Una pandemia global, pero asim¨¦trica
Todo el mundo sufrir¨¢ el impacto de la covid-19, pero de forma distinta. Por eso, la respuesta tambi¨¦n habr¨¢ de serlo. Sin un estudio debidamente contextualizado de los efectos secundarios, cualquier ant¨ªdoto puede estar abocado al fracaso
La lucha global contra el coronavirus requerir¨¢ abundantes dosis de aprendizaje mutuo. Los pa¨ªses que han contado con mayor margen de reacci¨®n pueden recurrir a la imitaci¨®n, lo cual representa una clara ventaja, al menos sobre el papel. No obstante, ?qu¨¦ ocurre cuando no existe terreno f¨¦rtil para implantar con ¨¦xito las pr¨¢cticas que funcionan en otros pa¨ªses? La crisis de la covid-19, que naci¨® en un pa¨ªs en desarrollo sui generis ¡ªcomo es China¡ª y est¨¢ repercutiendo ya en otros que en principio tienen menos mecanismos de defensa, pone de manifiesto los l¨ªmites de las recetas universalistas y los peligros de caer en una inercia acr¨ªtica.
Como es bien sabido, entre las medidas de protecci¨®n contra el coronavirus prescritas por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) se encuentra el distanciamiento social, que muchos pa¨ªses est¨¢n imponiendo a trav¨¦s de estrictas cuarentenas. Paralizar buena parte de la actividad p¨²blica y privada, nos recuerdan algunos estudios, puede ser la estrategia menos lesiva a largo plazo, tanto para nuestra salud como para nuestro bolsillo. Sin embargo, apostar por el confinamiento da lugar a enormes inequidades, que los pa¨ªses m¨¢s pudientes est¨¢n tratando de mitigar mediante cuantiosos paquetes de gasto social. Desgraciadamente, en pa¨ªses de menor renta son muchos m¨¢s quienes no pueden permitirse mantener la distancia social, y muchos menos los recursos p¨²blicos que se pueden movilizar.
Fuera del mundo m¨¢s desarrollado, el espacio f¨ªsico constituye a menudo un bien de lujo. Si tomamos las urbes m¨¢s extensas del planeta, las ordenamos seg¨²n su densidad de poblaci¨®n y seleccionamos las 25 que copan la lista, obtenemos que 23 de ellas se encuentran en Estados que el Banco Mundial considera de renta baja o media. Entre ellas, descubrimos tres ciudades africanas ¡ªLagos, Kinsasa y El Cairo¡ª y tres latinoamericanas ¡ªBogot¨¢, Lima y S?o Paulo¡ª. El resto se encuentran todas en Asia; principalmente, en India (seis) y en China (cinco).
Muchas de estas megaciudades ¡ªcomo la ciudad india de Bombay, la ciudad nigeriana de Lagos y la ciudad brasile?a de S?o Paulo¡ª contienen m¨²ltiples asentamientos informales, cuyos habitantes viven en condiciones de hacinamiento. Se estima que en la barriada de Dharavi, en Bombay, residen m¨¢s de 200.000 personas por kil¨®metro cuadrado, cifra que pr¨¢cticamente multiplica por diez la media de la urbe india en su conjunto (cuya densidad es la m¨¢s elevada del mundo). A finales de marzo, el Gobierno indio instaur¨® el confinamiento obligatorio en todo el pa¨ªs, mientras que el nigeriano hizo lo propio en algunas ciudades como Lagos. La misma medida tom¨® el gobernador del estado de S?o Paulo, pese a las cr¨ªticas del presidente brasile?o Jair Bolsonaro, que ha afirmado que ¡°el hambre mata m¨¢s que el virus¡±.
En las favelas brasile?as, donde se calcula que reside un 6% de la poblaci¨®n del pa¨ªs, muchos comparten esta percepci¨®n. Seg¨²n un estudio reciente, ante una situaci¨®n de falta de ingresos provocada por restricciones econ¨®micas, el 86% de los habitantes de las favelas tendr¨ªa dificultades para comprar comida antes de un mes. Esta vulnerabilidad es producto de una enorme dependencia de la econom¨ªa informal, incluida la venta ambulante, evidentemente, incompatible con un r¨¦gimen de confinamiento. Estamos hablando, adem¨¢s, de capas de la poblaci¨®n que tienen serios problemas para cumplir con ciertos criterios de higiene b¨¢sicos: el acceso al agua corriente en las favelas es todav¨ªa insuficiente, y adquirir jab¨®n a menudo implica renunciar a otros bienes esenciales.
