El agua que hace que los vecinos regresen al altiplano
Aranxta Freire, que trabaja en la Aecid, cuenta c¨®mo la instalaci¨®n del suministro en el municipio La Reforma, en Guatemala, consigue que muchos de los habitantes que migraron a M¨¦xico vuelvan a casa
Doce horas de avi¨®n. Seis horas en furgoneta desde la capital. Una noche de parada en San Marcos. Un amanecer. Y tres horas y media de coche por caminos de tierra y desfiladeros ha sido el tiempo que he tardado en llegar hasta aqu¨ª desde Madrid, donde vivo. Aqu¨ª quiere decir La Reforma, una comunidad al suroeste de Guatemala, en las monta?as de Altiplano en la frontera con M¨¦xico.
Siempre me han atra¨ªdo las zonas de paso. La frontera se nota, se huele, se saborea en cada esquina. En la frontera siempre pasan cosas. Quiz¨¢s me ocurre por ser de una ciudad con puerto, donde me encantaba sentir la vida de las zonas m¨¢s arrabaleras. San Marcos es otra cosa, pero lo mismo. Me dicen que es zona de narco, de trata de persona y de coyotes. C¨®mo tambi¨¦n lo fue la Galicia del extraperlo y las l¨¢grimas en los puertos.
Una vez le¨ª que para ser feliz en la vida se necesitan tres cosas: algo que amar, algo que hacer y algo que esperar. La Reforma es un lugar con esperanza: casi todas las familias tienen a alguien en EE UU buscando mejorar su vida. M¨¢s de un mill¨®n de guatemaltecos viven actualmente all¨ª, la mayor¨ªa como ilegales, lo que les relega a los peores trabajos.
Una l¨ªnea recta separa esta comunidad de la tierra previa al para¨ªso. Vivir a un lado u otro de esa l¨ªnea es un paso m¨¢s para progresar o tener vivienda digna. Entre las monta?as aparecen de repente casas que parecen castillos: son las de las remesas, que hacen a¨²n m¨¢s obscena la carambola de la vida. En nuestro continente tambi¨¦n ocurri¨® lo mismo con diferente nombre. Les llamaban las casas de indianos y son una met¨¢fora de los sue?os. No hay muros que puedan con ellos.
El altiplano guatemalteco es tambi¨¦n frondoso, misterioso, ancestral: reina la bruma y la vegetaci¨®n. Gran parte de la poblaci¨®n es ind¨ªgena de etnia mam. Viven en casas de adobe, de la agricultura de subsistencia de la patata y el ma¨ªz. La tierra es f¨¦rtil, pero la gente no ten¨ªa hasta hace dos meses acceso a algunos servicios b¨¢sicos como el agua. ?Qui¨¦n no se ir¨ªa?
Pregunto a un grupo de mujeres c¨®mo acarreaban el agua y me sacan unas vasijas de pl¨¢stico y me piden que las acompa?e por un camino tortuoso monte abajo. Ellas han sido unas privilegiadas, dicen, porque sus madres y abuelas cargaban con vasijas de barro en medio de la guerra civil que dej¨® hu¨¦rfanos a miles de campesinos en los ochenta... tambi¨¦n a ellas. Me dicen que hasta hace unas semanas hac¨ªan este camino cuatro o cinco veces al d¨ªa, en muchos casos antes del amanecer, para tener agua para el desayuno.
Como patosa de ciudad que soy casi me caigo un par de veces, y eso que no llevo nada en la cabeza. Vamos charlando mientras algunas me cuentan que lo habitual no era ir tan ligeras, sino llevar una tina de ropa para lavar y a sus ni?os en la espalda. No s¨¦ c¨®mo lo hac¨ªan. Me sonr¨ªen en esos silencios que dicen tantas cosas. Yo tambi¨¦n pienso, en silencio, lo peligroso que ser¨ªa, siendo mujer, pasear por aqu¨ª sola a ciertas horas.
Me preguntan c¨®mo hacemos en Madrid para lavar con el fr¨ªo y les comento que tenemos lavadoras. Se r¨ªen de nuevo. Y otra vez el silencio de nuestros pasos y los pensamientos en la cabeza. La vida, la injusticia, el vivir en un lado u otro de la frontera.
La necesidad se ha convertido en virtud en La Reforma y ha creado una poblaci¨®n muy unida, que ha luchado desde hace a?os por mejorar sus condiciones de vida. Gracias a su esfuerzo, y al apoyo del municipio y la Mancomunidad y del Fondo de Cooperaci¨®n para Agua y Saneamiento de la Cooperaci¨®n Espa?ola, la comunidad estren¨® hace nada un sistema de captaci¨®n de agua por gravedad, 63 grifos, uno en cada patio, un tanque de distribuci¨®n y otro donde se clora el agua. Tambi¨¦n se han construido 63 letrinas de hoyo seco (las deposiciones caen en un caj¨®n y servir¨¢n de abono) y un sistema de infiltraci¨®n de las aguas de la ducha o el lavadero. El programa de Espa?a ha fortalecido y formado a una Junta Comunitaria de agua que administra y mantiene el servicio, fundamental para su sostenibilidad.
Todo comenz¨® con un sue?o
Don Hugo es el presidente del Comit¨¦ de Agua. Lleva sombrero mexicano y es muy conocido en las oficinas de la mancomunidad, porque all¨ª acud¨ªa dos o tres veces por semana para reclamar qu¨¦ pasaba. Dice que todo empez¨® con un sue?o en el que se le apareci¨® una fuente luminosa y decidi¨® que no iba a descansar hasta que el suministro llegase a su pueblo, que hasta hace poco estaba totalmente aislado sin carretera.
Esa insistencia, y el trabajo colectivo para construir el sistema con sus propias manos y la coordinaci¨®n de los ingenieros, son los que han tra¨ªdo los cambios. Ahora los ni?os y ni?as pueden ir a la escuela, ya no tienen que ir al arroyo. Adem¨¢s hay m¨¢s higiene y menos enfermedades diarreicas.
Casi todas las familias tienen a alguien en EE UU buscando mejorar su vida. M¨¢s de un mill¨®n de guatemaltecos viven actualmente all¨ª
La vida de las mujeres tambi¨¦n ha cambiado. Tienen agua en casa para cocinar, para ducharse diariamente, para lavar los platos o fregar. Me cuenta la se?ora Marta, un ama de casa que ronda la treintena, que tiene m¨¢s tiempo para descansar, hacer los deberes con sus hijos o simplemente pasear o ver la tele. ¡°Lo de antes era una tortura, no saben lo mucho que ha mejorado nuestra vida diaria¡±, asegura. Algunos que estaban fuera se plantean quedarse y comenzar una vida con m¨¢s dignidad, me comenta una vecina al mostrarme su ba?o.
Terminada la visita al arroyo y a los tanques de agua nos reunimos en una comida comunitaria donde se nos invita a sopa de pollo con tortillas que nos sabe a gloria. La comemos con gusto y charlamos con una de las ni?as que corretean por ah¨ª, que nos cuenta historias de animales que dan miedo y de hombres que convierten en coyotes. Fregamos juntas los platos, algo que no podr¨ªamos haber hecho hace unas semanas. Me despido sin saber qu¨¦ es realidad y qu¨¦ es sue?o en esta tierra de brumas.
Arantxa Freire es consultora de comunicaci¨®n para el Fondo del Agua de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n (AECID).
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