La vacuna luna luna lu
Es la esperanza hecha ambici¨®n. Ya no una cura sino la garant¨ªa de que no ser¨¢ necesario curar nada. La vacuna supone la imaginaci¨®n de un futuro.
Tantos ni?os entre 64 a?os lo hemos cantado alguna vez, entusiasmados: ¡°¡ que todas las brujer¨ªas / del brujito de Gulub¨² / se curaban con la vac¨², / con la vacuna luna luna lu¡¡±. Lo escribi¨® la gran Mar¨ªa Elena Walsh en los sesenta, pero sus palabras nunca tuvieron tanto sentido como hoy: nos hemos convertido en una sociedad de esperadores de la vacuna. Con ella, suponemos, el mundo volver¨¢ a ser lo que era; con ella, imaginamos, nuestras vidas volver¨¢n a ser nuestras.
La vacuna ¡ªla idea de vacuna¡ª es la esperanza hecha ambici¨®n: ya no un remedio sino un escudo, no una cura sino la garant¨ªa de que no ser¨¢ necesario curar nada. La noci¨®n de que algo malo m¨¢s que repararse debe evitarse es de una sofisticaci¨®n extraordinaria: supone la imaginaci¨®n de un futuro, la soluci¨®n de algo que no sucedi¨®. Fue un gran avance cuando los hombres aprendieron a prevenir lo que tem¨ªan con sortilegios, ristras de ajo, santitos en la almohada: el bien contra el mal, una y otra vez. Pero la vacuna ¡ªla idea genial de aplicarse un poquito del mal para evitarlo¡ª no surgi¨® hasta principios del siglo XIX.
Don Francisco Javier de Balmis hab¨ªa nacido en Alicante en 1753 y decidi¨® ser m¨¦dico ¡ªen tiempos en que matasanos era su descripci¨®n m¨¢s apropiada. Estudi¨®, aprendi¨®, atendi¨® militares, cubanos, mexicanos y al fin un rey hispano, Carlos IV, al que supo convencer de su locura: llevar a las colonias ese invento tan reciente e ingl¨¦s, la vacuna contra la viruela. Su expedici¨®n zarp¨® de A Coru?a en noviembre de 1803: inclu¨ªa un equipo de cirujanos y ayudantes y, sobre todo, 22 ni?os hu¨¦rfanos entre cuatro y ocho a?os que, infectados por turno, criaban y prove¨ªan la p¨²stula que se inoculaba a los afortunados. Debe haber sido una procesi¨®n aterradora ¡ªy dur¨® m¨¢s de tres a?os y salv¨® a miles de sudacas y sent¨® un precedente decisivo. La era de la vacuna hab¨ªa empezado.
Ahora, otra vez, estamos esperando una, que devolver¨ªa el mundo a su lugar. Pero esa vacuna ¡ªla forma en que se est¨¢ produciendo esa vacuna¡ª es una s¨ªntesis de todo lo que no funciona en este mundo: de todas las razones por las que es una pena devolverlo a su lugar.
Hay, ahora, en Rusia, Inglaterra, China, Estados Unidos, Alemania, Israel, Suiza y compa?¨ªa limitada unos 150 laboratorios m¨¢s o menos serios busc¨¢ndola, unos 30 que ya empezaron los ensayos cl¨ªnicos. Cada uno trabaja por su cuenta porque el que la encuentre se cubrir¨¢ de oro, pero todos reciben miles de millones de dinero p¨²blico de los pa¨ªses m¨¢s ricos. Los Estados, impotentes, entregan su soberan¨ªa ¡ªy su plata¡ª a los privados: se ponen en sus manos.
?No hay otras formas? ?No es triste que cada uno busque por su lado? ?Que se peleen cual gatos embolsados a ver qui¨¦n gana la carrera y, con ella, los astron¨®micos dineros? Estos d¨ªas Internet rebosa de ofertas: invierta en la vacuna tal, en el laboratorio cual, las ganancias pueden ser extraordinarias. ?Ganancias, con el desastre universal? ?No deber¨ªan aliarse los Estados potentes ¡ªy los otros, hay un club que se llama Naciones Unidas que podr¨ªa servir para eso¡ª y armar un hipermegalab en alg¨²n lugar del mundo, quiz¨¢ sobre la base de alguno que ya est¨¢, y concentrar ah¨ª todos los esfuerzos, todas las mentes, todos los recursos para garantizar que la famosa vacuna salga lo antes posible y que est¨¦ disponible para todos?
Si los Estados no sirven para eso, si la Organizaci¨®n Mundial de la Salud no sirve para eso, si las Naciones Unidas no sirven para eso, no sirven para nada. Docenas de proyectos compitiendo ¡ªy al final un acceso prioritario para ricos¡ª es la s¨ªntesis de un mundo que se empe?a en hacer lo peor. Y siempre espera que lo salve alg¨²n brujo o ahora, modernos como somos, la vacuna.
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