Perder seres queridos por partida doble y resistir
Por violencia o por covid-19, ver morir a un familiar sin poder darle una despedida digna es algo que muchas personas arrastran. En este d¨ªa de conmemoraci¨®n de los desaparecidos, tres mujeres lo cuentan desde el pa¨ªs con mayor tasa de mortalidad por la pandemia
¡°¡Si me pasara algo, mis hijos deben seguir este proceso judicial (¡) No dejar de luchar contra las autoridades y los militares abusivos por la detenci¨®n arbitraria y desaparici¨®n forzada de personas inocentes en los a?os 1980 a 2000¡¡±. Pocos d¨ªas despu¨¦s de que Julio Chuch¨®n Prado, de 71 a?os, sucumbiera ante la covid-19, su hija Edith encontr¨® una carta con estas l¨ªneas. Estaba en el cuarto donde ¨¦l sol¨ªa leer, debajo de unos papeles. Nadie en su casa hab¨ªa le¨ªdo este testamento desconocido de siete p¨¢ginas, donde adem¨¢s de disponer sus bienes, ped¨ªa que sus hijos siguieran luchando por la que fue una causa esencial en su vida: esclarecer qu¨¦ pas¨® con su primera esposa y con su hermano, quienes desaparecieron en agosto de 1983.
La historia de Julio Chuch¨®n no es ¨²nica en el Per¨², donde durante el enfrentamiento entre el Estado y el grupo terrorista Sendero Luminoso (SL), entre los a?os 1989 y el 2000, murieron miles de personas y desaparecieron unas 21.000. Sobre la intemperie emocional y social en la que ya viv¨ªan los familiares de estas ¨²ltimas, ha ca¨ªdo hoy la pandemia con toda su crueldad.
¡°A mi padre lo llevaron de emergencia al hospital del Seguro Social de Ayacucho (capital del departamento andino del mismo nombre) el 1 de julio, y desde all¨ª solo nos comunicamos por WhatsApp¡±, cuenta Edith, que es suboficial de la polic¨ªa, escasos d¨ªas antes de que Per¨² se convirtiera en el pa¨ªs con mayor tasa de mortalidad por el nuevo coronavirus de todo el mundo. A partir de entonces, cuando ¨¦l ya ten¨ªa el 80% de los pulmones afectados, fueron y vinieron los mensajes cargados de angustia.
En ellos le ped¨ªa que cuidara a la familia, que desinfectara las cosas de la casa. En uno, enviado dos d¨ªas antes de fallecer, ped¨ªa casi a gritos Ivermectina, un medicamento que ya le hab¨ªan aplicado d¨ªas antes. Despu¨¦s ya no pudo hablar, porque estaba entubado. El 14 de julio, luego de una noche en que su esposa Gregoria Reym¨²ndez dijo haber so?ado que estaba mejor, falleci¨®.
Hab¨ªa partido solo en una cama, lejos de su familia y sin poder desentra?ar qu¨¦ ocurri¨® con su hermano P¨¢nfilo, en el amanecer del 25 de agosto de 1983, cuando habr¨ªa sido detenido en la comunidad de Chiribamba (una comunidad ayacuchana) por un grupo de militares. Y con su primera esposa, Nelly Salvatierra, quien corri¨® el mismo destino fatal al d¨ªa siguiente.
Ambos fueron v¨ªctimas de desaparici¨®n forzada, esa pr¨¢ctica inhumana propiciada en esos a?os por miembros descaminados de las fuerzas de seguridad o por Sendero Luminoso. A eso se refer¨ªa Julio en sus ¨²ltimas l¨ªneas, donde tambi¨¦n ped¨ªa coordinar con Asociaci¨®n Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Per¨² (Anfasep) para que la b¨²squeda no pare.
