A Mario Crespo L¨®pez
El narrador no busca una verdad que le haga libre, sino una verdad que le haga esclavo. Un esclavo feliz, quiz¨¢, con suerte
Escribir novelas es un confinamiento voluntario y terco. El narrador no busca una verdad que le haga libre, sino una verdad que le haga esclavo. Un esclavo feliz, quiz¨¢, con suerte. Por eso, t¨², Mario, nuestro infatigable esclavo de la verdad hist¨®rica, acabas de enviarme un formidable mamotreto, editado por el Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales (Madrid, 2020), titulado: Rep¨²blica de hombres encantados. Ciudad, justicia y literatura durante el reinado de Felipe III. Dado que la vida es breve y el arte, en cambio, la ficci¨®n, interminable, has optado, en este libro, por contar una historia que a ratos resulta tan incre¨ªble como la ficci¨®n. El texto (500 p¨¢ginas, 100 de las cuales son bibliograf¨ªa) comienza con una cita de un Memorial de Mart¨ªn Gonz¨¢lez de Cellorigo que dice: ¡°No parece, sino que se han querido reducir estos reynos a una rep¨²blica de hombres encantados que viven fuera del orden natural¡±. Este texto, del a?o 1600, es admirablemente perspicaz, porque designa a los ministros, corregidores, cortesanos, escribanos, alcaldes, procuradores de la corte de Felipe III, y al propio Felipe III, un ab¨²lico, y a la vez nos designa a nosotros mismos en este a?o de gracia 2020. Estamos aqu¨ª y ahora, y, a la vez, en la confinada corte de Felipe III, el rey de las mil leyes promulgadas e incumplidas.
Como no puedo detallar todo el libro, pondr¨¦ s¨®lo un ejemplo de las conclusiones: prem¨¢tica de Felipe III, en Valladolid, a 3 de marzo de 1602, para qu¨¦ ¡°no se pueda traer en vestidos, ni en traje alguno, bordados, ni recamados, ni escarchados, de oro, ni plata; fino, ni falso, ni de perlas, ni alj¨®far, ni piedras, ni guarnici¨®n alguna de abalorio, sin embargo de lo permitido por otra ley¡±. ¡°He aqu¨ª el problema clave¡±, nos dices, ¡°a mi juicio, de toda la pol¨ªtica del reinado de Castilla a principios del siglo XVII: no la carencia de leyes (?las hab¨ªa hasta para regular el vestido y el tama?o de sus cuellos!) sino su incumplimiento interesado¡±. Tenemos aqu¨ª, con tanta ley incumplida, y, por lo tanto, trastornada, un encantamiento, en el sentido cervantino: hombres encantados que viven fuera del orden natural, donde hay muchas menos leyes que no son pijoteras, sino leyes que se cumplen. Una considerable parte de este sobrio relato del reinado de Felipe III bordea casi la gran ficci¨®n: a ratos nos parece mentira que toda una corte se trasladara de Madrid a Valladolid, en 1600, al a?o de morir Felipe II, s¨®lo para huir del confinamiento escurialense y desescalarse en el jolgorio insustancial vallisoletano, el presidido por el ro?oso duque de Lerma. Este es el material de una gran novela hist¨®rica. Conf¨ªo haber relampagueado instant¨¢neamente como un J¨²piter de menor cuant¨ªa, pero J¨²piter tambi¨¦n al fin y al cabo, para hacer ver la fascinaci¨®n de un libro de historia como el que t¨², Mario, nos presentas ahora.
?lvaro Pombo es escritor y acad¨¦mico de la RAE
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