Oviedo: La Belmontina y Casa Montoto
Con o sin sidra, estos dos locales de herencia familiar comparten su pasi¨®n por la cocina asturiana
Oviedo, 1956. En un bar del casco antiguo, al lado de la catedral, unos hombres juegan a las cartas. Uno de ellos es limpiabotas. De repente, estalla una discusi¨®n muy violenta. El limpiabotas echa a correr, pero su rival lo alcanza en una callejuela, le clava una navaja y lo mata. Es ¡°el crimen de La Belmontina¡±.
La Belmontina es el nombre del local. La que me relata el suceso es Bel¨¦n Rodr¨ªguez, 47 a?os, encargada de esta taberna en la que ya de ni?a ayudaba a sus padres, asturianos de Tineo. El toldo de la entrada indica que el establecimiento es de 1954, pero La Belmontina naci¨® unos 30 a?os antes ¡ªcomo bar y pensi¨®n¡ª en la plaza de la Catedral. Sus fundadores fueron Pl¨¢cido Hevia y Pilar Men¨¦ndez, apodada La Belmontina por su pueblo, Belmonte de Miranda. El edificio qued¨® muy castigado por la guerra y luego se reconstruy¨® en este rinc¨®n de la calle del ?guila, en un terreno que hab¨ªa sostenido una estancia algo diferente: la sacrist¨ªa de la iglesia vecina.
El bar se compone de dos plantas comunicadas por una escalera de madera por la que Bel¨¦n rodaba a menudo cuando era ni?a. Arriba se encuentran la cocina y algunas reliquias, como una caja registradora del siglo XIX. Si funcionara, a Bel¨¦n no le importar¨ªa utilizarla. Los parroquianos le ¡°exigen¡± que no cambie nada de un bar, pese a la tele de plasma, con aroma a pasado.
Barras con historia
Mujeres y palomas
El bar La Belmontina, vecino de la catedral de Oviedo, bautiz¨® un crimen sucedido en los a?os cincuenta. Aqu¨ª ven¨ªa de ni?o Fernando Alonso con su abuelo. Casa Montoto tiene algo exc¨¦ntrico para una cantina asturiana: no despacha sidra. Pero transmite seguridad. Quiz¨¢ por eso acuden muchas mujeres solas. Tambi¨¦n entran palomas en busca de las migas del suelo. Las ¨²nicas que se van sin pagar.
La Belmontina farda de un cliente: Fernando Alonso. El campe¨®n ven¨ªa, siendo un guaje, de la mano de su abuelo. Hay fotos dedicadas por ¨¦l: ¡°Para Pacita y Manolo de La Belmontina, con afecto¡±. Pacita, Paz Mu?iz, es la madre de Bel¨¦n, y Manolo, su padre. Mientras la hija me cuenta que ¨¦l, ya jubilado, no falla ni un solo d¨ªa a la partida de chinch¨®n, el hombre llega al bar. Manolo me se?ala la planta de arriba: en los a?os duros, ah¨ª instalaron el cuarto de dormir del matrimonio.
Bel¨¦n se ocupa del negocio con Ludi Gonz¨¢lez, la camarera que, despu¨¦s de 30 a?os con ella, forma parte de su familia. Se resisten a llamar clientes a los clientes. ¡°Son amigos¡±, subraya Bel¨¦n. Esos amigos se suelen poner morados a callos, fabada, rollos de bonito o huevos fritos con patatas y chistorra. Y se muestran incondicionales. Esta tarde somos torturados por el ruido de una obra en esta zona de la calle. Sin embargo, los de la terraza ni se inmutan, siguen la charla tan panchos.
La Belmontina es un chigre, la denominaci¨®n que en Asturias reciben los sitios que despachan sidra. Ludi recuerda que, en una ocasi¨®n, entr¨® un canciller franc¨¦s que acababa de visitar la catedral y quer¨ªa probar la bebida. Pero no pudo: se les hab¨ªa agotado. Un peri¨®dico public¨® que lo sucedido en el casco antiguo era una verg¨¹enza.
La sidra es un t¨®tem de Asturias, pero en Oviedo existe un bar que nunca la ha servido. Es Casa Montoto, una curios¨ªsima cantina del centro, en San Bernab¨¦, una calle antes llena de bares que, salvo este, los ha perdido todos. Lo de la sidra no es su ¨²nico detalle exc¨¦ntrico: tampoco prepara cubatas, ni caf¨¦, ni tiene televisi¨®n, radio, m¨²sica o peri¨®dicos. La oferta es esta: vino, sangr¨ªa, cerveza, verm¨², refrescos, mistela (licor de mosto de uva), manchado ¡ªmistela con vino blanco¡ª, bollos pre?ados de chorizo y empanadillas de bonito con tomate. Y ya. Bueno, y algo m¨¢s: una tranquilidad total, alguna vez rota por las disputas entre forofos del Sporting de Gij¨®n y del Oviedo. El bar no finge sus simpat¨ªas: en la pared destaca un retrato de Javier Artabe, futbolista hist¨®rico del Oviedo. Pero el lugar transmite seguridad. Quiz¨¢ por eso entran muchas mujeres solas, una rareza en esta clase de bares.
Casa Montoto se instal¨® en 1976 en este solar que hab¨ªa sido dep¨®sito de cervezas. Pablo Rodr¨ªguez D¨ªaz tiene 29 a?os y est¨¢ al frente del local hace 11. ?l se ha dejado llevar bien a gusto por la tradici¨®n familiar: desde, al menos, sus tatarabuelos, todos sus antepasados han sido hosteleros. Entre sus abuelos y bisabuelos maternos levantaron Casa Montoto ¡ªuno de los apellidos de la familia¡ª, y en los a?os veinte del siglo pasado, su bisabuelo paterno hab¨ªa dirigido el m¨ªtico bar Sevilla, donde se dice que festejaban Francisco Franco y Carmen Polo antes de casarse en Oviedo en 1923. El Sevilla se llama ahora El m¨¢s Antiguo, pero recuerda poco al de anta?o.
A Pablo le ayuda su t¨ªo Francisco, hermano de su madre Mercedes. Solo hay algo que no permanece del bar de los or¨ªgenes: la barra de madera, que ahora es met¨¢lica. Pero las mesas de madera de pino son las mismas. En la que hoy nos sentamos con Pablo y Francisco, la tarde del 23-F un tipo sac¨® una pistola, sin mayores consecuencias que el susto descomunal de los presentes. En una silla se aprecia una inscripci¨®n grabada con una navaja: un coraz¨®n atravesado por una flecha y la fecha, 18 de abril de 1977. Los nombres de los enamorados aparecen tachados. M¨¢s de 20 a?os despu¨¦s, los protagonistas regresaron con sus hijos y evocaron aquel arrebato rom¨¢ntico de su juventud. Del otro lado de la condici¨®n humana, Francisco solo rememora un incidente siniestro: una mujer le dio una paliza a su novio y ¨²nicamente ¨¦l socorri¨® al chico.
A este bar acuden mujeres solas y acuden palomas, en busca de las migas de los bollos y las empanadillas. Alguna vez Pablo ha cerrado la puerta sin saber que quedaban palomas dentro y han hecho de las suyas. Justo antes de marcharnos, entra una. Pilla su manjar del suelo y alza el vuelo. Solo las palomas se van sin pagar de Casa Montoto.
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