?Sexo real o arte cinematogr¨¢fico?: la verdad sobre la escena er¨®tica m¨¢s controvertida de la historia del cine
La leyenda que persigue al cl¨¢sico de culto 'Amenaza en la sombra' apunta a que Julie Christie y Donald Sutherland, buenos amigos y compa?eros de correr¨ªas nocturnas, se dejaron llevar por la situaci¨®n y acabaron practicando sexo ante las c¨¢maras
La versi¨®n oficial no ha cambiado en 47 a?os: la escena de sexo de Amenaza en la sombra (Don¡¯t look now, 1973), una de las m¨¢s expresivas, convincentes y controvertidas de la historia del cine, es puro teatro. Arte cinematogr¨¢fico de muchos quilates, capaz de traducir a la pantalla el v¨¦rtigo, la pasi¨®n y el desorden del sexo real. Pero no sexo real. No ¡°pornograf¨ªa sublimada y elevada al cubo¡±, tal y como se obstinaba en describirla Claire Fagan en un art¨ªculo reciente en la revista Vinyl Writers.
Sin embargo, la terca leyenda que persigue a la pel¨ªcula desde su estreno, apunta en otra direcci¨®n. Una actriz y un actor que hab¨ªan trabajado juntos en varias ocasiones, que eran buenos amigos y compa?eros habituales de correr¨ªas nocturnas en los libertinos, narc¨®ticos y promiscuos a?os setenta, ruedan una escena ¨ªntima de una intensidad sin apenas precedentes a las ¨®rdenes de un director rupturista (Nicolas Roeg), se dejan llevar por la situaci¨®n y acaban practicando sexo ante las c¨¢maras.
?l comete incluso la indiscreci¨®n de reconocerlo en una entrevista, pensando que esa atrevida confidencia puede ser un estupendo argumento promocional para la pel¨ªcula, que es magn¨ªfica pero tambi¨¦n modesta y tal vez necesite un empuj¨®n. El d¨ªa del estreno, asustados por la repercusi¨®n de su travesura, actriz y actor, con la complicidad reticente de su director, llegan a la conclusi¨®n de que es preferible negar los hechos, no reconocer nunca m¨¢s que hay algo de real, de genuino y de ¡°pornogr¨¢fico¡± en esos cuatro minutos y medio de electrizante sexo envasado al vac¨ªo.
La leyenda persigue a la pel¨ªcula: una actriz y un actor que ya hab¨ªan trabajado juntos y que eran compa?eros habituales de correr¨ªas nocturnas, ruedan una escena ¨ªntima de una intensidad sin precedentes, se dejan llevar y acaban practicando sexo ante las c¨¢maras
Dos amigos desnudos
La escena se rod¨® en un hotel de Venecia una tarde de finales de enero de 1973. En la habitaci¨®n del Bauer Grunwald (hoy hotel Bauer Palazzo, a orillas del Gran Canal) se reunieron cuatro personas. Los dos actores, Julie Christie (Chabua, India, 1940) y Donald Sutherland (Saint John, Canad¨¢, 1935), el director, Nicolas Roeg (Londres, Reino Unido, 1928), y el director de fotograf¨ªa, Tony Richmond. Tal y como explicaba Sutherland en una entrevista con Vulture de marzo de 2018, ¡°se rod¨® con un par de c¨¢maras Arriflex sin sonido, en tomas muy cortas, de alrededor de 15 o 20 segundos, con Nic y Tony a muy poca distancia de nuestros cuerpos desnudos¡±.
Entre toma y toma, Roeg correg¨ªa la posici¨®n de los actores y les daba instrucciones b¨¢sicas: ¡°Julie, acurr¨²cate sobre la espalda de Donald y mu¨¦rdele suavemente el cuello. Donald, incl¨ªnate despacio hacia ella y p¨¢sale el brazo por la nuca¡±. El director hab¨ªa asegurado a los int¨¦rpretes que aquello iba a ser breve e indoloro, que las tomas que necesitaba estar¨ªan listas en menos de diez minutos. Pero Sutherland recuerda que pasaron ¡°alrededor de media hora, puede que algo m¨¢s¡± desnudos en aquella cama ¡°haciendo extra?as contorsiones¡±, algo cohibidos pero muy concentrados, en una atm¨®sfera de calma tensa.
