Aquella ¡®espant¨¢¡¯ de Lou Reed en el ¡®Mosca¡¯
40 a?os ya de una velada hist¨®rica: as¨ª interrumpi¨® el m¨²sico su ca¨®tico show en el campo del Moscard¨®.
¡°Fue una lata vac¨ªa, de eso estoy seguro. Tan seguro que fui yo quien la recogi¨®¡±. As¨ª recuerda Rom¨¢n S¨¢nchez Morata la chispa que encendi¨® la mecha del mot¨ªn del Mosca, la batalla campal desatada en el campo de f¨²tbol del Moscard¨®, en Madrid, el 20 de junio de 1980, despu¨¦s de que el m¨²sico estadounidense Lou Reed abandonase el escenario en pleno concierto cuando le lanzaron un objeto desde el p¨²blico. Las versiones difieren en los detalles, pero nadie niega el esc¨¢ndalo de una velada que ha ido adquiriendo tintes de leyenda y de la que se acaban de cumplir 40 a?os.
La noche ya empez¨® torcida. El inicio del recital se retras¨® m¨¢s de una hora, supuestamente por los atascos producidos por una huelga de transportistas, aunque hay otra versi¨®n: ¡°Se mont¨® un l¨ªo tremendo en la entrada. La gente ped¨ªa ¡®rock and roll para el pueblo¡¯ y no quer¨ªa pagar nadie [la entrada costaba 700 pesetas, unos cuatro euros actuales]. Hab¨ªa much¨ªsima gente col¨¢ndose y provocando avalanchas, y entonces la polic¨ªa carg¨®¡±, cuenta S¨¢nchez Morata, por entonces subdirector de producci¨®n y director esc¨¦nico de Gay & Company, promotora del concierto.
Era un momento efervescente en aquel Madrid de la movida, tambi¨¦n convulso, entre el paro y la crisis econ¨®mica, y con un oc¨¦ano de droga inundando las calles. En ese contexto lleg¨® Lou Reed, el ap¨®stol maldito del rock, el autor de Heroin, el himno que ped¨ªa la cada vez m¨¢s inquieta parroquia del Mosca. No la llegar¨ªan a escuchar. ¡°Era un p¨²blico complicado. El d¨ªa anterior en Barcelona encontramos al acabar el concierto un mont¨®n de jeringuillas en el suelo¡±, recuerda Morata.
Al fin apareci¨® el neoyorquino en escena, mucho m¨¢s atl¨¦tico y saludable que en el imaginario de sus seguidores, pero con el rictus g¨¦lido habitual. Tras el riff inicial de Sweet Jane se suceden las versiones. Seg¨²n la web del artista y los peri¨®dicos, lleg¨® a tocar 20 minutos, el tiempo de siete canciones. Seg¨²n el productor, no lleg¨® a tanto antes de la lluvia de objetos. Entre ellos, la lata vac¨ªa que provoc¨® su huida al camerino. Fue el mismo Morata el encargado de templar gaitas. Sali¨® al escenario a calmar a los asistentes, 5.000 seg¨²n las cr¨®nicas, casi el triple seg¨²n ¨¦l. ¡°Si os calm¨¢is, volver¨¢ a salir, pero ten¨¦is que estar sentados y tranquilos¡±, advirti¨®.
La organizaci¨®n transmiti¨® al m¨¢nager de Reed que ya pod¨ªan reanudar el concierto, pero el grupo hab¨ªa consumado la espant¨¢ saliendo por la puerta de atr¨¢s. Los instrumentos se quedaron sobre las tablas. Un grupo de descontrolados utiliz¨® las vallas de seguridad a modo de escalera para asaltar el escenario. Para intentar disuadirlos, al t¨¦cnico de sonido se le ocurri¨® hacer sonar ruido rosa a todo volumen. Mal remedio: ¡°Destrozaron la mesa de mezclas, mientras se llevaban los bafles y los instrumentos. La leyenda cuenta que grupos locales tocaron las guitarras de Reed durante a?os y que toda la madrugada se oy¨® un bombo por el barrio de Usera adelante, mientras los artistas levantaban vuelo en Barajas.
¡°Hab¨ªamos pagado el bolo por adelantado, en aquella ¨¦poca no se fiaban de los espa?oles, y no se devolvieron las entradas. Pusimos una demanda contra ¨¦l por incumplimiento de contrato. Se archiv¨®¡±. Adem¨¢s, las autoridades multaron a la promotora por los incidentes y prohibieron el siguiente concierto programado en el mismo recinto. Era nada menos que Bob Marley.
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