¦ticos y medicinales.
Los b¨²falos se convirtieron para muchas familias en una alternativa al cultivo de coca
El camino no ha sido f¨¢cil y queda mucho por recorrer. En un pa¨ªs que sigue sin reconocer los derechos de sus campesinos, las ZRC legalizadas tuvieron finalmente que abrirse camino con las u?as porque al Estado realmente apenas las tuvo en cuenta. Legalizaron primero cinco en diferentes partes del pa¨ªs para poco despu¨¦s ser proscritas por el expresidente ?lvaro Uribe que las acus¨® de ser santuarios de la guerrilla de las FARC. Tras el proceso de paz, el expresidente Juan Manuel Santos se comprometi¨® a apoyarlas pero en ocho a?os legaliz¨® solo una m¨¢s. Existen otros 50 procesos aglutinados en torno a la Asociaci¨®n Nacional de Zonas de Reserva Campesina (ANZORC) que siguen esperando poderse constituir.
Las ZRC se configuraron en ¨¢reas donde predominan los terrenos bald¨ªos, con una fuerte colonizaci¨®n campesina de poblaci¨®n desplazada y con la intenci¨®n de promover la seguridad alimentaria y las pr¨¢cticas agroecol¨®gicas. ¡°Las ZRC tienen su origen en el anhelo del campesino de que se reconozca su relaci¨®n directa con el territorio. Hay un proceso de apropiaci¨®n territorial que comprende una nueva distribuci¨®n de tierras, normas comunitarias de convivencia, planes de desarrollo alternativos y su concepci¨®n es ayudar a cerrar la enorme brecha entre lo rural y lo urbano¡± dice Yenly M¨¦ndez, abogada especializada en desarrollo rural. ¡°Las ZRC funcionan como zonas amortiguadoras que no solo contuvieron la frontera agraria sino que han asegurado la permanencia campesina en el territorio. Tienen una eficacia en lo ambiental y lo social contundente¡±, reafirma Johana Silva, del Centro de Estudios para la Paz, (CESPAZ).
El caso de la ZRC del Valle del r¨ªo Cimitarra es casi un milagro en un pa¨ªs como Colombia, donde el problema del campo es complejo y profundo
Preservar la biodiversidad
Tambi¨¦n el prestigioso Instituto Humboldt, especializado en investigaci¨®n en biodiversidad y servicios ecosist¨¦micos, ha elogiado las ZRC como una muy buena f¨®rmula de desarrollo rural sostenible capaz de crear las condiciones para la consolidaci¨®n de la econom¨ªa campesina teniendo presente la conservaci¨®n de los ecosistemas y la biodiversidad. En las ZRC no se permite cortar ¨¢rboles, contaminar fuentes h¨ªdricas ni cazar animales salvajes. Una perspectiva ambiental que contrasta con las econom¨ªas extractivas que funcionan en la regi¨®n contaminando y deforestando.
El ejemplo m¨¢s claro es el de la Serran¨ªa de San Lucas, una reserva de selva virgen de 70.000 hect¨¢reas ubicada en pleno Valle del Cimitarra, al Sur de la regi¨®n de Bol¨ªvar. Las comunidades de la ACVC la conocen como la L¨ªnea Amarilla y la vienen protegiendo desde hace d¨¦cadas. Gracias a ellas se han podido conservar cientos de especies como el jaguar o el oso de anteojos. Hoy est¨¢n intentando que se declare Parque Nacional. Ya en los a?os de la guerra, un acuerdo entre las comunidades de la zona y los grupos guerrilleros del ELN y las FARC consigui¨® evitar la deforestaci¨®n y respetar ese territorio. Sin embargo, tras el desarme de las FARC como grupo guerrillero, esta zona est¨¢ m¨¢s en riesgo que nunca. Han llegado nuevos actores armados que no tienen inter¨¦s en mantener el pacto con las comunidades sino m¨¢s bien explotar la madera y el oro adem¨¢s de aumentar la siembra de cultivos de coca. Tambi¨¦n las multinacionales han puesto sus ojos en la zona.
