Perd¨®nenme el escepticismo
No, la desgracia no nos vuelve m¨¢s racionales ni nos ense?a lecciones, ni nos rebaja los humos ni el postureo
En las variables circunstancias actuales, m¨¢s vale se?alar el d¨ªa en que escribo, as¨ª que estoy a 29 de marzo, tras dos semanas de confinamiento. Como muchos, veo y leo las noticias con cuentagotas, y evito los medios m¨¢s chillones y tremendistas, es decir, la mayor¨ªa. Escucho y miro opiniones, por si alguien piensa algo interesante o sensato o no superficial, si bien las profundidades suelen aparecer m¨¢s en los tiempos serenos que en los convulsos. Entre las cursiler¨ªas y t¨®picos vacuos que inevitablemente se deslizan por doquier, hay uno reiterad¨ªsimo, que se resume as¨ª: ¡°Espero que de esto salgamos mejores¡±. No quisiera a?adir malos augurios, pero lamento sentirme esc¨¦ptico y disentir de esta esperanza. Cuando la epidemia pase, y tras un breve periodo de luto y de recuperaci¨®n del ¨¢nimo, la alegr¨ªa ser¨¢ tanta que conducir¨¢ velozmente al exceso y a los viejos h¨¢bitos. Los supervivientes (ojal¨¢ seamos casi todos) tomar¨¢n el episodio como un par¨¦ntesis fastidioso y f¨²nebre al principio; despu¨¦s, como una gran contrariedad que les hizo perder dinero y meses de viajes y actividad. Y demasiadas cosas volver¨¢n a su antiguo ser por una sencilla raz¨®n: ni la tristeza, ni la preocupaci¨®n, ni el sufrimiento, ni el miedo, nos convierten en m¨¢s inteligentes ni en m¨¢s modestos ni en menos engre¨ªdos y codiciosos. Quiz¨¢ s¨ª, moment¨¢neamente y en algunos casos, en m¨¢s solidarios y compasivos. En algunos casos, insisto con pesar.
Si atendemos a las reacciones durante la propia crisis del coronavirus, comprobamos que quienes acostumbran a comportarse con responsabilidad (m¨¦dicos y sanitarios, farmac¨¦uticos, sacrificadas cajeras, quiosqueros, transportistas, polic¨ªas, militares, etc) siguen en ello o incluso alcanzan la abnegaci¨®n. Y que el abundante resto, con sus excepciones, contin¨²a siendo igual de ego¨ªsta, narcisista, fatuo o imb¨¦cil que con anterioridad. Nunca debe olvidarse que, hasta en las peores emergencias, siempre hay ¡°listos¡± que ven en ellas una oportunidad para sus intereses, causas o planes, con los ojos puestos en su terminaci¨®n. Divisan ya el retorno a la normalidad y toman posiciones para sacar provecho en el tr¨¢nsito. Mientras Europa intentaba no sucumbir a la Segunda Guerra Mundial, empresarios, pol¨ªticos, banqueros y ¡°revolucionarios¡± colocaban sus piezas pensando en el tablero resultante a su fin. A la cabeza de todos, Stalin, como lo prueba su ocupaci¨®n de los pa¨ªses del Este europeo que, a trav¨¦s de sus sucesores, se prolong¨® m¨¢s de cuarenta a?os, si es que no prosigue hoy bajo nuevos disfraces autoritarios (v¨¦anse Rusia, Hungr¨ªa, Polonia, Eslovaquia). Hoy tambi¨¦n leo declaraciones que parecen dictadas por la figuraci¨®n del tablero cuando ¨¦ste se haya reordenado. El mezquino y el maquinador no cesan de serlo durante la tragedia, o se superan. Los podemitas (Echenique, Monedero y dem¨¢s) arremeten contra Amancio Ortega y Bot¨ªn porque destinan millones a ayudar a la sanidad semidesmantelada por el PP o a la poblaci¨®n en precario. Esos millonarios tendr¨¢n sus defectos y hasta lacras, tal vez, pero no cabe denostarlos cuando echan una mano (siempre habr¨ªa tiempo para eso), sino recibir su mal llamada ¡°limosna¡± con los brazos abiertos y gratitud: a fin de cuentas, podr¨ªan haber permanecido impert¨¦rritos mientras los sanitarios arriesgaban su vida sin mascarillas ni guantes, y los m¨¢s d¨¦biles mor¨ªan m¨¢s f¨¢cilmente por falta de respiradores. Por su parte, los independentistas catalanes, obsesos cl¨ªnicos, s¨®lo han vislumbrado la oportunidad de tratar de cerrar Catalu?a y conseguir de facto su rep¨²blica, aunque sea ficticia y transitoriamente: s¨®lo les importan sus enso?aciones, su ¡°hoja de ruta¡±, su ensimismamiento, pase lo que pase alrededor. El PP y Vox se aferran a la ocasi¨®n para torpedear al Gobierno por sus meteduras de pata y su torpeza cong¨¦nita. Tampoco es momento de eso, cuando hay que aunar esfuerzos en torno a la ¨²nica autoridad disponible, mal que nos pese que nos haya ca¨ªdo esta en suerte y no otra con m¨¢s temple y br¨ªo y menos reh¨¦n de sus traicioneros socios.
No, nadie mejora por el sufrimiento y el miedo. Si acaso empeora. A los articulistas que leo con placer o admiraci¨®n los sigo leyendo. A los muchos que, m¨¢s que tener una opini¨®n o una visi¨®n meditada de la situaci¨®n, dan la impresi¨®n de haberse preguntado antes de enfrentarse a la tecla: ¡°?Qu¨¦ me har¨¢ quedar hoy mejor? ?Hablar de los ancianos dados por sobrantes, de los que se forran con las cat¨¢strofes, de los h¨¦roes ¡®invisibles¡¯, del mundo avaricioso que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª?¡±¡ A esos, a los demagogos en beneficio propio, ya no los logro aguantar, ni siquiera para re¨ªrme ni por curiosidad profesional. No, la desgracia no nos vuelve m¨¢s racionales ni nos ense?a lecciones, ni nos rebaja los humos ni el postureo ni la presunci¨®n. Todo persevera inmutable y me temo que perseverar¨¢. Para acabar con una nota de aliento, recordar¨¦ otra vez la cita de Edmund Burke, que acaso aproveche a quienes en todas las circunstancias suelen actuar con responsabilidad: ¡°No desesper¨¦is jam¨¢s, y, si desesper¨¢is, seguid trabajando¡±.
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