Cooperar desde la cercan¨ªa
La pandemia ha evidenciado que incluso los problemas m¨¢s globales requieren de comunidades e instituciones regionales y locales s¨®lidas, con capacidad para articular una respuesta adaptada a las necesidades de cada caso
Todo parece sugerir que la crisis de la covid-19 puede marcar un cambio profundo en la configuraci¨®n de nuestra vida colectiva. Las sociedades que salgan de esta crisis probablemente ser¨¢n distintas de las que hemos conocido en el pasado. Diferentes ser¨¢n los modos de relaciones sociales y de trabajo, de configuraci¨®n de la movilidad y de la vida econ¨®mica y de definici¨®n de las prioridades colectivas. De forma sumaria cabr¨ªa decir que a trav¨¦s de esta crisis el mundo entra definitivamente en el siglo XXI.
Tambi¨¦n la cooperaci¨®n para el desarrollo tendr¨¢ que cambiar. De hecho, la respuesta que la cooperaci¨®n ha ofrecido a la crisis sanitaria (y a la econ¨®mica y social derivada) ha sido por el momento decepcionante: ha sido una respuesta lenta, descoordinada e insuficiente. Una especie de llamada al ¡°s¨¢lvese quien pueda¡±.
Si decepcionante ha sido la respuesta, m¨¢s criticable resulta la previa desatenci¨®n de aquellos factores que hubiesen atenuado los riesgos de que algo as¨ª sucediese. Apurando un poco la argumentaci¨®n cabr¨ªa decir que la covid-19 no es sino el s¨ªntoma (el dram¨¢tico epifen¨®meno) de una forma de entender y gobernar el proceso de globalizaci¨®n. Si no se corrige este ¨²ltimo factor causal, probablemente nuevas crisis sist¨¦micas (no necesariamente v¨ªricas) podr¨ªan sucederse en el futuro. Entre ellas, sin duda, la emergencia clim¨¢tica es la m¨¢s reconocible.
Si hab¨ªa, pues, razones para considerar como necesaria una profunda reforma del sistema de cooperaci¨®n al desarrollo, la crisis de la covid-19 ha convertido esa tarea en m¨¢s perentoria, si cabe. Una reforma que debe tomar muy en cuenta dos ense?anzas que se derivan de este episodio de crisis.
La primera alude a la grave crisis que padece el sistema multilateral. Por su naturaleza y alcance, la crisis demandaba respuestas globales, pero los mecanismos multilaterales no han estado a la altura de lo que se requer¨ªa. Tras a?os de desatenci¨®n y abandono, se ha terminado por convertir a Naciones Unidas y a sus agencias especializadas en un marco de coordinaci¨®n internacional poco operativo. Muchas de las organizaciones del sistema se encuentran incapacitadas para desarrollar aquellas tareas para las que fueron creadas, justamente cuando m¨¢s se las necesita. El comportamiento de la OMS a lo largo de la pandemia revela este problema, evidenciando su debilidad institucional, su limitada autoridad y su reducida capacidad como centro de gesti¨®n de una crisis sanitaria global (que es para lo que naci¨® esa organizaci¨®n).
La respuesta a este problema no es prescindir de Naciones Unidas, sino corregir las causas que han producido este debilitamiento del marco multilateral, procediendo a una reforma profunda del sistema. La cooperaci¨®n internacional debe respaldar esa l¨ªnea de acci¨®n. No es f¨¢cil, en un momento en que parecen rebrotar las presiones aislacionistas, pero es una tarea obligada si se quieren gobernar las nuevas interdependencias y gestionar los riesgos sist¨¦micos acumulados.
Se ha insistido en la necesidad de una acci¨®n global frente a la covid-19; sin embargo, se ha subrayado menos el protagonismo obligado de la respuesta local, la construida desde los entornos m¨¢s cercanos a la ciudadan¨ªa, donde se gestionan sus problemas cotidianos de subsistencia, salud y seguridad. La contribuci¨®n de los gobiernos subestatales ha sido clave para reorganizar la vida colectiva y marcar diferencias en el tratamiento de la pandemia. Es pues necesario fortalecer esas instancias, tambi¨¦n en los pa¨ªses m¨¢s pobres, asentando el desarrollo sobre bases m¨¢s genuinamente locales. Una tarea para la que parece especialmente equipada la cooperaci¨®n descentralizada, gestionada desde las instituciones hom¨®logas de los pa¨ªses proveedores de cooperaci¨®n. Varias razones respaldan este juicio.
