Ostentaci¨®n culinaria y m¨¢s all¨¢
El consumismo obsceno y su exhibici¨®n en las redes sociales, uno de los semblantes del lujo en la era digital, chirr¨ªa m¨¢s que nunca en estos d¨ªas dif¨ªciles.?
Uno de los rostros, y rastros, de la riqueza es la ostentaci¨®n, aunque se puede atesorar una fortuna y llevar una existencia discreta, como demuestran todos esos millonarios de cuyas vidas no sabemos nada. Despu¨¦s est¨¢n los que, como Er¨®strato, necesitan notoriedad a cualquier precio, incluso a costa de destruir una de las siete maravillas del mundo o dilapidar su patrimonio. Ser el centro de atenci¨®n y pasar a la posteridad es lo que insin¨²an los ecos de los excesos que dejaron en relatos, lienzos y recuerdos los nuevos ricos viejos, que dir¨ªa el escritor Mart¨ªn Caparr¨®s. En los tiempos donde no exist¨ªan fotos, ni revistas del coraz¨®n, ni redes sociales, el modo de dejar constancia de los acontecimientos era mediante un retrato escrito, mosaico, grabado o pintura. Ah¨ª quedaron suspendidas en el tiempo las obras Cena en casa de Lev¨ª o Las bodas de Can¨¢, de Veronese.
Esta ¨²ltima, por la que cobr¨® 324 ducados, manutenci¨®n y un barril de vino, gira en torno al primer milagro de Jes¨²s, representando placeres terrenales sobre una gran fiesta veneciana de la ¨¦poca. Como si fuese una cuenta de Instagram, el veron¨¦s se retrat¨® junto a Tiziano, Tintoretto y Bassano entre personajes ilustres de aquel tiempo. Las apariencias, las nader¨ªas que lo dicen todo, como sostendr¨ªa el fil¨®sofo Gilles Lipovetsky, forman parte de la esencia de la vida social. Y, entre las clases pudientes, los banquetes han sido hist¨®ricamente una ocasi¨®n para que el anfitri¨®n haga gala de su estatus y los convocados le rindan pleites¨ªa. El t¨¦rmino ostentar, que significa mostrar reiteradamente, abandera el lucimiento frente a la moderaci¨®n. Y el dinero, que consigue casi todo, incluso anonimato y discreci¨®n, parece tener adherencia con la exhibici¨®n.
Para ratificarlo, ah¨ª est¨¢n las redes sociales de exc¨¦ntricos magnates, aireando unas vidas llenas de jets privados, relojes car¨ªsimos, apartamentos de lujo, fiestas con mujeres y hombres con poca ropa. Ese s¨ªndrome de riqueza s¨²bita ¡ªsudden wealth syndrome¡ª, que acu?¨® el psic¨®logo Stephen Goldbart, hace referencia a individuos a los que un ¨¦xito repentino les coloca en una nueva situaci¨®n socio?econ¨®mica. Colocar un cuadro de Mir¨® en el ba?o o hacerse traer desde la otra parte del mundo marisco vivo patentiza el exhibicionismo como se?a de identidad.
Pero la extravagancia y el capricho no son algo nuevo, como vemos en ese antecedente de la novela picaresca conocido como El Satiric¨®n, de Petronio. Inspirada en la vida diaria de las clases dominantes de la Antigua Roma, en esta obra se describe el banquete de Trimalci¨®n, un liberto sirio convertido en nuevo rico, obsesionado con sorprender a sus invitados en una cena pantagru¨¦lica rebosante de ex¨®ticos platos y diversiones de toda clase. Impresionar por medio de espl¨¦ndidos festines ha sido un imperativo de pr¨ªncipes y grandes nobles a lo largo de la historia. Pero una manifestaci¨®n de poder no es tal si no hay quien lo perciba con asombro. El catalizador del lucimiento son los espectadores. Cuentan las cr¨®nicas que en el banquete ofrecido en Par¨ªs en 1461 por el duque de Borgo?a, Felipe el Bueno, burgueses y aldeanos de la zona ejercieron de p¨²blico magnetizado, contemplando a la beautiful people de la ¨¦poca y sus despilfarros.
El mundo no parece haber cambiado mucho desde entonces. Ah¨ª est¨¢n los programas de telerrealidad donde ricos que se codean con famosos alardean de unas vidas excesivas y escandalosas, muy alejadas de la expresi¨®n elegante y educada que se le presupone a la ¨¦lite. Y ese es uno de los semblantes del lujo en la era digital: el del consumismo obsceno, el derroche dirigido al culto a la personalidad simple y zafia, vulgar e inc¨®moda, lejos de las correcciones de la casta intelectual y refinada. El arte de la expectaci¨®n y la superficialidad que faculta poseer un Boeing 757 revestido de m¨¢rmol y oro, con comedor para disfrutar de un sabroso fast food. Un reinado de apariencias y derroche instagrameado que en estos d¨ªas duros y extra?os queda m¨¢s en evidencia que nunca. M¨¢s fuera de lugar que nunca. Un aroma de ostentaci¨®n que de alg¨²n modo empieza a oler algo menos bien que hace apenas unos meses.
Espinacas a la catalana
Ingredientes
Para 4 personas
Para los pi?ones tostados
- 120 gramos de pi?ones
El sofrito
- 200 gramos de salchicha fresca
- 80 gramos de pasas
- 80 gramos de vino moscatel
- Un diente de ajo
- 20 mililitros de aceite
Para las espinacas
- 400 gramos de espinacas frescas
Instrucciones
1. Los pi?ones tostados
Tostar los piñones en el horno a 180 grados durante ocho minutos removiendo cada dos minutos y vigilando que no se quemen. Reservar en lugar seco.
2. El sofrito
Hidratar las pasas en el vino durante una hora. Escurrir y reservar el vino. Cortar el ajo finamente y la salchicha en trozos. Rehogar en el aceite la salchicha y cuando empiece a estar dorada añadir el ajo y las pasas. Justo cuando empiece a tostarse el ajo, añadir el vino y dejar evaporar hasta la mitad.
3. Las espinacas
Limpiar las espinacas y añadir a la cazuela junto al sofrito. Taparlo todo y dejar cocinar durante tres minutos. Corregir el punto de sal.
4. Acabado y presentaci¨®n
Disponer los elementos en el plato y añadir los piñones tostados de manera orgánica.
Aporte nutricional
La espinaca aporta 31 kilocalor¨ªas por cada 100 gramos de producto. Aporta tambi¨¦n betacarotenos, hierro y una gran cantidad de folatos, vitamina C y vitamina A, vitamina E, B6 y riboflavina.
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