Y dos meses
?Ser¨¢ posible que piense mejor andando como una aut¨®mata por el pasillo de mi casa? Al d¨ªa siguiente descubr¨ª que s¨ª
No s¨¦ si este art¨ªculo ser¨¢ el ¨²ltimo. Cuando ustedes lo lean, ya habr¨¢n pasado dos meses, 60 d¨ªas seguidos, desde el principio del confinamiento. Pero cuando ustedes lo lean, ya habr¨¢n podido salir a la calle sin otro prop¨®sito que dar una vuelta. Habr¨¢n salido todos, hasta los que, como yo, no tengan perro, ni hijos menores de 14 a?os, ni una patolog¨ªa que les obligue a mover las piernas. Dentro de 15 d¨ªas habremos estrenado ya ese arcano al que nos referimos como nueva normalidad. Como no puedo saber si me inspirar¨¢, o no, nuevos textos sobre el coronavirus, les cuento las novedades de los ¨²ltimos 15 d¨ªas.
Creo que, al igual que la curva, me he estabilizado en el asunto de las mascarillas. He conseguido que una se?ora caritativa y con m¨¢quina de coser me regale una de tela, mucho mejor que mis artefactos de servilleta de papel y grapadora, mucho m¨¢s c¨®moda que la careta de exterminador que us¨¦ despu¨¦s, mucho m¨¢s pr¨¢ctica, ecol¨®gica y barata que la batalla por las desechables en las farmacias. Gracias a un primo m¨ªo, m¨¦dico, descubr¨ª que su eficacia aumenta considerablemente si se adhiere un salvaslip en el lado que est¨¢ en contacto con la cara. Cuando vuelvo de la calle, lo tiro, sumerjo la mascarilla en una soluci¨®n de agua con lej¨ªa, la aclaro, la tiendo y cultivo la esperanza de no tener que volver a cambiar de m¨¦todo nunca m¨¢s.
En el lado negativo de las ¨²ltimas dos semanas, el lugar preferente es para la promoci¨®n telem¨¢tica. No s¨¦ si habr¨¢ sido porque mi nuevo proyecto narrativo ha avanzado hasta el punto de que he terminado un cuaderno y he empezado otro, pero el Sant Jordi virtual me ha exasperado casi tanto como adoro el Sant Jordi real. Durante dos semanas, he tenido que descargar y familiarizarme con aplicaciones de videoconferencia y reuniones que con un poco de suerte, y cruzo los dedos, no tendr¨¦ que volver a utilizar nunca m¨¢s. Cada una funciona de una manera distinta, todas requieren una contrase?a que no se puede usar en las dem¨¢s, la c¨¢mara de mi ?tablet me obliga a mirar a una esquina de la pantalla para salir centrada, y s¨®lo veo un bulto en lugar de la cara de mi o mis interlocutores, y eso sin contar con los caprichos de las conexiones. Al principio no me arreglaba y me ve¨ªa horrible. Luego me resign¨¦ a vestirme y maquillarme para grabarme un v¨ªdeo a m¨ª misma o entrar en una reuni¨®n. Me ve¨ªa mejor en la pantalla, pero el proceso me parec¨ªa una ridiculez. Siempre ten¨ªa miedo de no haber recibido la invitaci¨®n previamente, de que mi router se descontrolara, de que fallara el sonido, as¨ª que perd¨ªa un mont¨®n de tiempo esperando a que me llamaran o me dieran paso. Ya s¨¦ que existen destinos mucho peores en este mundo de esclavitud, explotaci¨®n, miseria y enfermedad, s¨¦ que no tengo derecho a quejarme de nada, pero les confieso que la experiencia me ha parecido espantosa.
Aparte de eso, me han pasado cosas raras, como a todos ustedes, imagino. La m¨¢s extra?a tiene que ver con mis paseos. Un d¨ªa me di cuenta de que me estaba quedando sin envases para conservar la comida. Ir a la compra una vez a la semana me obligaba a congelar mucho m¨¢s que antes, comprar nuevos envases me oblig¨® a ir hasta la glorieta de Quevedo, que est¨¢ a 800 metros de mi casa. Nunca hab¨ªa llegado tan lejos desde que empez¨® el confinamiento, y me prepar¨¦ para disfrutarlo. La decepci¨®n fue brutal. La mascarilla, los guantes, las personas que andaban por la acera sin mascarilla y sin guantes, la necesidad de observar la distancia que me separaba de ellas convirtieron mi presunto paseo en una carrera de obst¨¢culos, y no s¨®lo eso. En contra de mis deseos, de mis previsiones, de la experiencia acumulada durante muchos a?os, sal¨ª a andar a la calle y no logr¨¦ pensar en nada que no fuera lo que les he contado ya. ?Ser¨¢ posible que piense mucho mejor andando como una aut¨®mata por el pasillo de mi casa?, me pregunt¨¦. Al d¨ªa siguiente descubr¨ª que s¨ª, aunque a m¨ª misma me pareciera mentira. As¨ª que no les garantizo que aproveche el permiso para salir. Como empiece a escribir y no me dejen pasear por las tardes, perseverar¨¦ en mi circuito casero.
A lo mejor se lo cuento dentro de 15 d¨ªas.
Ojal¨¢ no haga falta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.