Del relato tard¨ªo del actor se desprende que no fue una experiencia ¨ªntima pero tampoco result¨® del todo inc¨®moda. Hacia el final de esa sesi¨®n vespertina, Christie se ech¨® a re¨ªr, Roeg dej¨® de dar instrucciones y los actores empezaron a dejarse llevar por la inercia del momento. La r¨ªgida coreograf¨ªa de cuerpos desnudos movi¨¦ndose al dictado de ¨®rdenes casi marciales dio paso a algo mucho m¨¢s espont¨¢neo, intuitivo y din¨¢mico, mucho m¨¢s parecido al verdadero sexo.
La mayor¨ªa de las tomas que se conservan en la pel¨ªcula son de esos ¨²ltimos minutos en los que surgieron el humor, el entusiasmo y la magia. Incluido el cunnilingus (no expl¨ªcito, pero s¨ª muy gr¨¢fico), iniciativa de Sutherland. Era la primera vez que esa pr¨¢ctica tan frecuente en la intimidad de millones de parejas se asomaba a la gran pantalla en una pel¨ªcula no pornogr¨¢fica.
Una ocurrencia de ¨²ltima hora
La escena ni siquiera estaba prevista en el guion. Amenaza en la sombra pretend¨ªa ser una pel¨ªcula de g¨¦nero, terror psicol¨®gico en una Venecia sombr¨ªa y brumosa, y no necesitaba interludios er¨®ticos. Para Roeg, veterano director de fotograf¨ªa que hab¨ªa debutado en la direcci¨®n tres a?os antes con Performance, la esencia de la pel¨ªcula estaba en mostrar c¨®mo una desgracia inconcebible, la muerte accidental de su peque?a hija, acababa por destruir la conexi¨®n f¨ªsica y emocional de una pareja. Ya hab¨ªa rodado escenas de desencuentro y largas discusiones entre Christie y Sutherland, pero intu¨ªa que a su retrato de un amor y una intimidad gradualmente reducidos a escombros por la desgracia le faltaba, precisamente, la dosis de amor y de intimidad.
Tr¨¢iler de 'Amenaza en la sombra'.
De ah¨ª que concibiese esa breve escena: marido y mujer compartiendo sus rutinas de aseo en una habitaci¨®n de hotel, acerc¨¢ndose el uno a la otra sin previo aviso y cediendo a un repentino impulso er¨®tico tras semanas, tal vez meses sin tocarse. Se lo propuso primero a Julie Christie y ella, actriz ya consagrada en Hollywood, pero curtida en el compromiso con la realidad del free cinema brit¨¢nico de los primeros sesenta, no tuvo el menor inconveniente. Quien s¨ª se sinti¨® inc¨®modo con la propuesta fue el canadiense Sutherland, un actor con fama de iconoclasta y subversivo, muy ligado a la contracultura del nuevo Hollywood gracias a pel¨ªculas como M.A.S.H (Robert Altman, 1970) o Klute (Alan J. Pakula, 1971), pero que a¨²n hoy se define como ¡°muy pudoroso y muy poco acostumbrado a desnudarse ante otras personas¡±. Sin embargo, acept¨®, convencido como ha estado siempre de que ¡°lo m¨ªnimo que puede exig¨ªrsele a un verdadero actor es que se comprometa con la pel¨ªcula que est¨¢ haciendo¡±.
Roeg les asegur¨® que, tal y como ¨¦l la hab¨ªa concebido, aquella iba a ser una escena de sexo distinta a todas las dem¨¢s. Y vaya si lo fue. Casi por primera vez, aunque fuese en una producci¨®n ¨ªtalo-brit¨¢nica de presupuesto medio, se exhib¨ªa la intimidad de dos estrellas de Hollywood sin recurrir a filtros, recatadas elipsis, dobles de cuerpo o s¨¢banas satinadas trazando p¨²dicas fronteras sobre la superficie de la piel.
La intimidad vista de otra manera
Aquella escena era una sinfon¨ªa de lubricidad torpe y entusiasta. De labios hinchados, rubor en las mejillas, peque?os mordiscos en brazos y pantorrillas, lametones en las axilas y en la planta del pie. Vista hoy, sorprende por su naturalidad y hace que pensemos, como escrib¨ªa Nick Schager en un art¨ªculo en Esquire, ¡°lo muy a menudo que el cine nos muestra primeras veces entre parejas que acaban de conocerse y lo raro que resulta que se nos asome a la intimidad de un matrimonio con sus rutinas conyugales, sus peque?as perversiones consensuadas y compartidas, su conocimiento del cuerpo del otro y de los resortes que activan su deseo¡±. A la vez, Roeg nos recuerda lo moderno y lo sugerente que puede llegar a ser hacer cine con el cuerpo, sintonizando con sus ritmos, con sus gestos.
