Norman Foster: ¡°El futuro de la sociedad no est¨¢ en la distancia de dos metros entre cada persona¡±
Tiene 85 a?os, un historial de obra construida que ha cambiado nuestras ciudades y una inquebrantable fe en el progreso que ha dejado un rastro de aeropuertos di¨¢fanos, rascacielos ecol¨®gicos, tiendas abiertas como plazas p¨²blicas y museos llenos de luz
Los estudiantes de arquitectura que a finales de los a?os setenta asist¨ªan a las charlas de Norman Foster se encontraban con que el arquitecto, por entonces de fama incipiente, no les hablaba ni de Mickey Mouse, ni del Parten¨®n, ni de ning¨²n otro s¨ªntoma de la iron¨ªa posmoderna imperante en aquel momento. Para Foster solo hab¨ªa una cuesti¨®n: solucionar problemas con la tecnolog¨ªa disponible. Quienes asistan hoy a una charla de Foster escuchar¨¢n un discurso similar, pero sustentado por 60 a?os de pr¨¢ctica, un estudio de arquitectura que emplea a 1.500 personas y el historial de obra construida que, posiblemente, m¨¢s ha cambiado nuestras ciudades y nuestra forma de entender los edificios en el ¨²ltimo medio siglo. Su claridad de ideas y su inquebrantable fe en el progreso han dejado un rastro de aeropuertos di¨¢fanos, rascacielos ecol¨®gicos de belleza inveros¨ªmil, tiendas abiertas como plazas p¨²blicas y museos llenos de luz bajo ondulantes techos de cristal. Norman Foster esqu¨ªa y pilota aviones. Cumpli¨® 85 a?os en junio, pero nada de lo que uno pueda decir sobre ¨¦l es aplicable a un octogenario. La pandemia ha puesto de relieve la fragilidad de casi todo, pero no la de lord Foster, que nos recibe v¨ªa telem¨¢tica en su casa de St. Moritz (Suiza), energ¨¦tico, esbelto e impecablemente vestido de blanco.
¡°Fui el primero en mi familia en ir a la universidad, y all¨ª, el ¨²nico que adem¨¢s ten¨ªa que trabajar para vivir. Pero en realidad fue lo mejor que me pod¨ªa ocurrir¡±
Cumpli¨® 85 en la m¨¢s inesperada de las situaciones. ?C¨®mo ha pasado estos meses? ?Nunca he estado tan ocupado! Y tampoco hab¨ªa estado en un solo lugar durante tanto tiempo. Me he mantenido muy bien conectado. Incre¨ªblemente, la rutina de los concursos ha continuado. No est¨¢s all¨ª, en Los ?ngeles, o en San Francisco, pero s¨ª est¨¢s all¨ª, comunic¨¢ndote con bocetos, conversaciones o v¨ªdeos. La tecnolog¨ªa, combinada con el ingenio humano, ha prevalecido. Me preguntan mucho si esta pandemia cambiar¨¢ las cosas. Mi punto de vista es que acelerar¨¢ cambios que ya eran inevitables. La ciudad del futuro iba a estar cada vez m¨¢s orientada a peatones y ciclistas¡ y durante la pandemia se han construido m¨¢s carriles bici que nunca. Pero es que era inevitable.
En Madrid este proceso no parece tan fluido. Madrid R¨ªo se inaugur¨® hace nueve a?os. Siempre lo cuento en mis charlas y les hablo de ello a mis alumnos. Es un proyecto precioso y verde.
Esta pandemia tambi¨¦n nos ha devuelto los coches, que de repente son m¨¢s seguros que el metro. Habr¨¢ un tiempo de transici¨®n en el que algunas tendencias se revertir¨¢n. La pandemia de gripe espa?ola fue mucho m¨¢s devastadora que la de la covid, al menos por ahora. Ocurri¨® entre 1918 y 1920, que fue el anticipo de los locos a?os veinte y su bum de la construcci¨®n de cines, que reun¨ªan a gente bajo el mismo techo. Algo que poco antes habr¨ªa sido imposible. No fue la era del aeropuerto, pero s¨ª su equivalente. Lo que es verdad es que tal vez deber¨ªamos estar listos para enfrentarnos a m¨¢s crisis m¨¦dicas de este tipo.
?Ha cambiado alguno de sus proyectos en este tiempo o ha deseado haberlo hecho? Creo que no. Esto es parecido a lo que ocurri¨® despu¨¦s del 11-S. Algunos vaticinaron la desaparici¨®n de los rascacielos, pero en seguida est¨¢bamos trabajando en el edificio Hearst, en Nueva York, y plane¨¢bamos la torre Swiss Re, en Londres. El futuro de la sociedad no est¨¢ en la distancia de dos metros entre cada persona.