Fue uno de los pocos hombres vinculados estrechamente a esta organizaci¨®n, que hasta hoy procura que se sepa la verdad sobre las miles de personas de las que casi no hay rastros. Y a las cuales no se les pudo despedir, como el coraz¨®n manda, casi c¨®mo hoy no se puede hacer con quienes expiran por el nuevo coronavirus. Tal como, precisamente, le ocurri¨® a Edith.
¡°No pude cerrar este duelo¡±, comenta desde la congoja y sobreponi¨¦ndose a la resaca de sus afectos y de su propio cuerpo, porque ella misma tuvo la covid-19, como todos en su casa, por lo que dej¨® de trabajar unos d¨ªas y tuvo enormes dificultades para velar por sus dos peque?os hijos y atender a su propio padre. Que se fue sin despedirse bien de ella, sin abrazos ni rezos.
La p¨¦rdida sin fin
Seg¨²n la psic¨®loga Eva Esteban, de la oficina de Lima del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR), ¡°para iniciar un proceso de duelo debe haber una certificaci¨®n de la muerte, a trav¨¦s de a trav¨¦s de la presencia del cuerpo del fallecido¡±, y adem¨¢s ¡°hace falta un reconocimiento social, para darle un sentido a lo sucedido¡±. Algo que no tienen los familiares de los desaparecidos.
Si eso no ocurre, se produce lo que la psicoterapeuta Pauline Boss ha llamado ¡®"la p¨¦rdida ambigua", es decir, una p¨¦rdida sin verificaci¨®n, sin posibilidad de cierre porque no se sabe si el familiar est¨¢ o no est¨¢. Es lo que le ocurri¨® a Chuch¨®n, pero tambi¨¦n a Rodomila Segovia (55), que desde los 18 a?os carga con el dolor de no saber qu¨¦ pas¨® con su abuela Maura Rodr¨ªguez.
Ella, junto con sus t¨ªos Santiago Rojas y Francisca Najarro, fue interceptada por un comando de SL un 26 de mayo de 1984, en las cercan¨ªas de Seccelambras, una comunidad ubicada tambi¨¦n en las sierras de Ayacucho. Los hombres armados acusaron a Santiago de ser ¡°un colaborador del Estado¡±, para luego torturarlo y, finalmente, degollarlo sin compasi¨®n alguna.
A Maura y Francisca (que estaba embarazada), las golpearon y las arrojaron a un r¨ªo cercano. Unos testigos dicen haber visto sus cuerpos flotando, pero por varios a?os no se lleg¨® a comprobar si era cierto. Solo 21 a?os despu¨¦s, en un pueblo cercano llamado Minas Urqu, se encontraron unos restos que podr¨ªan ser los de los familiares de Rodomila.
Con la ayuda de la Comisi¨®n de la Verdad y Reconciliaci¨®n (CVR) les hicieron la prueba de ADN a algunos de sus sobrinos y se determin¨® que los huesos de Santiago y Francisca s¨ª estaban all¨ª. Pero no la abuela. D¨ªas despu¨¦s, desesperada porque no la encontraba, Rodomila fue a una Fiscal¨ªa en Lima y pidi¨® que le dieran unos huesos de animales tambi¨¦n encontrados en la fosa.
Para iniciar un proceso de duelo debe haber una certificaci¨®n de la muerte, a trav¨¦s de a trav¨¦s de la presencia del cuerpo del fallecido. Algo que no tienen los familiares de los desaparecidos ni de las v¨ªctimas de covid-19
A pesar de no estar segura de que fueran los restos de su abuela, de su "mam¨¢ Maura", decidi¨® hacer una ceremonia simb¨®lica con ellos. ¡°No cerr¨¦ el duelo¡±, dice, al acordarse de esos momentos. Los a?os fueron pasando, sin que renunciara a encontrar el cuerpo de la mujer que la arrop¨®. A inicios de julio pasado, su padre Juli¨¢n Segovia se enferm¨® de la covid-19.