Roeg, veterano director de fotograf¨ªa, asegur¨® a los actores que aquella iba a ser una escena de sexo distinta a todas las dem¨¢s. Y lo fue. Casi por primera vez se exhib¨ªa la intimidad de dos estrellas de Hollywood sin recurrir a filtros, recatadas elipsis o dobles de cuerpo o s¨¢banas satinadas trazando p¨²dicas fronteras sobre la superficie de la piel
Ya en la mesa de montaje, el director londinense tuvo una nueva intuici¨®n que acab¨® de convertir aquella escena en algo excepcional. Decidi¨® alternar secuencias de Laura (Christie) y John (Sutherland) haciendo el amor con breves insertos de la pareja visti¨¦ndose para cenar tras su improvisada sesi¨®n de sexo. Seg¨²n el propio Roeg, fue sobre todo un intento de rebajar la crudeza de la escena para que la pel¨ªcula pudiese pasar el corte de la censura en el Reino Unido. Pero resulta tambi¨¦n, en palabras de Schager, ¡°un enorme acierto creativo, porque integra presente y futuro inmediato permiti¨¦ndonos ser testigos, de manera simult¨¢nea, de la intensidad del coito, un placer ef¨ªmero, y de la placidez pos-coito, del momento de laxitud en que los amantes acaban de procesar y, por tanto, disfrutan de nuevo lo que han hecho¡±.
Los censores brit¨¢nicos, por cierto, dieron su bendici¨®n a la escena. La consideraron muy digna, ¡°realizada con buen gusto y perfectamente justificada desde el punto de vista narrativo¡±, demostrando que no todos los que ejercen la censura son torquemadas de mirada turbia. En Estados Unidos, a Roeg le bast¨® con eliminar nueve fotogramas (aquellos en los que se intu¨ªa el pene de Sutherland o su lengua entre las caderas de Christie) para que la pel¨ªcula fuese calificada R en lugar de X. En palabras del director: ¡°La examinaron con lupa y no encontraron en ella nada reprobable. Por supuesto, est¨¢ montada de manera que resulta mucho m¨¢s expl¨ªcita en la mente del espectador que en la pantalla. Si ves que los actores est¨¢n iniciando un determinado movimiento, luego se inserta un plano muy breve de otra cosa y, cuando vuelves a ellos, los cuerpos han cambiado de posici¨®n, es obvio que tu mente llena los espacios vac¨ªos. Pero el caso es que yo no mostr¨¦ nada que los criterios de la ¨¦poca prohibiesen mostrar, as¨ª que no pudieron obligarme a suprimir la escena¡±.
Una ligera indiscreci¨®n
La verdadera pol¨¦mica lleg¨® meses despu¨¦s, coincidiendo con el estreno de la pel¨ªcula tanto en el Reino Unido, el 16 de octubre de 1973, como en Estados Unidos, pocas semanas despu¨¦s. Al parecer, en una entrevista con el cr¨ªtico de cine del tabloide brit¨¢nico Daily Mail, Sutherland llego a decir off the record que si la escena parec¨ªa real era ¡°por razones obvias¡±. La frase no fue publicada en la entrevista, pero s¨ª citada en una columna de rumores y cotilleos en la que se afirmaba tambi¨¦n (al parecer, sin fundamento) que Warren Beatty, pareja de Julie Christie por entonces, hab¨ªa viajado a Londres para convencer a Nicolas Roeg de que suprimiese la escena. La propia Christie declarar¨ªa a?os despu¨¦s que aquella era una leyenda urbana ¡°malintencionada y rid¨ªcula¡±: ¡°Warren era mi novio, no mi agente ni mi tutor legal. No era nadie que pudiese tomar decisiones sobre mi carrera ni hacer exigencias de ese tipo¡±.