Quienes le han o¨ªdo hablar admiran su capacidad para ir al grano. Cuando hablo con estudiantes y les animo, insisto en dos cosas: en ser uno mismo y en evitar la palabrer¨ªa, las pretensiones culturales.
Hay mucho optimismo en su fe en el dise?o, la tecnolog¨ªa, la sostenibilidad y, en definitiva, la ciencia. ?Hay espacio para el optimismo en el mundo actual? No hay que confundir el optimismo con la complacencia, y tampoco quiero ocultar la realidad de que una grand¨ªsima parte de la poblaci¨®n mundial est¨¢ en una situaci¨®n dif¨ªcil, pero, con alguna extra?a aberraci¨®n, como Estados Unidos, la calidad y la esperanza de vida siguen mejorando. Si eres arquitecto dise?as para el futuro. Tienes que ser un optimista.
Supongo que me refer¨ªa a un aspecto m¨¢s pol¨ªtico. Por ejemplo, leyendo sobre su edificio para al banco HSBC en Hong Kong me volvi¨® a la cabeza lo que est¨¢ ocurriendo all¨ª. O el retroceso en las libertades en muchos pa¨ªses europeos. Me resulta reconfortante que su optimismo sea tan firme. Comparto su desesperanza. Soy totalmente proeuropeo. Mis hijos hablan cinco o seis idiomas. Todo lo que sube, baja. La parte buena de la pandemia es que habr¨¢ que reevaluar los efectos de la globalizaci¨®n: ha sacado a millones de personas de la pobreza, s¨ª, pero tambi¨¦n ha tenido terribles efectos en los cinturones industriales. Y hay que reevaluar temas acuciantes como el cambio clim¨¢tico, que requiere una acci¨®n global. Lo negativo es el aspecto pol¨ªtico, las peque?as naciones con sus peque?as preocupaciones nacionalistas. Esperemos que, con el tiempo, todo eso se vaya nivelando.
¡°Esto es parecido a lo que ocurri¨® despu¨¦s del 11-S. Algunos vaticinaron la desaparici¨®n de los rascacielos. Pero el futuro de la sociedad no est¨¢ en la distancia de dos metros entre cada persona¡±
La carrera de Norman Foster, nacido hijo ¨²nico en una familia humilde de Manchester, salt¨® a la primera plana de los peri¨®dicos con el edificio HSBC: un rascacielos inaugurado en 1986 que certific¨® la capacidad del arquitecto para aplicar sus avanzadas ideas en edificaciones en altura. El rascacielos no era la cl¨¢sica torre de cristal sino una compleja estructura que liberaba el espacio interior y concentraba los servicios y los sistemas de circulaci¨®n en la fachada, d¨¢ndole el aspecto de una enorme m¨¢quina habitable. Pero el proyecto con el que pas¨® a la primera plana de la opini¨®n p¨²blica fue su reforma del Reichstag, en 1999. Con la reconstrucci¨®n del Parlamento alem¨¢n, el arquitecto demostr¨® que no solo era capaz de proezas t¨¦cnicas. Tampoco desfallec¨ªa ante el peso de la responsabilidad: el Reichstag es ¡°la personificaci¨®n del proceso democr¨¢tico, el s¨ªmbolo de Berl¨ªn, el s¨ªmbolo de la unificaci¨®n alemana¡±, explica Foster. ¡°Aquello fue un privilegio¡±.
All¨ª, expres¨® su optimismo social a?adiendo al edificio hist¨®rico una moderna c¨²pula de cristal con mirador al interior del edificio, para que los visitantes pudieran ver a sus representantes trabajar. Este esquema ¨Cla luz, la transparencia, la b¨²squeda de la esencia de un edificio y de su significado dentro de la ciudad¨C es uno de sus sellos de identidad. La huella del Reichstag est¨¢ en el pr¨®ximo Sal¨®n de Reinos, o lo que ser¨¢ la ampliaci¨®n definitiva del madrile?o Museo del Prado. ¡°Es un proyecto de Madrid, pero su alcance es mucho mayor. Que esas pinturas [las Colecciones Reales] vuelvan a su casa, y restaurar esa casa, pelar la fachada hasta llegar a la original del siglo XVII, y adem¨¢s crear una galer¨ªa de arte contempor¨¢neo con 17 metros de espacio abierto y flexible... Eso no existe. Esta combinaci¨®n de mirar muy adelante y muy atr¨¢s es extraordinaria¡±.