En muchos pa¨ªses, el confinamiento no es una medida sostenible y, aunque lo fuese, es muy probable que sea insuficiente para controlar el virus
Pero es en el continente africano donde estos problemas son m¨¢s generalizados. Uno de los casos m¨¢s extremos es el de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, donde poco m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n dispone de acceso al agua corriente, y cuyo PIB per c¨¢pita ¡ªmedido en paridad de poder adquisitivo¡ª es unas 17 veces inferior al brasile?o. En la capital congole?a de Kinshasa, como en muchas otras ciudades africanas, el temor a una debacle econ¨®mica ha provocado ¨¦xodos masivos hacia las zonas rurales, en busca de garant¨ªas de abastecimiento alimentario. Sin embargo, las zonas rurales son particularmente vulnerables al virus, dado que la media de edad es superior y los servicios sanitarios pr¨¢cticamente inexistentes.
De hecho, son pocos los rincones del continente que no presentan carencias en materia de prestaciones sanitarias. La ¨²nica vez que la OMS clasific¨® todos los Estados del mundo en funci¨®n de la eficacia de sus sistemas de salud, en el a?o 2000, 21 de los ¨²ltimos 25 puestos del escalaf¨®n fueron ocupados por pa¨ªses africanos. En estos pa¨ªses, ¡°aplanar la curva¡± de contagios dif¨ªcilmente lograr¨¢ evitar el colapso de los centros sanitarios. Por ejemplo, el Norwegian Refugee Council denunci¨® hace unas semanas que la Rep¨²blica Centroafricana, cuya poblaci¨®n ronda los cinco millones, solamente dispon¨ªa de tres respiradores artificiales. Adem¨¢s, la escasez de pruebas para la covid-19 imposibilita conocer la incidencia real que est¨¢ teniendo la pandemia en ?frica.
Entre todos estos escollos se atisban algunos motivos para la esperanza. Los pa¨ªses de renta baja o media ¡ªexceptuando casos como el de China¡ª suelen contar con poblaciones j¨®venes, lo que podr¨ªa suponer una ventaja ante un virus que est¨¢ causando estragos principalmente entre personas de edad avanzada. En ?frica, el continente m¨¢s joven del mundo, el 41% de la poblaci¨®n es menor de 15 a?os, y solamente el 3% supera los 65. Un consuelo adicional es que ciertos m¨¦todos y recursos orientados a combatir otras enfermedades infecciosas en el continente, como el ¨¦bola, est¨¢n siendo reutilizados.
No obstante, la prevalencia del VIH-sida, la tuberculosis y la malaria en ?frica es todav¨ªa muy elevada, y puede ser un factor de riesgo incluso para los m¨¢s j¨®venes. Tambi¨¦n conviene valorar con cautela otra posible ventaja, como es el clima relativamente c¨¢lido de gran parte de los pa¨ªses de renta baja o media. Hasta ahora, no se ha demostrado de manera concluyente que estas condiciones ralenticen la propagaci¨®n de la covid-19, y cabe recordar que muchos pa¨ªses del ?frica subsahariana y de Am¨¦rica Latina se est¨¢n encaminando hacia su invierno.
Del panorama descrito se desprende una realidad que urge afrontar: en muchos pa¨ªses, el confinamiento no es una medida sostenible y, aunque lo fuese, es muy probable que sea insuficiente para controlar el virus. Adem¨¢s de aliviar la deuda de estos pa¨ªses, proveerles de mayores recursos econ¨®micos y sanitarios, y desarrollar una vacuna que se distribuya equitativamente, necesitamos explorar estrategias de mitigaci¨®n sensibles a los constre?imientos que afectan a los m¨¢s desfavorecidos del planeta. Una de las alternativas que podr¨ªan barajarse es tratar de aislar solamente a los mayores y a otros grupos de riesgo, con tal de minimizar el n¨²mero de personas que se vean privadas de su fuente de ingresos.
El impacto de la covid-19 ser¨¢ global, pero asim¨¦trico. La respuesta, en consecuencia, tendr¨¢ que ser coordinada a escala internacional, pero con una orientaci¨®n local. Sin un estudio debidamente contextualizado de los efectos secundarios, cualquier ant¨ªdoto puede estar abocado al fracaso.
?scar Fern¨¢ndez, investigador s¨¦nior en EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
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