Compromiso c¨ªvico
La situaci¨®n puede empeorar; su control ata?e a poderes p¨²blicos y ciudadanos
El n¨²mero de infectados por el coronavirus en Espa?a ha superado el medio millar de personas, y prosigue el goteo de fallecidos. La l¨®gica inquietud que pueden provocar estas cifras no debe hacer que se pierda la perspectiva esencial: en un proceso condenado a ser exponencial por la facilidad con que se transmite el virus, tan importante como el n¨²mero de afectados es considerar la velocidad a la que se propaga la enfermedad. Es en este ¨²ltimo aspecto donde pueden tener mayor impacto las decisiones adoptadas por las autoridades sanitarias, as¨ª como las precauciones que asuman los ciudadanos. Que la situaci¨®n empeorar¨ªa, y que puede hacerlo a¨²n m¨¢s, est¨¢ dentro del c¨¢lculo de probabilidades. Pero que no escape al control es el esfuerzo que debe convocar a los poderes p¨²blicos y a los ciudadanos, cada cual desde sus competencias.
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El espacio que media entre no alarmar y no trivializar es suficientemente amplio como para reconocer los puntos d¨¦biles de los que ha adolecido la estrategia seguida hasta ahora, sabiendo, adem¨¢s, que no cabe hablar tanto de errores como de acumulaci¨®n de experiencia ante un fen¨®meno desconocido y donde la ciencia tiene un importante papel que desempe?ar. Los casos de fallecidos sin diagn¨®stico, solo establecido retrospectivamente semanas despu¨¦s, han mostrado un flanco de contagio con gran incidencia en centros para mayores y en su entorno familiar. Otro flanco se est¨¢ abriendo por la sobrecarga de trabajo en los centros sanitarios, provocando retrasos en los resultados de los an¨¢lisis a potencialmente infectados. Todo ello convive con el trabajo abnegado de los profesionales de la sanidad, algunos contagiados por el virus en el desarrollo de su tarea, y la coordinaci¨®n hasta ahora irreprochable entre el Gobierno central y las comunidades.
Los llamamientos a la calma son ociosos porque nadie en su sano juicio llamar¨ªa a la histeria, al igual que exigir informaci¨®n a las autoridades es una cl¨¢usula vac¨ªa porque son las primeras en saber los riesgos de la opacidad. De lo que se trata, por el contrario, es de reafirmar un territorio de confianza p¨²blica en el que nadie, ni los poderes p¨²blicos ni los ciudadanos, renuncien a acrecentar la imprescindible experiencia para controlar la extensi¨®n de la enfermedad por el recelo a que se les imputen errores y se les exijan responsabilidades si las cosas evolucionan a peor. En el caso de que una situaci¨®n as¨ª se produjera, no se tratar¨ªa de una victoria del virus, sino del sectarismo que se ha instalado en la vida p¨²blica del pa¨ªs.
Las alertas sobre epidemias globales provocadas por virus desconocidos son susceptibles de desatar emociones apocal¨ªpticas. Seguramente, rendirse a esas emociones pueda ofrecer un buen argumento para las obras de fantas¨ªa, pero lo cierto es que los perfiles del problema son sustancialmente m¨¢s limitados, en Espa?a y en el resto de pa¨ªses donde ha llegado el virus. Mientras los investigadores siguen avanzando en el hallazgo de un f¨¢rmaco eficaz, las autoridades gestionan un problema sanitario y los ciudadanos intentan que su salud no se vea afectada, pero tampoco su vida cotidiana y sus actividades m¨¢s all¨¢ de lo que exige la prudencia. Ser¨ªa un error tomar estas palabras por la descripci¨®n de una evidencia. En realidad, son la manifestaci¨®n de un inquebrantable compromiso c¨ªvico.
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