La inseguridad que se nos viene
A la incertidumbre y las angustias que nos endilga la pandemia y sus secuelas, habr¨¢ que a?adir la amenaza arbitraria y brutal de la criminalidad
A la pandemia de hambruna y pobreza que se anticipa por el paro econ¨®mico que sufrimos, hay otro flagelo igualmente devastador: el incremento que podemos esperar en la delincuencia. Particularmente en pa¨ªses como el nuestro en el que los niveles de la criminalidad son altos, una buena parte de la mano de obra trabaja en el sector informal y, por lo mismo, carece de cualquier tipo de protecci¨®n laboral.
Desde el viene-viene que ante la ausencia de clientes comenzar¨¢ a robar auto partes, hasta el exmesero que con una pistola de juguete intentar¨¢ hacerse de algunos pesos probando su suerte contra los pasajeros de un autob¨²s. No hablo del crimen organizado, sino del robo hormiga en las construcciones abandonadas, el asalto a una casa en busca de cualquier cosa susceptible de venderse, el hurto con amenaza de violencia a transe¨²ntes de carteras y celulares.
Imposible anticipar la magnitud que puede alcanzar, pero no ser¨¢ menor. No solo porque muchas empresas reducir¨¢n su personal o de plano cerrar¨¢n, tambi¨¦n porque los propios empleos informales padecer¨¢n el largo per¨ªodo de recuperaci¨®n y el descenso de la actividad econ¨®mica tras el confinamiento. La mitad de la poblaci¨®n trabajaba ya en el sector informal, una zona gris en la que muchos oficios y tareas, no todas, suelen operar en los pliegues de las normas y a espaldas de la autoridad. La crisis podr¨ªa empujar a muchas de estas personas a profundizar en la ilegalidad, a darle una vuelta m¨¢s a la tuerca del clandestinaje.
M¨¢s all¨¢ de la ¨¦tica o las leyes, las situaciones l¨ªmite convierten a los seres humanos en biolog¨ªa, por as¨ª decirlo. Nadie va a quedarse cruzado de brazos frente a la imposibilidad de llevar algo a la mesa de los suyos. Los niveles de impunidad frente al delito son tan altos, que el crimen se convierte en una opci¨®n real, aun cuando desesperada, para sobrevivir.
Los llamados para saquear supermercados y tiendas a horas espec¨ªficas, a trav¨¦s de redes sociales, al parecer han sido detenidos oportunamente gracias a que la autoridad pudo infiltrar las convocatorias desde el momento de su lanzamiento. Pero era notable la manera en que tales llamados eran respondidos por personas que, amparadas por el anonimato, estaban dispuestas a delinquir, aun cuando ellas mismas no se consideren delincuentes. El fuente ovejuna, la desigualdad y la necesidad, justifican cualquier acto por el cual la gente considere que est¨¢ haci¨¦ndose justicia social por propia mano.
Durante el combate en contra del huachicol, el a?o pasado, la opini¨®n p¨²blica pudo observar la manera en que comunidades completas participaban en el almacenamiento, la distribuci¨®n y la venta del combustible robado de los ductos. M¨¢s aun, vimos la indignaci¨®n real que mostraban al bloquear el paso de patrullas o impedir tumultuariamente la aprehensi¨®n de los huachicoleros. Defend¨ªan un modo de vida, pero tambi¨¦n expresaban un sentimiento profundamente arraigado: ¡°Si los gasolineros y funcionarios de Pemex roban, ?por qu¨¦ nosotros, que tenemos m¨¢s necesidad, no lo vamos a hacer?"
La otra fuente de inseguridad p¨²blica que habr¨¢ de venir es quiz¨¢ aun m¨¢s preocupante. La crisis econ¨®mica ha obligado al Gobierno a quitar atenci¨®n y recursos a la lucha en contra del crimen organizado. Una lucha que de por s¨ª ya est¨¢bamos perdiendo. La estad¨ªstica de estas ¨²ltimas semanas deja en claro que los sicarios no han sentido ninguna aprehensi¨®n frente al coronavirus. En otros pa¨ªses la actividad criminal descendi¨® como resultado del distanciamiento social; en M¨¦xico, en cambio, el n¨²mero de asesinados en las ¨²ltimas semanas ha alcanzado cotas hist¨®ricas. Todo indica que las bandas organizadas decidieron aprovechar los vac¨ªos de poder para expandir sus territorios en todos los sentidos. La entrega de despensas a la poblaci¨®n por parte de los carteles en varias ciudades del pa¨ªs, es un indicador m¨¢s del grado en que algunas de estas organizaciones comienzan a concebirse a s¨ª mismas como un estado paralelo. En Morelos, ¡°El Se?or¨®n¡±, capo regional, reparti¨® bolsas de comida con su nombre a tres cuadras de la oficina del gobernador, con la clara intenci¨®n de mostrar qui¨¦n detenta el verdadero poder en la entidad.
En suma, a la incertidumbre y las angustias que nos endilga la pandemia y sus secuelas, habr¨¢ que a?adir la amenaza arbitraria y brutal de la criminalidad.
Nota: el mi¨¦rcoles pasado el presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador se quej¨® del estado del periodismo en M¨¦xico y mencion¨® por nombre a tres colegas que lo atacan, seguido de otros tres que lo defienden. Luego, tras una vacilaci¨®n, ¡°no podr¨ªa decir yo que de izquierda, pero s¨ª es buen analista pol¨ªtico que se mete m¨¢s a entender lo que est¨¢ pasando y lo que somos, uno que escribe en EL PA?S, Jorge Zepeda Patterson¡±¡¤ Al respecto quisiera decir que agradezco y me siento halagado por la opini¨®n del mandatario sobre mis textos, pero ser¨ªa mucho m¨¢s conveniente nunca m¨¢s tener listas de buenos y malos periodistas, porque en el fondo terminan siendo tan arbitrarias como las etiquetas lapidarias que definen a un presidente como bueno o malo para siempre. Vivimos en un mundo complejo plagado de colores; todos perdemos cuando pol¨ªticos y periodistas solo ven im¨¢genes en blanco y negro.
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