Primer plazo
La respuesta a la pandemia exige un compromiso con el Estado democr¨¢tico
Acaba de transcurrir el primer plazo del estado de alarma decretado por el Gobierno para hacer frente en Espa?a a la progresi¨®n de la pandemia de coronavirus, prorrogado esta misma semana hasta el 11 de abril. Durante este tiempo, ciudadanos y Gobiernos de todo el mundo han tomado conciencia de la amplitud y gravedad de un problema que, hasta ahora, se contemplaba m¨¢s como una posibilidad te¨®rica que como la espantosa realidad que ha terminado siendo. Los pron¨®sticos acerca de cu¨¢nto puede durar la pesadilla y cu¨¢les ser¨¢n sus efectos en todos los ¨¢mbitos de la vida social e individual no tienen m¨¢s fundamento que una alucinada profec¨ªa, porque la experiencia acumulada es todav¨ªa insuficiente y la ciencia no dispone a¨²n de los medicamentos para detener el virus y curar la enfermedad.
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Conviene no proyectar la vehemencia de los deseos sobre una realidad que los desmiente d¨ªa tras d¨ªa: los efectos de la pandemia podr¨ªan no ser leves ni seguramente transitorios. Y es para esta hip¨®tesis m¨¢s dram¨¢tica que el resto para la que hay que estar preparados, conscientes de las debilidades pero tambi¨¦n de las fortalezas de la sociedad espa?ola, y unidos lealmente en torno a una estrategia que conduzca a preservar sus mejores logros y sus principios m¨¢s irrenunciables. Si la pandemia se prolonga y el miedo gana terreno, no tardar¨¢n en aparecer quienes propongan a una ciudadan¨ªa sobrecogida el siniestro negocio de una salvaci¨®n ilusoria a cambio de renunciar a esos logros y a esos principios, se?alando chivos expiatorios entre los partidos pol¨ªticos, los extranjeros que hu¨ªan de otros peligros o las naciones se?aladas como enemigas. No es la salvaci¨®n lo que est¨¢ al final de ese camino, sino un infierno liberticida y tenebroso.
Frente a estas fuerzas oscurantistas que la pandemia amenaza con liberar, al revelar de pronto que incluso las sociedades m¨¢s fuertes est¨¢n construidas sobre la fragilidad humana, el m¨¢s firme baluarte recibido de la normalidad c¨ªvica que parece desdibujarse en el inmediato pasado es el Estado democr¨¢tico. Un Estado que es democr¨¢tico porque no consiste en un artefacto impersonal del que reclamar soluciones que nadie tiene, sino en un compromiso individual con unas instituciones a las que se reconoce la legitimidad para fijar la respuesta a la pandemia, para buscar y allegar los medios con los que detener sus efectos sanitarios y econ¨®micos, y para convocar a los ciudadanos de manera que cada acci¨®n diaria, as¨ª sea min¨²scula y elemental, no comprometa el objetivo com¨²n.
En Espa?a, ese Estado democr¨¢tico legado por una sociedad que hace medio siglo dej¨® atr¨¢s la dictadura y eligi¨® vivir en libertad, igualdad y fraternidad pese a todos los obst¨¢culos, se ha manifestado durante el estado de alarma en el esfuerzo abnegado de arquitectos, sanitarios, soldados, polic¨ªas y profesionales que, sin abandonar ninguna de sus infinitas otras tareas, levantaron salas y hospitales de emergencia en pocas horas, lo mismo que en el de cada ciudadano que observa las reglas de confinamiento y se apresta a ayudar a sus vecinos m¨¢s necesitados. Y no hay por qu¨¦ ocultarlo, tambi¨¦n se ha manifestado en los titubeos y en los errores de un Gobierno leg¨ªtimo, unos inevitables y otros resultado, qui¨¦n sabe, del exceso de confianza o de la inexperiencia.
Comprometerse en este caso con el Estado democr¨¢tico significa que cada responsable pol¨ªtico se pregunte honestamente si habr¨ªa sido capaz de ofrecer mejores soluciones. Si la respuesta es negativa, solo cabe apretar los dientes y cerrar filas. Y si es afirmativa, el deber inexcusable es ponerlas a disposici¨®n de quien tiene la legitimidad para ejecutarlas, no servirse de ellas como instrumento de chantaje para reclamar la raz¨®n o incluso el poder. Tantos a?os de crispaci¨®n han terminado por convertir el consenso que permiti¨® construir el Estado democr¨¢tico en una aspiraci¨®n quim¨¦rica. En estos graves momentos, sin embargo, una parte de su futuro, as¨ª como del futuro de todos los ciudadanos, depende de que esa aspiraci¨®n se haga de nuevo realidad.
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