La cercan¨ªa y sus inconvenientes
?Estamos preparados para vivir tanto tiempo en un espacio donde solo hay intimidad, sin la compensaci¨®n de la distancia?
Nuestra civilizaci¨®n se ha construido sobre la distancia, pero su imaginario echa de menos la cercan¨ªa; la sociedad moderna incrementa la diferencia, al mismo tiempo que a?ora la similitud. Hay instituciones que nos alejan de los nuestros, como la escuela, la ciudad, el comercio y la globalizaci¨®n, pero tambi¨¦n hay familia, amigos, afecto y entorno inmediato. Lo correcto es alabar el cosmopolitismo y la diversidad, pero en cuanto podemos buscamos a nuestros semejantes; lo de las disonancias cognitivas se lleva bien en teor¨ªa, pero hay algo en nosotros que desea un entorno que nos ratifique, redundancia sin sorpresas.
La articulaci¨®n de ambas dimensiones, la distancia y la cercan¨ªa, ha cristalizado en nuestros modos de vida y la propia configuraci¨®n psicol¨®gica de un modo al que apenas prestamos atenci¨®n. Sin darnos demasiada cuenta, gestionamos las dosis adecuadas de afectividad, indiferencia y conflicto. De repente, un confinamiento obligatorio e inesperado hace que amputemos de nuestra vida cotidiana todas aquellas dimensiones que tienen que ver con la distancia y nos quedemos exclusivamente con las de la cercan¨ªa. No est¨¢bamos preparados para permanecer confinados entre cuatro paredes, pero, sobre todo, para una dosis exclusiva de proximidad.
El confinamiento ser¨¢ una prueba de resistencia tambi¨¦n para la familia y nuestro equilibrio psicol¨®gico. Acostumbrados como est¨¢bamos a pensar que lo que mata es la distancia, el interrogante que se nos plantea ahora es si seremos capaces de sobrevivir a tanta proximidad. ?C¨®mo podremos lidiar con una cercan¨ªa cuya evasi¨®n es una de las grandes posibilidades que nos ofrece la sociedad contempor¨¢nea? La idea de que los seres humanos descubrimos qui¨¦nes somos cuando estamos solos suena muy bien, pero es poco realista; ese encuentro consigo mismo lo realizamos en las distintas formas de dispersi¨®n que nos ofrece la vida moderna y haciendo cosas diversas (en el trabajo, en el ocio, viajando¡); donde nos perdemos a nosotros mismos es en la monoton¨ªa y la limitaci¨®n.
?Estamos preparados para vivir tanto tiempo en un espacio en el que solo hay intimidad, donde la cercan¨ªa no es compensada por la distancia, sin esa cantidad de indiferencia y conflicto a la que nos hab¨ªa acostumbrado la vida moderna? Adem¨¢s, aunque para algunos de nosotros estas altas concentraciones de intimidad tendr¨¢n unos efectos bastante llevaderos, no deber¨ªamos olvidar que para otros, por las condiciones de su espacio dom¨¦stico o por aquellos con quienes tienen que compartirlo, ser¨¢ literalmente un infierno. La convivencia continua entre cuatro paredes no necesariamente nos acerca m¨¢s a los seres humanos. Desde China se nos informa que el confinamiento hizo que creciera la violencia dom¨¦stica. Para las mujeres amenazadas desaparece aquella posibilidad de una distancia que es su ¨²ltima protecci¨®n. El lockdown perjudica m¨¢s a unos ni?os que a otros y agudiza las desventajas de la desigualdad, en funci¨®n del espacio, los libros y los ordenadores disponibles. Para aquellos ni?os y ni?as en cuya casa hay penuria econ¨®mica o violencia, la escuela es una salvaci¨®n, all¨ª donde reciben comida, estabilidad y protecci¨®n. El encierro en casa les priva de esa seguridad.
Hablamos mucho de lo que aprenderemos tras esta crisis. Cuando todo el mundo dice que vamos a revalorizar la familia o el espacio de la intimidad, yo me atrever¨ªa a presagiar lo contrario: que vamos a volver a apreciar la distancia. No sabemos (y tal vez lo descubramos ahora) hasta qu¨¦ punto una sociedad como la nuestra se enriquece del hecho de que no vivamos en c¨ªrculos sociales estrechos. La escuela es la primera instituci¨®n que permite que los contactos sociales no se reduzcan a la propia familia, la instituci¨®n que nos distancia de nuestro espacio de redundancia y nos abre a experiencias de diversidad y contraste, el lugar donde se aprende a sobrellevar la indiferencia y gestionar los primeros conflictos. Pese a los elogios que recibe ahora la ense?anza telem¨¢tica, tal vez empecemos a echar de menos la igualdad de la escuela presencial, con id¨¦ntico pupitre y la misma conexi¨®n a Internet, donde se mitiga la brecha digital. Una funci¨®n similar ha supuesto para las mujeres el acceso al mercado laboral: les ha permitido emanciparse de la dedicaci¨®n exclusiva a lo dom¨¦stico. Desde la escuela hasta el mercado, hay en la sociedad moderna un conjunto de instituciones que nos han dotado de una libertad que hubiera sido imposible en el c¨ªrculo familiar o en la sociedad tribal que no era m¨¢s que un conjunto de familias.
Todo esto no va contra la familia, sino contra esa anomal¨ªa social que supone una limitaci¨®n de nuestra vida a la vida familiar, como tambi¨¦n ser¨ªa an¨®malo que fu¨¦ramos reducidos a nuestra funci¨®n profesional o a nuestro hobby favorito. La libertad, como el equilibrio psicol¨®gico, se debe a la posibilidad de ser varias cosas y no quedar reducidos a una sola. Uno de los aprendizajes de la crisis habr¨ªa de ser lo mucho que le debemos a esa sociedad diferenciada, que tan mala prensa tiene como lugar de estr¨¦s e indiferencia. Me atrevo a asegurar que todos, hasta los del veto parental (que piensan en la escuela como una mera prolongaci¨®n de la familia), acabaremos echando de menos la escuela, la indiferencia de la vida humana y la frialdad de los mercados. ¡ªeps
Daniel Innerarity es fil¨®sofo y catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica y Social.
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