Cuando sus hermanos lo llevaron a una cl¨ªnica, los m¨¦dicos determinaron que ten¨ªa como el 90% del pulm¨®n afectado. Rodomila, sin embargo, nunca pudo viajar de Huamanga a Lima para verlo o abrazarlo, porque se hab¨ªa declarado la cuarentena en todo el pa¨ªs. ¡°Volv¨ª a sentirme ¡ªexplica¡ª como en los a?os en que no pude enterrar a mi mam¨¢ Maura¡±
La sombra de la desconfianza
La poca comunicaci¨®n que tuvo con su familia fue a trav¨¦s ¡ªnuevamente¡ª del WhatsApp. Un d¨ªa antes de la muerte de su padre, el 19 de junio, uno de sus hermanos le avis¨® por esa v¨ªa de que ya se iba, y al siguiente falleci¨® en su propio domicilio, sin que ella pudiera despedirse. Sufri¨®, nuevamente, una p¨¦rdida ambigua, es decir una p¨¦rdida que no pudo cerrar adecuadamente.
Si bien, seg¨²n Esteban, el contexto de la covid-19 es diferente al de las desapariciones forzadas, esta figura puede darse de alg¨²n modo en la pandemia, debido a ¡°la no posibilidad de despedir al ser querido con los rituales social y culturalmente establecidos¡±. No se le ve en sus ¨²ltimos momentos de vida, o incluso se desconf¨ªa de los restos entregados luego de la cremaci¨®n.
A los familiares de los desaparecidos se les entregan restos ¨®seos y tambi¨¦n suelen desconfiar. Quiz¨¢s por eso no es casual que quienes pierden a alguien por la enfermedad, y a la vez ten¨ªan un desaparecido en la familia, suelan moverse de un modo minucioso cuando se produce el deceso, tal como ocurri¨® con Vanessa Marchena, una mujer que actualmente tiene 36 a?os.
Desde los ocho a?os vivi¨® bajo la sombra de la ausencia no explicada de su t¨ªo, Rodolfo Cuba Rivas, vendedor de diarios, quien desapareci¨® un 17 de abril de 1992, en el distrito de lime?o de Los Olivos, al parecer por acci¨®n de dos hombres, ¡°de porte militar¡±. Y de la detenci¨®n de su madre, Lili Cuba Rivas, en enero del siguiente a?o, por presuntamente estar vinculada a la subversi¨®n.
No ha podido olvidar el d¨ªa en que varios polic¨ªas irrumpieron en su casa y se la llevaron, para luego enviarla a un tribunal de jueces sin rostro que la conden¨® a 30 a?os de prisi¨®n, lo que hizo que Vanessa se pasara la infancia y la adolescencia visitando sucesivamente en tres penales a su madre. Hasta que en el a?o 2002 una Comisi¨®n de Indultos concluy¨® en que era inocente y sali¨®.
Al fallecer su padre, Abd¨®n Marchena, por covid-19 el 19 de junio en Lima, Vanessa elabor¨® una delicada estrategia con una funeraria para estar segura de que las cenizas que le entregaban eran realmente las de ¨¦l. Hab¨ªan transcurrido 25 d¨ªas desde que fue internado, en los cuales ella sufri¨® lo inenarrable, gastando lo que no ten¨ªa en balones de ox¨ªgeno, taxis y medicamentos.
Incluso tuvo que dormir una noche entera en una banca, junto con su padre ya en crisis, mientras esperaba la atenci¨®n hospitalaria. En marzo pasado perdi¨® su trabajo debido a la crisis econ¨®mica que afecta al Per¨² por la pandemia, por lo que la principal fuente de ingreso de su familia era, y es a¨²n, el trabajo de taxista de su esposo, con lo que mantienen a sus tres hijos.
Sobrevivir viviendo
Sandy Martel, otra psic¨®loga que trabaja para el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, sostiene que los familiares de desaparecidos pueden experimentar, a nivel familiar, la falta de certeza de que ¡°el cuerpo corresponda al pariente¡±, as¨ª como la sensaci¨®n de que ¡°cualquier miembro de la familia puede ser una v¨ªctima vulnerable¡±. Como le ocurri¨® a Vanessa.