El caso es que la (supuesta) indiscreci¨®n de Donald Sutherland tuvo mucho m¨¢s peso durante a?os que los continuos desmentidos de Christie, Roeg y el propio Sutherland. Ya saben, si dudan entre la leyenda y la realidad, impriman la leyenda. Innumerables art¨ªculos e incluso ensayos sobre cine y sexualidad optaron por imprimir la leyenda. Algunos de ellos difundieron la tesis de que Don¡¯t Look Now fue una especie de eslab¨®n perdido en la conquista de una nueva mirada er¨®tica cinematogr¨¢fica, la gran precursora de pel¨ªculas bastante posteriores que s¨ª mostraron sexo real, no simulado, sin por ello incurrir abiertamente en la pornograf¨ªa, como Los idiotas (Lars von Trier, 1998), Romance X (Catherine Breillat, 1999), Intimidad (Patrice Ch¨¦reau, 2001), 9 Songs (Michael Winterbottom, 2004) o All about Anna (Jessica Nilsson, 2005).
El propio Winterbottom contribuy¨® de manera involuntaria a la confusi¨®n al afirmar que la pel¨ªcula de Roeg es la prueba m¨¢s clara de que se puede ¡°filmar sexo real entre seres humanos sin caer en la estereotipada y degradante est¨¦tica pornogr¨¢fica, todo es cuesti¨®n de c¨®mo iluminas, c¨®mo eliges los ¨¢ngulos de c¨¢mara y c¨®mo montas despu¨¦s el resultado¡±. Una frase impecable si no fuese porque Roeg no film¨®, al parecer, sexo real entre seres humanos, sino solo un muy buen suced¨¢neo cinematogr¨¢fico.
La verdadera pol¨¦mica lleg¨® con una entrevista en la que Sutherland dijo 'off the record' que si la escena parec¨ªa real era ¡°por razones obvias¡±. La frase no fue publicada, pero s¨ª citada en una columna de cotilleos en la que se afirmaba que Warren Beatty, pareja de Julie Christie, hab¨ªa viajado a Londres para convencer a Nicolas Roeg de que suprimiese la escena
El actor secundario bocazas
Los ecos de la vieja pol¨¦mica se hab¨ªan disipado en gran medida cuando, en 2011, un actor de reparto irrumpi¨® en escena reclamando su cuarto de hora de gloria. El periodista Peter Bart, que hab¨ªa sido productor ejecutivo de Paramount en 1973, public¨® un libro titulado Infamous players: A tale of movies, the mob (and sex), unas memorias de sus a?os dedicados al cine que ten¨ªan clara vocaci¨®n de best seller pol¨¦mico y rijoso. En ellas afirmaba haber estado presente durante el rodaje de la escena y haber asistido, con creciente estupor e incomodidad, ¡°al vaiv¨¦n¡± del pene de Sutherland muy cerca de la vagina de Christie. En un momento determinado, siempre seg¨²n el testimonio de Bart, ¡°el ¨¢ngulo en que estaban los dos cuerpos no dejaba lugar a dudas: estaban follando ante las c¨¢maras¡±.
Bart asegura incluso que le sugiri¨® a Roeg que dejase de rodar, en vista de que Christie y Sutherland necesitaban ¡°intimidad¡±, porque ya no estaban actuando, y Roeg le respondi¨®: ¡°Espera un poco, quiero asegurarme de que tengo todo el material que necesito. Luego los dejamos solos¡±. El productor afirm¨® tambi¨¦n que fue ¨¦l quien recibi¨®, pocas semanas despu¨¦s, una llamada de Warren Beatty en la que este le reprochaba ¡°la sucia jugarreta que le hab¨¦is hecho a Julie¡± y se ofrec¨ªa a ayudar a Roeg a montar de nuevo la escena de manera que fuese ¡°aceptable¡±. ¡°?Es que os hab¨¦is propuesto destruir su carrera?¡±, asegura que lleg¨® a preguntarle Beatty. ¡°Ella confi¨® en Nic, se puso en sus manos, y es as¨ª como se lo pag¨¢is¡±.
El relato de Bart fue rotundamente desmentido por Sutherland. El actor asegur¨® en un escueto comunicado que ¡°solo cuatro personas estaban en aquella habitaci¨®n, y estamos hablando de una ¨¦poca en la que no hab¨ªa monitores de v¨ªdeo, por lo que nadie m¨¢s pudo ver el material mientras lo est¨¢bamos rodando¡±. Peter Katz, productor de la pel¨ªcula, secund¨® la versi¨®n de Sutherland al afirmar que ¡°la escena de sexo es simulada y lo que cuenta Bart, producto de su imaginaci¨®n, su falta de ¨¦tica o su mala memoria¡±. Incluso Julie Christie, que lleva a?os intentando mantenerse al margen de tan inc¨®moda y recurrente pol¨¦mica, declar¨® que si la escena ¡°parece tan real es porque tanto Nic como Donald y yo hicimos un estupendo trabajo¡±.
