Medidas para un confinamiento que no tiene en cuenta a los ni?os
Los menores no contemplan los planes de gesti¨®n de esta crisis pero forman parte de un esfuerzo colectivo y se deben cubrir sus necesidades
Nunca hay que subestimar la energ¨ªa de un ni?o. Energ¨ªa renovable. No importa si has cantado Turnedo a grito pelado veinte veces o si has saltado a la comba con una sola pierna tres horas seguidas, su capacidad de regeneraci¨®n es infinita e inversamente proporcional a la de un adulto. Hay que vivirlo. Desde el martes pasado ¨Cnos adelantamos¨C encaramos con nuestros hijos de tres y seis a?os lo que parece un confinamiento de duraci¨®n poco clara. Y aunque de energ¨ªa los adultos vamos justos, esto, en principio, no deber¨ªa asustarnos: llevamos seis a?os trabajando con ni?os en casa. Si tuvi¨¦ramos visi¨®n para los negocios seguramente ya hubi¨¦ramos dise?ado un m¨¢ster. Pero los dos sabemos que nuestra experiencia ha sido tan fascinante como aterradora. Ahora, con el aislamiento, hemos subido de nivel: nos ha pillado con trabajo pendiente, con la casa a medio desmontar y a las puertas de la que iba a ser nuestra mudanza. Suena fr¨ªvolo. Problemas del primer mundo.
Despu¨¦s del shock inicial por lo excepcional del asunto y por la incertidumbre hemos asumido varias cosas. Por un lado, que poco a poco esa desventaja en cuanto a nivel de energ¨ªa va a ir a m¨¢s. No hay mucho que podamos hacer. Nos hemos prometido entrenar a fondo la imaginaci¨®n, la paciencia y la empat¨ªa. Por otro, que ante el derrumbe de nuestro microcosmos de expectativas y tareas planificadas, lo inteligente es parapetarse en la organizaci¨®n semanal que ha propuesto nuestra hija. No hay un plan B.
Qu¨¦ sensaci¨®n tan rara. Atravesamos un confinamiento familiar ambivalente: la suerte de tenernos, nuestra incapacidad para igualar las necesidades m¨¢s vitales y la energ¨ªa que nos mueve. Dec¨ªa que nos ¨ªbamos a mudar. En nuestro caso pasaremos de un piso c¨®modo para cuatro personas a un piso de apenas 49 metros sin balc¨®n ni patio. De nuevo la ambivalencia: el disfrute del privilegio que otorgan en estas circunstancias m¨¢s metros y un balc¨®n, nuestra ruina econ¨®mica. Son malos tiempos para los aut¨®nomos. Tambi¨¦n para los ni?os y ni?as, esos que no contemplan los planes de gesti¨®n de esta crisis pero que tambi¨¦n forman parte de un esfuerzo colectivo. Seguimos ciegos a la infancia y a sus necesidades.
Sin una mirada a la infancia
¡°Muy mosqueada con la mirada nula hacia la infancia desde el minuto uno de esta crisis. Sin coles, tele-estudiando de un d¨ªa para otro y sin medios asegurados, medidas confusas hasta llegar al encierro total, sin contemplar la excepcionalidad de los cr¨ªos muy peques¡±. Lo dec¨ªa la escritora Silvia Nanclares en Twitter en menci¨®n a otro tuit en esa misma l¨ªnea: ¡°Ayer S¨¢nchez mencion¨® que se podr¨¢ seguir sacando a pasear a los perros. Me pregunto si no se podr¨ªa pensar en una medida similar para los ni?os peque?os. 15 d¨ªas sin salir a la calle son un mundo a los cuatro a?os. Y muchas familias viven en pisos oscuros y peque?os¡±. En redes sociales, grupos de familias y listas de crianza se plantea desde hace d¨ªas ese continuo de la infancia invisible, la orientaci¨®n adultoc¨¦ntrica de las medidas y su impacto en la salud de los m¨¢s peque?os.
A Heike Freire, pedagoga, docente e investigadora y autora de Educar en verde (Grao), le resulta especialmente preocupante porque esta situaci¨®n, aunque temporal, les niega una necesidad fundamental que se agrava con la desigualdad: la del movimiento. Le escribo para saber m¨¢s y me cuenta que aunque es consciente de que los ni?os y ni?as no son una poblaci¨®n de riesgo espec¨ªfica, est¨¢n siendo los m¨¢s perjudicados por esta crisis del coronavirus. M¨¢s incluso que los animales dom¨¦sticos, que s¨ª ha contemplado desde el inicio el decreto del estado de alarma. No as¨ª para las personas con discapacidad, menores y mayores, quienes han tenido que esperar cuatro d¨ªas para que se modifique dicho decreto. Tarde y, quiz¨¢s, insuficiente. ¡°Por sus caracter¨ªsticas especiales, por el hecho que est¨¢n en per¨ªodo de crecimiento, forman parte de las personas m¨¢s vulnerables a las que tenemos que prestar especial atenci¨®n. No solo deber¨ªamos haberles tenido en cuenta al dise?ar la estrategia para superar la pandemia, sino que es urgente que les consideremos, que legislemos con sensibilidad e inteligencia sobre su caso, si no queremos incurrir, como sociedad, en un delito de negligencia y abuso¡±, explica.