Rodomila es la asistenta social de Anfasep y cuenta que, en estos d¨ªas de desolaci¨®n y pandemia, se ha dedicado a ayudar a los miembros de la asociaci¨®n que est¨¢n en pobreza extrema y que son unos 25. Los llama por tel¨¦fono, organiza bolsas con alimentos para ellos, y cada 15 d¨ªas procura ir a verlos y dej¨¢rselas, con los cuidados sanitarios del caso.
¡°Eso me hace sentir mejor¡±, explica, deslizando un aire de resiliencia ejemplar, capaz de vencer a cualquier demoledora adversidad. Edith, por su parte, es polic¨ªa de emergencias, y cuenta que cuando ve a ancianos hacer cola en los bancos para cobrar el bono de compensaci¨®n otorgado el Gobierno, los ayudo a cruzar la pista o hasta los lleva a su casa en la patrulla policial.
Vanessa, por su parte, quiere irse del pa¨ªs, pero ve en uno de sus hijos, que estudia ingenier¨ªa civil en la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨² gracias una beca, una esperanza, y tambi¨¦n en sus otros dos hijos. Est¨¢ vinculada a la Red de Mujeres Forjadoras de Paz, promovido por la Comisi¨®n Episcopal de Acci¨®n Social, un organismo de la Iglesia Cat¨®lica Peruana.
Todas, cargando encima el dolor provocado por la desaparici¨®n forzada, la detenci¨®n injusta o la pandemia, tratan de vivir, contra toda mala hora. ¡°Los familiares de personas desaparecidas ¡ªapunta Esteban¡ª podr¨ªan estar aplicando estrategias y recursos de afrontamiento que, consciente o inconscientemente, han aprendido y desarrollado durante todos estos a?os de incertidumbre¡±.
Los familiares de personas desaparecidas podr¨ªan estar aplicando estrategias de afrontamiento que han aprendido durante todos estos a?os de incertidumbre
Quiz¨¢s aprendieron a resistir m¨¢s para sortear esa p¨¦rdida ambigua que incluso se puede heredar, como ocurri¨® con Edith y Vanessa. Como escribe la propia Paulina Boss (en su libro llamado, precisamente, La p¨¦rdida ambigua), ¡°algunas v¨ªctimas (¡) deciden extraerle sentido al caos y ¡ªcontin¨²a la autora¡ª rebajar la probabilidad de que otros sufran la misma p¨¦rdida¡±.
Es lo que parece hacer Edith, quien enfatiza su deseo de ser ¡°una polic¨ªa m¨¢s humanitaria, que entienda los problemas de la gente¡±. El CICR, por a?adidura, est¨¢ promoviendo en el Per¨² la campa?a Toronjil, para no ahogarnos en el llanto, a fin de crear un acercamiento virtual entre quienes perdieron un familiar por desaparici¨®n forzada y quienes lo perdieron por la covid-19.
Los d¨ªas contin¨²an¡
Lo har¨¢n mediante un v¨ªdeo y bajo la etiqueta #UnAdiosDigno y, seg¨²n Dafne Martos, jefa de Comunicaci¨®n del CICR, ¡°la idea es que el toronjil simbolice los abrazos que no se pueden dar¡±. A nivel regional, se ha lanzado en alianza con Play for Change un concierto virtual en el que, este 30 de agosto varios artistas interpretar¨¢n el tema de Natalia Lafourcade llamado Hasta la ra¨ªz.
Esa que a la letra dice Sigo cruzando r¨ªos/ andando selvas/amando el sol/cada d¨ªa sacando espinas/de lo profundo de mi coraz¨®n. Edith, Rodomila y Vanessa a¨²n sacan espinas de sus corazones. Y comparten las mismas l¨¢grimas de los deudos de los fallecidos por la covid-19, que tampoco quieren que la muerte pase por su casa y sus afectos sin que haya una digna despedida.
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