Rompi¨® una barrera de su profesi¨®n: la clase social. Dej¨¦ el colegio con 16 a?os, empec¨¦ a trabajar en el Ayuntamiento de Manchester, luego hice el servicio militar y descubr¨ª la arquitectura tarde, a los 21. Al decano le gustaron mis dibujos pero, como no reun¨ªa los requisitos, la universidad decidi¨® crear una categor¨ªa nueva para m¨ª: al terminar el curso me dar¨ªan un papel, como a los dem¨¢s, pero en vez de poner licenciatura pondr¨ªa diploma. Cuando solicit¨¦ ayuda econ¨®mica me la negaron, dici¨¦ndome que no pod¨ªan darme ayudas para la universidad. En su lugar, me ofrecieron una plaza en la escuela de arte y una beca. Me negu¨¦. Fui el primero en mi familia en ir a la universidad, y all¨ª, el ¨²nico que adem¨¢s ten¨ªa que trabajar para vivir. Pero en realidad fue lo mejor que me pod¨ªa ocurrir, porque me obligu¨¦ a demostrar ante las autoridades, y ante todos, que hab¨ªan cometido un error. Aquello que lamentamos, muchas veces, lo acabamos celebrando.
?No es dif¨ªcil transmitir esa fuerza de voluntad a unas generaciones mucho m¨¢s privilegiadas? Por mi experiencia, los j¨®venes tienen muchos recursos y est¨¢n muy bien informados. Tengo fe en el futuro, y en la juventud, pero es verdad: uno de los problemas de la civilizaci¨®n occidental es que cada vez es m¨¢s aversa al riesgo. Y no es sano. No puedes dise?ar sin riesgo.
Si los museos resumieron la primera d¨¦cada de este siglo y los aeropuertos la siguiente, ?qu¨¦ edificios definir¨¢n esta que acaba de empezar? Los edificios m¨¢s sanos. Sobre todo en el ¨¢mbito laboral, donde cada vez es m¨¢s dif¨ªcil distinguir ocio y trabajo. Por ejemplo, antes de todo esto, durante todo el a?o pasado, estuve trabajando en un pueblo suizo llamado La Punt en un proyecto que trata de revertir el ¨¦xodo rural introduciendo una nueva opci¨®n laboral. Un tercer lugar, adem¨¢s de tu casa y la oficina, para pasar temporadas con tu familia en otro sitio que te ofrezca m¨¢s facilidades para hacer deporte o para escapar del turismo. Tambi¨¦n lo veo en los proyectos de grandes sedes que hemos desarrollado: Apple Park, en Silicon Valley, est¨¢ en un parque de 71 hect¨¢reas de las cuales 57 las ocupa un parque con 10.000 ¨¢rboles, con carriles para bici y para correr, y con un centro wellness mejor que los de muchos hoteles de cinco estrellas.
?Es m¨¢s dif¨ªcil trabajar con pol¨ªticos, con empresarios o con clientes particulares? Lo bueno es tratar con gente que se preocupa por el edificio, porque significa que se preocupa por quienes lo habitar¨¢n. Esa gente es la que peor te lo hace pasar como arquitecto. Lo m¨¢s dif¨ªcil, sin embargo, es la burocracia, que puede existir hasta en las familias. Porque no es cuesti¨®n de tama?o. Apple es una empresa enorme, pero todo empez¨® con una llamada de Steve Jobs. Y Michael Bloomberg se preocup¨® personalmente de cada detalle del dise?o de su sede en Londres. Lo opuesto es cuando todo se diluye en focus groups.
Debi¨® hacer un m¨¢ster en proyectos delicados cuando dise?¨® el Reichstag. Ahora todo es material sensible, todo se puede inflamar. ?Alguna vez tiene la sensaci¨®n de andar sobre cristales rotos? En esta era, tan sorprendente en su correcci¨®n pol¨ªtica, aquellos que tienen la valent¨ªa de pronunciarse a favor de la ciencia y contra los misticismos, contra las invenciones de los pol¨ªticos, y de hablar por lo racional, por la moral¡ Esos individuos inspiran respeto.
Los movimientos feministas y queer han provocado un examen de conciencia en todas las industrias. ?Tambi¨¦n en su arquitectura? Cuando empezamos Foster + Partners, ¨¦ramos un equipo de marido y mujer. Y crecimos explorando esta problem¨¢tica: nuestro primer proyecto, el que nos proporcion¨® todos los dem¨¢s, fue en los Docklands. Luch¨¢bamos por la igualdad racial, por las condiciones laborales, por que los trabajadores estuvieran bajo el mismo techo que gerencia. Esto era revolucionario en el Londres de los a?os sesenta, en el East End, la zona m¨¢s pobre de la ciudad. Hoy sigue habiendo muchos prejuicios y hay que combatirlos.
Hay estudios j¨®venes que hacen una arquitectura muy te¨®rica, incluso pol¨ªtica, como en los sesenta. Mi prioridad es concentrarme en reducir la huella de carbono de un edificio. En aquello que mejore la calidad de vida de las personas, que las haga estar m¨¢s sanas y ser m¨¢s felices. Eso es lo que me interesa.
?Alguna vez piensa en retirarse? ?Por qu¨¦ deber¨ªa hacerlo?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.