Seg¨²n la pedagoga, los espacios cerrados, el sedentarismo, las tareas escolares y el exceso de pantallas les cargan de una energ¨ªa que no pueden renovar y las criaturas y sus familias terminan estallando. Incide en que los m¨¢s perjudicados son los ni?os y ni?as de las familias m¨¢s desfavorecidas por lo que reclama medidas urgentes. ¡°Las infancias urbanas que no disponen ni de un peque?o balc¨®n, y que adem¨¢s no pueden utilizar los parques p¨²blicos, est¨¢n siendo discriminados en su salud, su bienestar y su desarrollo, respecto a las familias con recursos que cuentan con jardines privados y espacios de campo abiertos a los que nadie les impide acceder¡±, se?ala.
Leo que desde Save the children insisten en la necesidad de proteger a la infancia, que consideran el grupo m¨¢s afectado junto con los mayores, y han pedido a las administraciones que tengan en cuenta los efectos del confinamiento en las familias m¨¢s vulnerables. ¡°En las familias m¨¢s vulnerables este confinamiento tiene tres efectos: la interrupci¨®n del proceso educativo (que no es compensable porque muchas familias no tienen el nivel educativo o no disponen de ordenador o conexi¨®n online), la p¨¦rdida de la garant¨ªa de una alimentaci¨®n adecuada y el aumento de la violencia ejercida a ni?os y ni?as debido al estr¨¦s que producen los espacios muy reducidos y en muchas ocasiones en situaciones de hacinamiento¡±, me explica Andr¨¦s Conde, director general de Save the children.
Porque lo que empez¨® como una crisis sanitaria ya es una (nueva) crisis econ¨®mica y social. Por ejemplo, el pasado jueves supimos que en Madrid se suspendieron los contratos de las educadoras de las escuelas infantiles. Tambi¨¦n los servicios relacionados con la atenci¨®n a la diversidad, el transporte o los comedores. No hemos dejado de saber acerca de la situaci¨®n de los aut¨®nomos, las pymes, los afectados por los ERTES. La necesidad de tomar medidas urgentes para contener la epidemia del COVID-19 se ha chocado de frente con el muro invisible de los vulnerables. Hay m¨¢s: violencia de g¨¦nero, maltrato infantil, abusos, ausencia de condiciones dignas de vida. Aqu¨ª tampoco hay un plan B para las familias.
Contacto tambi¨¦n con GSIA (Grupo de Sociolog¨ªa de la Infancia y la Adolescencia) para saber qu¨¦ valoraci¨®n hacen, si realmente se pod¨ªa haber tenido en cuenta de alg¨²n modo a las familias m¨¢s vulnerables, aquellas con problemas intrafamiliares o con alguna disfuncionalidad o patolog¨ªa entre sus miembros. Myriam Fern¨¢ndez Nevado, cofundadora de la asociaci¨®n y doctorando en Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa, considera que a estas familias se las ha tratado como ciudadanos de segunda en muchos aspectos. ¡°El concepto de ciudadanos no existe en este grupo social, cuanto m¨¢s con dificultades o disfuncionalidades, patolog¨ªas o situaciones de vulnerabilidad que invisibilizan m¨¢s su presencia como actores plenos y participantes tambi¨¦n del riesgo de la enfermedad del coronavirus¡±. Lamenta la experta que no se haya creado un plan de contingencia especial ni se haya hablado con especialistas para esta poblaci¨®n infantojuvenil.
Por su parte, Marta Dom¨ªnguez P¨¦rez, doctora en Sociolog¨ªa y parte tambi¨¦n de GSIA, menciona algo que puede servir para explicar lo anterior: que los mensajes lanzados se est¨¢n haciendo situacionalmente, esto es, quienes los enuncian se corresponden con los grupos centrales de la sociedad. Seg¨²n la soci¨®loga esto es, clase media, con vivienda amplia, en propiedad, con empleo estable, pertenecientes a familias de modelo nuclear tradicional y urbanitas. ¡°Se trata de un discurso nada inclusivo sino excluyente y estigmatizante si dices algo distinto, si te quejas, si te sientes mal, si no te sientes incluido. Las mayor¨ªas simb¨®licamente dominantes y no precisamente silenciosas, nos aplastan¡±, lamenta.
De nuevo me siento privilegiada en mi confinamiento familiar ambivalente. Termino con una frase que me regala Heike Freire y que nos puede servir para reflexionar: ¡°Hagamos de nuestro pa¨ªs un lugar donde las infancias cuenten, donde tener hijos, ser padre o madre no sea una labor heroica, y privatizada, donde toda la poblaci¨®n nos volquemos en los cuidados". Tan simple y tan complejo.
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