Pr¨®rroga y deber
La cooperaci¨®n leal del PP no acaba en la prolongaci¨®n del estado de alarma
La intervenci¨®n realizada por el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, en el pleno del Congreso de los Diputados para autorizar la pr¨®rroga del estado de alarma provoca una ¨²nica reacci¨®n: estupefacci¨®n. Porque la pregunta que sus palabras dejaron flotando en el hemiciclo casi vac¨ªo era tambi¨¦n una sola: ?qu¨¦ cat¨¢strofe tiene que abatirse sobre Espa?a para que el Partido Popular ofrezca una cooperaci¨®n leal a las instituciones del Estado en las que no gobierna? Cualquier tribuna y cualquier circunstancia no pueden ser ocasi¨®n para exhibir un cicatero listado de reproches ni para convertir medias verdades en acusaciones feroces. Las hemerotecas de los ¨²ltimos a?os pueden ser, sin duda, un arsenal pol¨ªtico ilimitado para proseguir la bronca de todos contra todos. Pero tambi¨¦n el recordatorio de lo que el pa¨ªs no puede permitirse ahora.
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Casado sugiri¨® que las banderas ondeen a media asta, que se celebre un funeral de Estado y que se levante un monumento a las v¨ªctimas. El presidente del Partido Popular puede tener la absoluta certeza de que no se le escatimar¨¢ el apoyo a estas medidas cuando la pandemia del coronavirus sea solo una pesadilla que, mientras dur¨®, coloc¨® a cada cual ante su propio concepto del deber. Pero entretanto, es de este concepto de lo que se trata. Casado y otros dirigentes de su partido, que han llegado a responsabilizar de los fallecimientos al presidente del Gobierno, limitan el suyo a apoyar la prolongaci¨®n del estado de alarma, entendiendo que ese voto les libera de cualquier otro compromiso ante una circunstancia dram¨¢tica para el pa¨ªs y los ciudadanos.
Casado acus¨® al Gobierno de ineficacia al adquirir material de protecci¨®n, y tambi¨¦n de poner en peligro a los profesionales que se encuentran en primera l¨ªnea para evitar la progresi¨®n de los contagios y cuidar a los enfermos. Lo que no dijo Casado es que los mercados internacionales de estos materiales est¨¢n desbordados, al tratarse de una pandemia que afecta a casi dos centenares de pa¨ªses, todos compitiendo a la desesperada. Critic¨® el funcionamiento del mando ¨²nico de Sanidad para distribuir entre las comunidades aut¨®nomas las limitadas cantidades de material con las que ha podido hacerse el Estado, bajo una extrema presi¨®n interna e internacional. Lo que no dijo es que la alternativa a ese mando es que las comunidades act¨²en por separado, disminuyendo la capacidad de negociaci¨®n con los proveedores y distorsionando la distribuci¨®n dentro de Espa?a.
Las fuerzas independentistas, por su parte, demostraron una vez m¨¢s la imposibilidad de mantener la coherencia desde sus posiciones pol¨ªticas. No existe l¨®gica desde la que, por un lado, se pueda solicitar del Ejecutivo el endurecimiento del confinamiento, y, por otro, abstenerse de apoyar la pr¨®rroga del estado de alarma. Si el resto de los grupos parlamentarios se hubieran atenido a este mismo criterio, en el que no se sabe si lo que prevalece es el ventajismo o la irresponsabilidad, el pa¨ªs se habr¨ªa visto abocado sin remedio a una situaci¨®n sanitariamente dantesca. Pero, adem¨¢s, jur¨ªdicamente kafkiana. Si era eso lo que persegu¨ªan con su abstenci¨®n, no deber¨ªan ocult¨¢rselo a los ciudadanos que rechazan su programa, pero, sobre todo, a los que creen en ¨¦l y lo apoyan.
Frente a unos y frente a otros, los independentistas, m¨¢s all¨¢ de prorrogar o no la alarma, tambi¨¦n tienen un deber.
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