Como el zumbido de una m¨¢quina de coser
'Don¡¯t Look Now' fue la gran precursora de pel¨ªculas bastante posteriores que s¨ª mostraron sexo real, no simulado, sin por ello incurrir abiertamente en la pornograf¨ªa, como 'Los idiotas', 'Romance X', 'Intimidad' o '9 Songs'
En la citada entrevista con Vulture, Sutherland hizo denodados esfuerzos para zanjar el asunto de una vez por todas. Para mostrar hasta qu¨¦ punto sus recuerdos del rodaje son precisos, el actor canadiense se recre¨® describiendo ¡°el zumbido de las dos c¨¢maras Arriflex, que suenan como una m¨¢quina de coser Singer atiborrada de anfetaminas¡±, los cortes continuos y las breves y muy precisas instrucciones de Roeg. En aquellas circunstancias, seg¨²n cuenta Sutherland, excitarse hasta el punto de llegar a practicar sexo real hubiese resultado del todo inconcebible: ¡°Yo estaba muy cohibido. Julie, por razones muy concretas y que no vienen al caso, estaba tambi¨¦n muy cohibida. Est¨¢bamos ah¨ª, en esa cama, t¨ªmidos, desnudos y expectantes, como Ad¨¢n y Eva esperando que alguien nos ofreciese una manzana¡±.
En 2013, como preparaci¨®n para el rodaje de la primera temporada de Masters of Sex, el equipo de la serie, productores, t¨¦cnicos e int¨¦rpretes, busc¨® inspiraci¨®n viendo juntos y comentando una selecci¨®n de 50 escenas de sexo de pel¨ªculas de los ¨²ltimos 40 a?os. La mejor, en opini¨®n de casi todos ellos, era la m¨¢s antigua. La de Don¡¯t look now. La guionista y productora Michelle Ashford explica que les entusiasm¨® hasta qu¨¦ punto la escena ¡°resulta er¨®tica sin ni siquiera pretenderlo, c¨®mo la sensualidad est¨¢ en la expresi¨®n de sus rostros, en el pelo desordenado y los labios ligeramente hinchados de Christie, en el abandono con que Sutherland se pone la corbata instantes despu¨¦s de hacer el amor¡±. John Madden, el director del cap¨ªtulo piloto de la serie, comparti¨® con el resto del equipo que todas las escenas er¨®ticas que hab¨ªa rodado en su carrera ¡°se inspiraban directamente en la de Don¡¯t look now, en esa dif¨ªcil naturalidad que la acerca tanto a la experiencia del sexo real¡±.
Pero no solo de sexo se nutre Amenaza en la sombra. Como recuerda Nick Shager, ¡°la pel¨ªcula tiene virtudes que van mucho m¨¢s all¨¢ de esos cuatro minutos y medio de ¨¦xtasis sexual cotidiano¡±. Muestra una Venecia ins¨®lita, llena de rincones decr¨¦pitos, muerte, desolaci¨®n y decadencia, y la pone al servicio de una intriga sobrenatural rica y ambigua. Tiene una atm¨®sfera impecable, im¨¢genes de una pureza casi hipn¨®tica, un guion con muchos m¨¢s meandros y recovecos que el relato de Daphne du Maurier en que se basa y un desenlace que sume en la perplejidad a los espectadores, invit¨¢ndoles a rebobinar la pel¨ªcula en sus cerebros fotograma a fotograma, en busca de sus claves ocultas. Tiene tantas y tan notables virtudes, de hecho, que un panel de expertos reunido por la revista Time Out la eligi¨® en 2011 la mejor pel¨ªcula brit¨¢nica de todos los tiempos, por encima incluso de obras maestras que generan tanto consenso como El tercer hombre, Barry Lyndon, Kes, 39 escalones, Las zapatillas rojas, If¡, La soledad del corredor de fondo o Breve encuentro.
La gran perla en la filmograf¨ªa de Roeg es, en palabras de Sutherland, ¡°una pel¨ªcula para estar muy orgulloso¡±. Con o sin la fascinante controversia que ha rodeado siempre a la m¨¢s c¨¦lebre de sus escenas.
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