La dureza de ser mujer en Mauritania
Este es el relato de una voluntaria en salud mental en el pa¨ªs africano donde el 66% de las ni?as y mujeres han sufrido alguna forma de violencia y mutilaci¨®n genital
Hace cuatro meses que llegu¨¦ a Mauritania por primera vez, a trav¨¦s del programa EU Aid Volunteers (EUAV) de la Uni¨®n Europea, para trabajar con la ONG M¨¦dicos del Mundo.
Las mujeres caminan despacio por las polvorientas calles de Nouakchott, la capital del pa¨ªs. Envueltas en los colores de sus melfhas se esconden de las miradas indiscretas, custodiando mil y una historias donde ser fuerte no ha sido una opci¨®n, sino la norma. La mirada fiera, la cabeza erguida, la determinaci¨®n y la valent¨ªa en sus labios agrietados. La vida duele, pero nunca se deja de caminar hacia delante.
No es f¨¢cil ser mujer en la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Mauritania. La pobreza y las desigualdades ¨¦tnicas no hacen sino agravar la inequidad estructural que sit¨²a a las mujeres y ni?as en una situaci¨®n de extrema vulnerabilidad. En un contexto social en el que los roles de g¨¦nero est¨¢n tan marcados, ellas son con frecuencia infantilizadas y despojadas de toda capacidad de decisi¨®n. En muchas comunidades, su papel es el hogar: la reproducci¨®n y la satisfacci¨®n de las necesidades de la familia. A menudo es repudiada si no logra dar descendencia, pues es a trav¨¦s de la fecundidad y del servilismo que cumple con la misi¨®n que tradicionalmente se le asigna. La virginidad antes del matrimonio es uno de los tesoros m¨¢s preciados, lo que conduce a la estigmatizaci¨®n de las mujeres que no la conservan antes de casarse, conduciendo incluso a su culpabilizaci¨®n en caso de sufrir violencia sexual.
Cada etnia posee sus propias particularidades y esta explosi¨®n cultural dificulta hacer generalizaciones sobre la situaci¨®n global de las mujeres en este pa¨ªs. No obstante, las estad¨ªsticas arrojan datos estremecedores, como que el 66% de las ni?as y mujeres han sufrido alguna forma de mutilaci¨®n genital femenina, llegando este porcentaje hasta el 90% en algunas regiones. El matrimonio infantil afecta a un 35,2 % de ellas, alcanzando m¨¢s de un 50% en algunos lugares. La violencia sexual y la violencia conyugal son a¨²n m¨¢s dif¨ªciles de calcular, porque muy pocas personas deciden comunicarlo a las autoridades. A pesar de que la ley concibe como delitos estas formas de violencia, esto no impide que muchas veces est¨¦n invisibilizadas debido a los tab¨²es existentes en torno a la sexualidad.
La virginidad antes del matrimonio es uno de los tesoros m¨¢s preciados, lo que conduce a la estigmatizaci¨®n de las mujeres que no la conservan antes de casarse
La violencia de g¨¦nero, sumada al enfoque comunitario en la resoluci¨®n de problemas, frecuentemente induce a las familias a faire des arrangements (hacer arreglos) tras revelarse una agresi¨®n sexual. Es decir, los padres pactan con los violadores la recepci¨®n de una cantidad de dinero a cambio de no denunciar el delito a la polic¨ªa. En otros casos, se fuerza a la mujer a contraer matrimonio con su agresor. Los padres, con estas decisiones, buscan la protecci¨®n de sus hijas y del resto de la familia. No obstante, contribuyen a que la violaci¨®n quede en la sombra, no habiendo un reconocimiento de la injusticia sobrevenida a las mujeres. La violencia se legitima y, por tanto, no deja de reproducirse.