Por su naturaleza y alcance, la crisis demandaba respuestas globales, pero los mecanismos multilaterales no han estado a la altura de lo que se requer¨ªa
En primer lugar, una parte importante de las medidas preventivas y paliativas frente a la pandemia se despliegan en el ¨¢mbito local, al remitir a competencias que son propias de la administraci¨®n descentralizada. Al fin, son las instituciones locales y regionales las que mantienen las estructuras de atenci¨®n primaria a la salud, las que regulan la interacci¨®n y la movilidad de las personas en sus espacios de vida cotidiana y las que conocen los entornos productivos que ser¨¢n necesarios reactivar tras la pandemia. Apoyar a estas instituciones ser¨¢ clave para una adecuada gesti¨®n de la recuperaci¨®n.
En segundo lugar, la covid-19 ha puesto en valor la producci¨®n de cercan¨ªa, la solidez del tejido productivo local, con cadenas de valor m¨¢s cortas y menos intermediaciones. No se trata de perseguir la autarqu¨ªa local, pero s¨ª un mayor grado de autosuficiencia en el abastecimiento de productos y servicios que se consideren esenciales. La cooperaci¨®n descentralizada deber¨ªa orientarse a fortalecer estos entornos productivos locales y construir sobre ellos modos de vida sostenibles, seguros y resilientes.
La pandemia ha confirmado los costes de la desigualdad. La probabilidad de contagio es mayor en aquellos entornos donde la poblaci¨®n vive hacinada y con dif¨ªcil acceso al agua; y las consecuencias m¨¢s lacerantes de la enfermedad se ceban en las comunidades con menores medios. Por ello, por su mayor permeabilidad social, las instituciones locales y regionales est¨¢n m¨¢s capacitadas para identificar y acceder a esos colectivos con mayores dificultades.
Por ¨²ltimo, la pandemia ha puesto en valor la riqueza que comporta para una sociedad disponer de una comunidad cohesionada, capaz de alinear sus esfuerzos en torno a prop¨®sitos comunes y de generar los medios para protegerse y apoyarse mutuamente frente a la adversidad. El espacio local es un ¨¢mbito b¨¢sico para que prosperen esos lazos relacionados con el sentido de comunidad y de confianza colectiva.
En suma, la pandemia ha evidenciado que incluso los problemas m¨¢s globales requieren de comunidades e instituciones regionales y locales s¨®lidas, con capacidad para articular una respuesta adaptada a las necesidades de cada caso. La cooperaci¨®n descentralizada, con unas relaciones menos jer¨¢rquicas y m¨¢s horizontales entre socios hom¨®logos, es un mecanismo clave en la promoci¨®n de ese objetivo en los pa¨ªses en desarrollo. En Espa?a esta modalidad de cooperaci¨®n ha adquirido una presencia y vitalidad mayor que en otros donantes. Es un buen punto de partida para reconstruir un sistema de cooperaci¨®n socialmente m¨¢s denso y adaptado a las necesidades del futuro.
Sin embargo, para que ese potencial se despliegue, los propios actores de la cooperaci¨®n descentralizada deben renunciar a la tentaci¨®n de replicar a peque?a escala lo que ya hacen los gobiernos centrales y deben, en cambio, poner en valor aquellos elementos diferenciales que derivan de su cercan¨ªa a lo local y de su condici¨®n de entidades no soberanas. Rasgos que les capacitan para una mayor capilaridad social, para construir desarrollo desde el territorio, convocando a actores diversos, ampar¨¢ndose en la cercan¨ªa de lo local, y para consolidar ecosistemas institucionales incluyentes. Una cooperaci¨®n, en suma, abierta a la b¨²squeda de respuestas novedosas y adaptadas a las circunstancias de cada caso, construidas a trav¨¦s de un esfuerzo colectivo de innovaci¨®n. La actual crisis puede ser un momento oportuno para reflexionar m¨¢s detenidamente sobre c¨®mo traducir esos elementos diferenciales en una acci¨®n transformadora. Un prometedor paso en esa direcci¨®n lo constituye la reciente declaraci¨®n conjunta asumida por las cooperaciones descentralizadas de Espa?a De la crisis se sale cooperando.
Jos¨¦ Antonio Alonso es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada y vocal experto del Consejo de Cooperaci¨®n.
Este es el cuarto art¨ªculo de una serie sobre el valor de la cooperaci¨®n descentralizada y su aportaci¨®n a la consecuci¨®n de la Agenda 2030 de la ONU. Las anteriores entregas son: De la crisis se sale cooperando. Cuando la solidaridad internacional se construye desde cerca. De infancia, cooperaci¨®n descentralizada y el efecto mariposa
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