El Magdalena Medio no acaba as¨ª de estar tranquilo pese a la firma de los acuerdos entre el gobierno y las FARC hace tres a?os. Sienten que se trata de una paz muy fr¨¢gil. ¡°No hemos tenido m¨¢s bombardeos ni ametrallamientos ni fumigaciones, pero el Estado tiene que empoderarse m¨¢s de esta paz y dar herramientas a los campesinos de las ZRC para que estos acuerdos sean tramitados en nuestros territorios. Con el asesinato de l¨ªderes campesinos, las amenazas y el desplazamiento que se est¨¢ viviendo tememos volver al pasado¡±, dice Do?a Irene.
Lo cierto es que existe mucha preocupaci¨®n en las comunidades. Petr¨®leo, oro, coca, presencia de grupos paramilitares, de la guerrilla del ELN, de disidencias de las FARC, una alta militarizaciones¡ Son muchos los elementos que siguen jugando su papel en contra del proceso de paz en la regi¨®n. Y las amenazas contin¨²an. ¡°Todos los grupos que mueven aqu¨ª el narcotr¨¢fico y la miner¨ªa quieren que nos callemos, que no denunciemos. Al Estado adem¨¢s no le interesa negociar con el ELN porque no quiere que el campesino tenga una vida tranquila, lo que le interesa son las riquezas naturales que hay en el territorio, que como campesinos seamos m¨¢s d¨¦biles para poder expropiar nuestras tierras y comprarnos las fincas a menos precio¡±, considera la presidenta de la ACVC
Pero en medio de esa intranquilidad, la ZRC del Valle del r¨ªo Cimitarra sigue afianzando su proceso de autogesti¨®n colectiva y reclamando del Estado que cumpla con sus responsabilidades. ¡°Este es un proyecto de vida por la defensa de los derechos humanos y la defensa del territorio, pero necesitamos el desarrollo social en lo que tiene que ver con carreteras, con educaci¨®n, salud, solucionar el problema de tierras, de vivienda. Nuestra debilidad m¨¢s grande es la poca asistencia del Estado. No hay inversi¨®n social¡±, afirma Carlos Mart¨ªnez.
El anhelo de la ACVC es tambi¨¦n que se ampl¨ªe la ZRC y conseguir ayudas para transformar los productos del campesinado, d¨¢ndoles as¨ª un valor agregado como hacen con los b¨²falos. ¡°Necesitamos cr¨¦dito y llegar a un punto de comercializaci¨®n. Tener tiendas comunitarias y mercados campesinos donde vender los productos¡±, explica Do?a Irene.
El caso de la ZRC del Valle del r¨ªo Cimitarra es casi un milagro en un pa¨ªs como Colombia, donde el problema del campo es complejo y profundo. No ha habido aqu¨ª impulso al desarrollo rural ni pol¨ªticas agrarias de acceso a tierras. Sus campesinos sufrieron adem¨¢s todas las afectaciones posibles de la guerra; asesinatos, desplazamiento forzado, estigmatizaci¨®n, la persecuci¨®n de sus organizaciones sociales y el despojo. No hay certeza de cu¨¢nta gente huy¨® de sus tierras, de cuanta gente fue despose¨ªda. El Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica habla de m¨¢s de seis millones de desplazados y estima que fueron entre 1¡¯5 y 10 millones de hect¨¢reas las despojadas. La Unidad de Restituci¨®n de Tierras contabiliza 120.000 solicitudes de restituci¨®n de tierras desde 1991 que cubren 2¡¯3 millones de hect¨¢reas, el 4¡¯82 por ciento de la superficie del pa¨ªs. Solo el 5¡¯6 por ciento ha sido devuelto. Muchos intereses ocultos apuntan a empresarios y pol¨ªticos que aprovecharon la violencia de la guerra para arrebatarles las tierras. Poderosos lobbies como el ganadero o el del cultivo de palma africana tampoco dejaron nunca que el campo avanzase.
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