Por estos motivos, M¨¦dicos del Mundo (MdM) trabaja desde hace tiempo en el fortalecimiento de un circuito de atenci¨®n integral (asistencia m¨¦dica, psicol¨®gica y jur¨ªdica) para v¨ªctimas. Adem¨¢s de la apertura en junio de 2017 de la Unidad de Atenci¨®n y Cuidado de V¨ªctimas de Violencia de G¨¦nero en el hospital Materno Infantil de Nouakchott, en 2018 una segunda unidad de atenci¨®n a v¨ªctimas de violencia de genero abri¨® sus puertas en la regi¨®n de Guidimakha, al sur del pa¨ªs. A lo largo del 2020, otras dos unidades abrir¨¢n en la regi¨®n del norte de Dakhlet-Nuadib¨² y al este en Bassikonou, a 20 kil¨®metros del campo de refugiados de Mbera.
El trabajo no finaliza con la atenci¨®n m¨¦dica en los hospitales, sino que se trabaja conjuntamente con las organizaciones de la sociedad civil para garantizar una intervenci¨®n hol¨ªstica para las supervivientes de VG. Adem¨¢s, MdM contribuye con la sensibilizaci¨®n comunitaria para concienciar sobre la violencia basada en el g¨¦nero y las nefastas consecuencias que algunas creencias socioculturales profundamente arraigadas pueden tener sobre la salud de las mujeres.
Mi trabajo estos meses ha consistido en el refuerzo de capacidades del personal sociosanitario que trabaja en atenci¨®n directa con v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero. Concretamente, he impartido formaciones sobre apoyo psicosocial y primeros auxilios psicol¨®gicos a m¨¦dicos y matronas, y he realizado acompa?amientos con las asistentas sociales. Estas tareas me han permitido adentrarme en las estructuras de atenci¨®n a las v¨ªctimas para analizar la calidad de la asistencia psicosocial y poder proponer mejoras. Los profesionales mauritanos han sido siempre muy acogedores conmigo y, libres de prejuicio, me han permitido el acceso durante sus intervenciones individuales y grupales para poder acompa?arlos durante los procesos terap¨¦uticos que facilitan.
Es enero y el invierno mauritano nos regala 35 grados de t¨®rrido sol. Estoy en el hospital Materno Infantil de Nouakchott y camino hacia la sala de atenci¨®n social, integrada en el servicio de maternidad del centro hospitalario. Observo en silencio el trabajo de la matrona y la asistenta social mientras reciben a una adolescente superviviente de violencia sexual. Tras una entrevista inicial para comprender mejor la situaci¨®n y el contexto social de la v¨ªctima, la asistente psicosocial aprovecha la espera de los an¨¢lisis m¨¦dicos para acompa?ar y dar apoyo emocional a la adolescente y su madre. Estas sesiones de apoyo son fundamentales para proteger la salud mental, al posibilitar un espacio de confianza y desahogo, sin juzgar, y promotor del bienestar de toda la familia.
En ocasiones, la asistenta debe mediar entre los padres y la v¨ªctima, hacerles comprender que una violaci¨®n nunca es culpa de quien la recibe y que todos deben estar unidos para ayudar a la hija a superar el trauma vivido. Tras la atenci¨®n psicosocial y las pruebas m¨¦dicas, la v¨ªctima es derivada a una organizaci¨®n de la sociedad civil, donde continuar¨¢ recibiendo asistencia psicol¨®gica y jur¨ªdica.
Es una suerte poder sumergirse en una especialidad tan poco desarrollada en Mauritania: la salud mental y el apoyo psicosocial a las personas que han sufrido episodios traum¨¢ticos de naturaleza sexual. A lo largo de estos meses, seguiremos trabajando una estrategia transversal en los proyectos que M¨¦dicos del Mundo desarrolla en el pa¨ªs. Una tarea nada sencilla donde apenas hay profesionales de la psicolog¨ªa y donde los afectados son generalmente rechazados por la comunidad o conducidos a curanderos tradicionales para que les ayuden a sanar a trav¨¦s de pr¨¢cticas m¨¢gico-religiosas.
No es f¨¢cil ser mujer en la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Mauritania. Pero las mujeres y ni?as mauritanas nos son meros agentes pasivos receptores de violencia, se trata de que a trav¨¦s de la protecci¨®n y la prevenci¨®n, progresen hacia su autonom¨ªa, facilitar que sean ellas las protagonistas de sus procesos. As¨ª, es posible desarrollar peque?as acciones que puedan contribuir a lograr grandes cambios en un futuro, tender una mano para fortalecer su resiliencia.
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