La nueva desigualdad
No queda otra que innovar para colaborar, compartir y ser m¨¢s equitativos; a¨²n m¨¢s bajo el contexto post pandemia
¡°La ausencia de un mundo com¨²n, que podamos compartir, nos est¨¢ enloqueciendo¡±, Bruno Latour, 2017.
?Te imaginabas que nuestro normal sistema pudiese destruir tantos empleos en el mundo, y reproducir desigualdad, de tal manera? Es sabido que evolucionamos reactivamente. Primero jugamos con el fuego, luego ocurren incendios de gran calado, despu¨¦s inventamos el extintor. Igual con el tr¨¢fico: despu¨¦s de significativos accidentes producimos cinturones de seguridad, quitamiedos que no lastimen moteros, etc¨¦tera.
No obstante, combatiendo la desigualdad nuestra evoluci¨®n reactiva es a¨²n m¨¢s lenta. La nueva normalidad sostiene valores estructurales de la normalidad, como la competici¨®n y el consumo orientados al crecimiento y acumulaci¨®n ilimitados, acelerando la desigualdad como apuntan el economista Thomas Piketty o el historiador Yuval Harari.
Competimos para arrebatarnos equipos de protecci¨®n personal, y lo que se crea que nos har¨¢ falta, a¨²n sabiendo que todos perdemos con ello. El eslogan de Trump, Am¨¦rica primero, reverbera. Privilegiados?winners (ganadores) acceden al turismo espacial mientras negros luchan por respirar. Aclamamos deportistas que nos hagan sentir ganadores, aunque act¨²en fraudulentamente ante Hacienda o en un partido.
Pero somos ya m¨¢s de 7.000 millones de personas en nuestro planeta. No queda otra que innovar para colaborar, compartir y ser m¨¢s equitativos; a¨²n m¨¢s bajo el contexto post pandemia. Sin embargo, ?hasta qu¨¦ punto innova la nueva normalidad?
Los pol¨ªticos que nos deber¨ªan de representar compiten por sus individuales intereses en teatrales, sordos, ineficientes y cansinos debates. Sus estrat¨¦gicas cortinas de humo multicolores consumen nuestras vidas, agotan el personal sanitario mundo afuera (algunos gobiernos les recortan), destruyen empleo y dilapidan nuestros recursos. Mientras tanto no debaten: ?volver a lo normal de antes reproducir¨¢ la crisis de hoy?
Como analiza el fil¨®sofo Bruno Latour, los?modernos perciben soluciones desde el binomio izquierdas-derechas. Con dudable rigor invocan la ciencia y adornan sus unipersonales intereses con relatos que comuniquen valores sociales, medioambientales, sostenibles, participativos y colaborativos. Su extremado unipersonalismo les llev¨® a los modernos a perder nuestra confianza, y aup¨® a los antimodernos; que desde un prisma medieval exaltan valores y preceptos ilusoriamente patri¨®ticos y religiosos, ignorando la ciencia y los valores que los primeros vac¨ªan de significado. Consecuentemente, ideas preiluministas reverberan en las sociedades, produciendo y reproduciendo sistemas de significados ranciosos, competitivos y preocupantes.
Somos ya m¨¢s de 7.000 millones de personas en nuestro planeta. No queda otra que innovar para colaborar, compartir, y ser m¨¢s equitativos; a¨²n m¨¢s bajo el contexto postpandemia.
Modernos y antimodernos proponen caducadas soluciones desde sus unipersonales intereses basados en los mismos valores de la normalidad que nos trajo a esas crisis. Como afirmaba Einstein: ¡°Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados distintos¡±. ?Por qu¨¦ no innovar hacia un sistema anormal, aut¨¦nticamente (de verdad) colaborativo y equitativo?
Aunque expertos de todo el mundo auguran una desigualdad sin precedentes, competimos por echarle la culpa al adversario. ?No somos, todav¨ªa, sensibles a nuestra vulnerabilidad ante la desigualdad? ?Una desigualdad que le lleva al presidente de la primera econom¨ªa mundial a esconderse en un b¨²nker!
Llevo m¨¢s de 15 a?os trabajando para combatir la desigualdad a trav¨¦s de proyectos de integraci¨®n social con organizaciones de todos los sectores, comunidades y l¨ªderes de ?frica, Am¨¦rica Latina y del Norte, y Europa. Y me sigo preguntando: ?qu¨¦ quieren sostener los modernos? Si lo normal es sostenible para tan pocos, es insostenible: no hay coche blindado contra la desigualdad.
Me explico: nac¨ª y fui criado en Brasil, donde tener acceso a educaci¨®n, salud y alimentaci¨®n, como tuve el privilegio de tener, no es lo normal. Con todo, la arcada que me produjo la foto de un amigo asesinado en una cuneta de R¨ªo de Janeiro me acompa?a desde los 17 a?os. Como muchos brasile?os, tengo que hacer memoria para recordar cu¨¢ntas veces me apuntaron un arma a la cabeza; pistola, fusil, o ambas a la vez. Recuerdo la sensaci¨®n del ca?¨®n rozando la cabeza, un sudor fr¨ªo, impotencia y anestesia. Es un absurdo final. Es lo normal en un Brasil desigual donde, oficialmente, ocurren cinco homicidios por hora (incluyendo privilegiados).
De alguna manera, de aquellos sudores fr¨ªos en las calles de R¨ªo, me desped¨ª al llegar a las alegres calles de Espa?a. El 2000 inmigr¨¦ c¨®modamente expatriado desde la filial de una empresa espa?ola en Brasil a su sede en Madrid. No obstante, desde hace unos a?os es m¨¢s normal ver a m¨¢s personas viviendo en las calles; como ocurri¨® en Brasil. Hay m¨¢s pandillas y robos, como reflejan las estad¨ªsticas oficiales. La cola para recoger alimentos en la calle Dr. Cortezo, en Tirso de Molina, y ahora en Aluche crecen vertiginosamente. Antes del confinamiento las pandillas de adictos andando por las calles iban en aumento. Y as¨ª la desigualdad, invisiblemente, se hace normal.
En recientes a?os ya ven¨ªa teniendo sensaciones que me recordaban a las calles de R¨ªo. Y si la crisis de la covid-19 acelera tanto la desigualdad como auguran los expertos, ?qu¨¦ pasar¨¢ si no innovamos, colaboramos y cambiamos normales valores? Desde luego que depender¨¢ de cada uno de nosotros. Y estamos a tiempo.
Leonardo Martins Dias es experto en desarrollo sostenible. Dise?a e implanta proyectos de sostenibilidad y educaci¨®n para empresas, gobiernos, ONG y universidades.
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