No hay fronteras para las enfermedades (ni para la xenofobia)
La ciencia nos muestra que es m¨¢s importante buscar la relaci¨®n entre las dolencias y la contaminaci¨®n que su origen geogr¨¢fico
Nada parece ser lo mismo desde que vemos desde nuestras ventanas las ciudades desiertas, militares en las calles y las intervenciones en televisi¨®n de los presidentes con un lenguaje b¨¦lico que arenga a derrotar a un ¡°enemigo invisible¡±. Unas palabras que contrastan con los esfuerzos del personal sanitario por salvar vidas, la solidaridad desplegada en forma de aplausos en nuestros balcones, los cuidados de personas dependientes o el trabajo de los cajeros en el supermercado. Esto no es una guerra, aunque militares entreguen sus capacidades y experiencia al servicio de los ciudadanos, es una emergencia sanitaria. En momentos de graves crisis sociales aparecen los mal llamados hombres fuertes, que ofrecen seguridad a cambio de sacrificar derechos y libertades. Es habitual que los medios de comunicaci¨®n pongan de relieve que en Europa los estados de alarma que no se ve¨ªan desde la II Segunda Guerra Mundial aunque con una crisis econ¨®mica en ciernes tenemos un caldo de cultivo m¨¢s parecido al del ascenso de los fascismos.
El caso m¨¢s reciente es el de Viktor Orb¨¢n, primer ministro h¨²ngaro, que ha aprovechado la pandemia de la COVID-19 para liberarse del control parlamentario y poder gobernar indefinidamente por decreto. Orb¨¢n es conocido por ser uno de los referentes del populismo antimigratorio y euroesc¨¦ptico en Europa, en el llamado grupo de Visegrado, junto a Eslovaquia, Polonia y Rep¨²blica Checa. La Comisi¨®n Europea ha criticado que estas medidas no se ajusten a la temporalidad defendida por el derecho internacional, ni a la proporcionalidad en los l¨ªmites en los derechos y libertades fundamentales.
No es el ¨²nico pa¨ªs en una deriva autoritaria que hace que las medidas de cuarentena sean una cuarentena a la democracia. Turqu¨ªa, Rusia, Montenegro y Serbia han realizado ya varias detenciones a personas que publicaron informaci¨®n que provoca ¡°p¨¢nico y pone en peligro la seguridad¡± en las redes. Otro pa¨ªs a la vanguardia de la restricci¨®n de libertades es el Israel de Nethanyahu, al otorgar a los servicios de inteligencia la capacidad de intervenir tel¨¦fonos para localizar a posibles infectados en los territorios ocupados palestinos. Es una constante que se sospeche de grupos opositores, de activistas como chivos expiatorios.
La periodista Sonia Shah, especializada en cubrir pandemias, se?ala en un art¨ªculo de la revista Time los peligros de asociar a una enfermedad a un lugar determinado de origen, aunque su expansi¨®n sea global y no distinga de fronteras. "Vemos claramente que son principalmente los extranjeros quienes introducen la enfermedad y esta se propaga entre ellos", declar¨® el dirigente ultranacionalista h¨²ngaro despu¨¦s de suspender hace semanas los visados con Ir¨¢n. Cuando Donald Trump se refiere al coronavirus como el ¡®virus de Wuhan¡¯ hay una relaci¨®n directa entre estas ideas con agresiones como la que sufri¨® Thomas Shiu en Madrid o con el movimiento #YoNoSoyUnVirus como respuesta de la comunidad China en Francia para erradicar prejuicios. Otro ejemplo de medidas tomadas por miedos derivados de la xenofobia es del gobierno australiano al mantener en cuarentena a ciudadanos de origen exclusivamente chino en uno de los centros de detenci¨®n de extranjeros de la isla Christmas. No se alegan razones humanitarias, ni se cuestiona que estos lugares atenten contra los derechos de los internos, sino se apela al miedo como posible foco de infecci¨®n.
Ciencia frente al autoritarismo
La pandemia de la xenofobia es fuerte en situaciones de miedo. No son casuales los nombres de ¡®fiebre de Wuhan¡¯; del ?bola haciendo referencia al r¨ªo de Rep¨²blica del Congo o la ¡®fiebre espa?ola¡¯ de principios del XIX, aunque no se originase en Espa?a. Un ejemplo hist¨®rico escalofriante de xenofobia ocurri¨® en Nueva York en 1832, cuando lleg¨® un barco con trabajadores irlandeses con un brote de c¨®lera. La respuesta de las autoridades norteamericanas fue mantener el barco en el mar durante dos semanas para despu¨¦s masacrar a la tripulaci¨®n en secreto. Los cuerpos fueron exhumados en una fosa com¨²n en 2009 por un grupo de arque¨®logos en b¨²squeda de restos de las primeras l¨ªneas de ferrocarril. Una medida brutal e irracional al asociar un pat¨®geno a un lugar de origen arroja luz sobre la importancia de las palabras a la hora de definir la realidad. Numerosos investigadores de medicina cl¨ªnica recomiendan la utilizaci¨®n del nombre cient¨ªfico del virus para evitar estas conexiones.
No se alegan razones humanitarias, ni se cuestiona que estos lugares atenten contra los derechos de los internos, sino se apela al miedo como posible foco de infecci¨®n.
La ciencia nos muestra que es m¨¢s importante buscar la relaci¨®n entre enfermedades y la contaminaci¨®n, no su origen geogr¨¢fico, ni el de las personas portadoras. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud estima que al a?o siete millones de personas mueren por enfermedades respiratorias y card¨ªacas derivadas de la combusti¨®n de di¨¦sel, que agravan los s¨ªntomas de la COVID-19. M¨¢s del 90% de las muertes relacionadas con la contaminaci¨®n del aire se producen en pa¨ªses de ingresos bajos y medianos, principalmente de Asia y ?frica, seguidos por los pa¨ªses de la regi¨®n del Mediterr¨¢neo Oriental, Europa y las Am¨¦ricas.
La deforestaci¨®n, la contaminaci¨®n y la urbanizaci¨®n masiva provocan que los animales cambien de h¨¢bitat. Los que sobreviven no tienen otra opci¨®n que vivir en lugares cercanos a los humanos. Como resultado, los microbios hu¨¦sped en fauna salvaje entran en contacto constante con humanos y pueden volverse transmisores enfermedades letales. Es el caso del virus del zika en Brasil, que se transmite a partir de un mosquito que pierde su h¨¢bitat con la destrucci¨®n la Amazonia, o de varias especies de murci¨¦lago ligadas con el virus del ?bola y que abandonan sus bosques talados por granjas cercanas.
Es necesario, m¨¢s que nunca, saber que somos seres naturales que dependemos de nuestro entorno en el que todo est¨¢ conectado. No hay lugar para los negacionistas del cambio clim¨¢tico. Y que la respuesta no puede ser la de los Orb¨¢n,Trump o Bolsonaro de buscar chivos expiatorios en colectivos vulnerables, reforzar muros y debilitar la democracia. Tenemos la oportunidad de cuestionar nuestro modelo productivo poniendo por delante a los seres humanos, al planeta y replantear las fronteras tal como las conocemos.
?lvaro Bravo Guti¨¦rrez es periodista especializado en informaci¨®n internacional.
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