Sobre bailarines y gorriones
?Qu¨¦ podemos hacer con las heridas de la vida sino intentar convertirlas en luz para que no nos destruyan?
Entre la catarata de contenidos visuales y sonoros que est¨¢n circulando durante el confinamiento por las redes, he recibido un v¨ªdeo que tal vez conozcan (y si no, por favor, b¨²squenlo). En ¨¦l, una treintena de artistas del Ballet de la ?pera de Par¨ªs interpretan, cada uno desde el encierro de su hogar, la maravillosa y sobrecogedora ¡®Danza de los caballeros¡¯ del Romeo y Julieta de Sergu¨¦i Prok¨®fiev. Dura tan s¨®lo 4 minutos y 30 segundos, pero es de las cosas m¨¢s extraordinarias que he visto en mi vida. Conmovedor hasta hacer saltar las l¨¢grimas. Lo colgu¨¦ de mi Facebook, y una lectora tan impactada como yo, Sabrina Bonifacio, coment¨®: ¡°Esto me hizo pensar en lo hermosa que es la humanidad¡±. As¨ª de impresionante es.
Hay algo en la danza que siempre me ha emocionado mucho. Quiz¨¢ sea por el absoluto sacrificio de los bailarines, por la manera en la que tienen que doblegar y atormentar sus cuerpos para convertirlos en un dibujo ef¨ªmero, en un trazo de escritura a¨¦rea hecha con la carne. Y todo ese esfuerzo inaudito, las inacabables horas de ensayo y el dolor que deben soportar, culmina en un espect¨¢culo que quiz¨¢ repitan cinco veces. Esto es, se matan por conseguir apenas unos minutos de hermosura. Por alcanzar el milagro de transmutarse en m¨²sica.
Es tan trabajoso y al mismo tiempo tan fugaz el oficio de la danza que, si se piensa bien, quiz¨¢ sea el arte m¨¢s loco, esto es, el m¨¢s puro, el m¨¢s sublime. El que en verdad tiene como principal motivaci¨®n el anhelo de rozar la belleza. Los j¨®venes artistas del v¨ªdeo, en fin, mueven sus disciplinados cuerpos con una facilidad dificil¨ªsima. Levantan una pierna majestuosa en el dormitorio, convierten sus torturados pies en curvas perfectas en el comedor o bailan en la cocina junto a una ni?a vestida con un tut¨² diminuto. Y todo lo hacen al comp¨¢s de la aterradora pieza de Prok¨®fiev, una elecci¨®n musical magn¨ªfica, porque es a la vez amenaza y belleza. La amenaza del virus; y la belleza como arma desesperada pero luminosa de los seres humanos contra el dolor. Hay una frase del pintor Georges Braque que cito a menudo: ¡°El arte es una herida hecha luz¡±. En efecto, ?qu¨¦ podemos hacer con las heridas de la vida sino intentar convertirlas en luz para que no nos destruyan?
La pandemia nos ha demostrado, una vez m¨¢s, el nulo control que tenemos los humanos sobre nuestro destino: somos hormigas indefensas y pataleantes. Pero, a diferencia de las hormigas, estamos tocados por la maravillosa locura de la belleza. Y es tan importante para nosotros ese ensue?o de armon¨ªa, esa pasi¨®n transcendente y grandiosa que nos une, que en los momentos m¨¢s tr¨¢gicos de la humanidad arriesgamos la vida por preservarla. Como la arriesg¨® el conservador del Louvre que, durante la ocupaci¨®n alemana de Par¨ªs en la Segunda Guerra Mundial, se llev¨® La Gioconda y la escondi¨®. En medio de una tragedia colosal y del exterminio de millones de personas, ese hombre se jug¨® el cuello por una vieja tabla embadurnada con pigmentos de colores. Y lo m¨¢s fascinante es que lo comprendemos.
Hay un chiste triste y tierno de un gorri¨®n que est¨¢ picoteando en busca de comida entre las v¨ªas del tren cuando ve que se acerca una locomotora. Intenta alzar el vuelo, pero advierte que se le ha quedado la patita enganchada debajo del ra¨ªl. Tira y tira de la pata, aletea con todas sus fuerzas mientras el monstruo de hierro se le viene encima; y cuando ya es inevitable que lo arrolle, el gorri¨®n se endereza, hincha y esponja el pecho y exclama: ¡°Bueno: pues si descarrila, que descarrile¡±. A los humanos nos pasa lo mismo: frente a un horror monumental, frente a la locomotora de la pandemia, levantamos con arrogancia una pierna perfecta de bailar¨ªn, un empeine de curvatura admirable. ?Y saben qu¨¦? El arte es en verdad un arma para nosotros tan poderosa que viendo el v¨ªdeo del ballet pens¨¦: si todos los habitantes del planeta logr¨¢ramos conectar al mismo tiempo en este sentimiento oce¨¢nico, en esta aguda percepci¨®n de lo bello; si todos pens¨¢ramos a la vez en lo hermosa que es la humanidad, originar¨ªamos una energ¨ªa positiva tan brutal que no s¨®lo ser¨ªamos capaces de acabar con el virus, sino incluso de alterar el rotar de la Tierra. Tan gorri¨®n soy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.