El ministro que manipula la Biblia para crear odio pol¨ªtico
No se trata de un ministro cualquiera, sino el de Educaci¨®n, Abraham Weintraub, que lleva sobre sus hombros la enorme responsabilidad de formar a millones de ni?os y j¨®venes brasile?os
No se trata de un ministro cualquiera, sino el de Educaci¨®n, Abraham Weintraub, que lleva sobre sus hombros la enorme responsabilidad de formar millones de ni?os y j¨®venes para el futuro de la naci¨®n brasile?a. El ministro, con motivo de un encuentro en Brasilia organizado por la ONG Todos por la Educaci¨®n, adem¨¢s de ironizar sobre el coronavirus, que podr¨ªa haber contagiado a la organizadora, Priscila Cruz, una de las figuras destacadas del mundo de la ense?anza, a¨²n se sirvi¨® de la Biblia para recordar la ira de Dios.
Trayendo fuera de contexto el salmo b¨ªblico ¡°El Se?or har¨¢ recaer sobre ellos su propia iniquidad, y los destruir¨¢ en su propia malicia; el Se?or nuestro Dios os destruir¨¢¡± (Salmos, 94,23), ha manipulado los libros sagrados para sembrar odio pol¨ªtico.
El ministro, que parece conocer la Biblia, deber¨ªa saber que su citaci¨®n se refiere a un vers¨ªculo del Antiguo Testamento, el del Dios a¨²n vengativo, que proclamaba la destrucci¨®n del enemigo y que no es posible leerlo hoy sin tener en cuenta el Nuevo Testamento, que es la culminaci¨®n del Viejo, en el que la Humanidad da el salto cu¨¢ntico del ¡°ojo por ojo y diente por diente¡± al de la misericordia, el perd¨®n a los enemigos y el amor universal. Cualquier otro uso pol¨ªtico de las Sagradas Escrituras, y m¨¢s en un Estado laico, es herir la democracia y pretender sembrar ciza?a para mantener divididos a los brasile?os.
Si la religi¨®n, la que sea, no sirve para defender los principios de la libertad y la defensa de los marginados y no contribuye a mantener vivos los valores de la civilizaci¨®n, conquistados con tanto dolor a lo largo de los siglos, solo servir¨¢ como instrumento de dominaci¨®n y divisi¨®n. La esencia de cualquier contacto con la divinidad, o es libertador, o desemboca en alienaci¨®n que profana a la Humanidad.
Mientras en Brasilia el ministro de Educaci¨®n ca¨ªa en la peque?ez de querer ofender a una militante que quiz¨¢s no comulga con sus principios pol¨ªticos, llegando a invocar contra ella la ira y el castigo de Dios, un programa de la TV Globo sobre la dura vida que llevan en la c¨¢rcel los transexuales, despert¨® las iras de los intransigentes recordando el ¡°ojo por ojo¡± a la Weintraub. Fue con motivo de la intervenci¨®n del m¨¦dico Drauzio Varella, que llev¨® al programa su gran experiencia profesional de aliviar el dolor de las c¨¢rceles y denunciar los posibles abusos cometidos con los presos.
Si, en un primer momento, el relato del m¨¦dico sobre una trans, al que acababa de visitar en la c¨¢rcel, despert¨® la solidaridad de miles de brasile?os que supieron que la detenida llevaba a?os sin haber recibido nunca una visita, y a quien Varella lleg¨® a abrazar para consolar su soledad, enseguida se levant¨® una tormenta sobre ¨¦l cuando se supo algo que ignoraba entonces. La detenida hab¨ªa cometido en el pasado un crimen terrible, estuprando y matando a un inocente, pecado por el que ya ha sido condenada y est¨¢ pagando en la c¨¢rcel.
El m¨¦dico quiso recordar que ¨¦l iba a las c¨¢rceles no como juez ni abogado sino como m¨¦dico para ayudar a los presos. Y un profesional no puede dejar de curar a un enfermo sean los que sean los cr¨ªmenes que hubiera podido cometer.
Y es aqu¨ª donde se cruzan las maldiciones del ministro de Educaci¨®n contra los que no piensan como ¨¦l para quienes evoca el castigo de Dios, con la indignaci¨®n contra el m¨¦dico Varella.
Ya que convivimos con un Gobierno cuyo lema es ¡°Dios arriba de todo¡±, y en el que los ministros evocan al Antiguo Testamento para justificar su siembra de odio pol¨ªtico contra quienes no piensan como ellos, tambi¨¦n aqu¨ª hay que recordar que los Evangelios, que hacen parte tambi¨¦n de la Biblia cristiana, proponen un Dios a las ant¨ªpodas de las furias escatol¨®gicas de los seguidores del presidente Bolsonaro.
Basta recordar que las maldiciones del profeta Jes¨²s, que anunciaba un mundo opuesto al antiguo de la ira y la venganza, eran solo contra la hipocres¨ªa de los fariseos y la opresi¨®n de los poderosos, nunca contra los pecadores. Cuando abrazaba y curaba a los leprosos no les preguntaba si antes hab¨ªa matado a alguien. Su compasi¨®n frente al dolor revelaba ya el nacimiento de una sociedad basada en la compasi¨®n y en el perd¨®n, m¨¢s que en el odio o la venganza.
A los hombres que ped¨ªan la pena de muerte contra la mujer ad¨²ltera, Jes¨²s les provoc¨® al decirles ¡°quien de vosotros est¨¦ limpio de pecado que arroje contra ella la primera piedra¡±. Se fueron todos ¡°empezando por los m¨¢s viejos¡±, narra el evangelista.
Si Jes¨²s hubiese visitado hoy a la trans detenida por su crimen, seguramente lo hubiera hecho no para recordarle su pecado, por el que estaba ya pagando, sino para recordarle que no estaba sola en la vida y que la misericordia de Dios era mayor que la justicia de los hombres.
En la par¨¢bola del publicano y el fariseo, Jes¨²s tom¨® la defensa del publicano que en el ¨²ltimo banco del templo ped¨ªa a Dios perd¨®n por sus pecados, mientras conden¨® la soberbia del fariseo que se jactaba proclamando: ¡°Yo no soy pecador como ese publicano¡±.
Una de las obras de misericordia del cristianismo es la de ¡°visitar a los presos¡±. Y esa obra de misericordia no discrimina la culpabilidad mayor o menor de los detenidos sino que se fija solo en la soledad que tienen que soportar para expiar su pecado.
Fui testigo, como periodista, de la c¨¦lebre visita del papa Juan XXIII a la c¨¢rcel de Regina Coeli de Roma, destinada entonces a los presos condenados a cadena perpetua por lo que sus cr¨ªmenes deb¨ªan ser grav¨ªsimos. El Papa, mezcl¨¢ndose con los presos, los abraz¨®, los bendijo y hasta les record¨® que alguno de ellos podr¨ªa estar all¨ª injustamente por alg¨²n error de la justicia. No fue a absolverles ni a volver a condenarles ya que ello era funci¨®n de la justicia de los hombres. Fue a consolarles.
Y el papa Juan Pablo II fue a la c¨¢rcel para encontrarse con Ali Agca, el joven turco que dispar¨® contra ¨¦l y lo puso al borde de la muerte. Y acab¨® pidiendo a las autoridades civiles que fuera perdonado.
La justicia de Dios no siempre coincide con la de los hombres y nadie tiene el derecho, y menos en pol¨ªtica, de invocar el nombre de Dios para castigar o pedir los castigos del cielo contra nadie. El resto es profanar los textos sagrados.
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