Villa Roth, la resurrecci¨®n de una mansi¨®n abandonada gracias a los sintecho
Esta es la historia de un edificio se?orial del XIX reconvertido en proyecto solidario. Abandonado durante 15 a?os, hoy es administrado por refugiados y gente sin hogar en Bari (Italia)
El siglo XIX tocaba a su fin cuando Villa Roth fue construida en San Pasquale, uno de los distritos m¨¢s populares de la ciudad italiana de Bari. Siglos despu¨¦s, la antigua residencia de noble origen, hogar de una rica familia de industriales llegados al sur de Italia procedentes del norte de Europa, est¨¢ habitada por 40 personas necesitadas con urgencia de un techo. En el espacioso patio situado delante de la verja que da acceso a la mansi¨®n, un grupo de ni?os desaf¨ªa al calor sofocante de una tarde de verano para dar unas cuantas patadas a un bal¨®n. "?Deja el m¨®vil y ven a jugar!", grita la voz sonora de uno de ellos. Al cabo de unos minutos, varios jugadores marcan el primer gol en el improvisado campo de f¨²tbol.
A pesar de contar con la declaraci¨®n de espacio cultural desde 1990, este edificio de gran valor hist¨®rico y art¨ªstico lleva 15 a?os en estado de abandono. Tras una breve ocupaci¨®n en 2015 por parte de estudiantes, emigrantes, trabajadores precarios y artistas ¡ªque acab¨® en desalojo¡ª, el Ayuntamiento de Bari permiti¨® que las habitaciones hoy vac¨ªas se convirtiesen en un interesante experimento de autogesti¨®n y apoyo mutuo gracias a la reapropiaci¨®n del edificio por emigrantes que se han trasladado a este espacio tras acabar varados en un campamento en el centro de la ciudad.
Cada habitante de Villa Roth se las ha arreglado para hacerse con un rinc¨®n en el que vivir, y la gesti¨®n comunitaria de los espacios se organiza en asamblea. El uso de la residencia no tiene como fin obtener su propiedad. La idea es que a trav¨¦s de iniciativas y asociaciones se involucren docenas de personas que no viven en ella, pero que se identifican con su comunidad. "Desde que vivo aqu¨ª, ya no corro el riesgo de volver a dormir en la calle. Sin un empleo, nadie te alquila una casa", cuenta Moro, originario de Ghana, que huy¨® de Libia en 2011 y cruz¨® el Mediterr¨¢neo en barco. "Con la guerra, vivir all¨ª se volvi¨® peligroso. En Libia ya no estaba a salvo".
Era la ¨¦poca de la Primavera ?rabe. Miles de emigrantes del Norte de ?frica y de las regiones subsaharianas pusieron rumbo a Europa en busca de un futuro mejor. Sin embargo, los que lograron alcanzar sus costas no encontraron la tierra prometida. Una historia repetida. Cientos de personas que hu¨ªan de la guerra fueron cargadas en autobuses y ferris y transportadas de un lugar a otro en un pa¨ªs desconocido: Italia. "Despu¨¦s de Lampedusa me llevaron al CARA ¡ªsiglas de Centro de Acogida para Solicitantes de Asilo, por sus siglas en italiano¡ª de Bari. Como no soy libio, Europa no me concede protecci¨®n", contin¨²a Moro.
En el CARA viven al menos 750 solicitantes de asilo que reciben una asignaci¨®n de 2,5 euros diarios para gastar exclusivamente en las mismas instalaciones. "Pedimos un documento para poder movernos, pero nadie nos contest¨®. Por eso, en mayo de 2011 ocupamos las v¨ªas de Bari Palese, una estaci¨®n cercana", a?ade el joven. La manifestaci¨®n fue el detonante de las protestas que estallaron los meses siguientes. "Fue un periodo de mucha agitaci¨®n. El primero de agosto es una fecha importante. Los emigrantes de los CARA bloquearon la circulaci¨®n de los trenes y el tr¨¢fico de la ciudad. Al mismo tiempo, en Nard¨° los trabajadores hac¨ªan huelga por primera vez contra los intermediarios que reclutan ilegalmente mano de obra", cuenta Gianni, de la comunidad de Villa Roth.
La revuelta de los centros de internamiento acab¨® con 44 detenciones. Una campa?a de solidaridad organizada por emigrantes, asociaciones y colectivos respondi¨® a la represi¨®n y los manifestantes fueron condenados a una pena de arresto domiciliario que ten¨ªan que cumplir en el centro de Bari o en Borgo Mezzanone, en la provincia de Foggia, cerca de los campamentos en los que los capataces reclutan a los emigrantes para explotarlos en las plantaciones de tomates. "En 2013 conseguimos un documento v¨¢lido por un a?o, que ten¨ªamos que renovar en la comisar¨ªa central de Bari", recuerda Moro.
Muchos decidieron quedarse en el sur de Italia y acabaron viviendo en los guetos surgidos en torno a los campos de naranjos, olivos y mandarinos. Luego volvieron a Apulia, donde el futuro est¨¢ permanentemente envuelto en una nube negra de precariedad.
A trav¨¦s de iniciativas y asociaciones se est¨¢ involucrando a docenas de personas que no viven en Villa Roth, pero que se identifican con su comunidad
Cansados de ser tratados como paquetes, los solicitantes de asilo rompieron el espeso silencio que los cubr¨ªa ocupando el antiguo convento de Santa Clara, cerca del puerto de Bari. En ese lugar, ya conocido como Casa de Refugio por haber acogido a los griegos que hu¨ªan del r¨¦gimen de los generales en la d¨¦cada de 1950, encontraron asilo unas 250 personas. "Recuperamos el suministro el¨¦ctrico con un generador que funcionaba por la noche hasta que nos ¨ªbamos a dormir", cuenta Moro. "Aunque solo hab¨ªa un ba?o y las condiciones higi¨¦nicas eran malas, para nosotros era un lugar de encuentro. Nuestros amigos que dorm¨ªan en la calle encontraron all¨ª algo m¨¢s que un sitio donde dormir. Todo era provisional. Por eso siguieron pidiendo un alojamiento y v¨ªas de inclusi¨®n social". Cuando estall¨® un incendio en el antiguo convento, el Ayuntamiento de Bari decidi¨® desalojar el edificio.
"La evacuaci¨®n fue acordada, pero la alternativa era un campamento de tiendas", puntualiza Moro. Las autoridades decidieron que el antiguo edificio del SET ¡ªsiglas en italiano de la sociedad de servicios telef¨®nicos¡ª, una nave en desuso en el distrito Libert¨¤, pod¨ªa utilizarse para instalar 19 tiendas donadas por Protecci¨®n Civil Italiana. Cada una de ellas ten¨ªa ocho camas, pero las personas a alojar eran 150. M¨¢s de la mitad de los desplazados decidieron marcharse porque la situaci¨®n les tra¨ªa a la memoria las instalaciones de ayuda humanitaria gestionadas por la ONU a lo largo de la ruta Kenia-Libia, donde hab¨ªan padecido discriminaci¨®n y situaciones dolorosas. Con los meses, docenas de personas que hab¨ªan huido del proyecto SPRAR ¡ªSistema de Protecci¨®n para Solicitantes de Asilo y Refugiados, por sus siglas en italiano¡ª fueron llegando al campamento tras pasar varias noches sin tener donde alojarse.
Las tiendas de campa?a no son espacios acogedores. En invierno no tienen calefacci¨®n, y en verano la temperatura alcanza los 50 grados y hay que dormir fuera. Ante este escenario inhumano, hasta la derecha xen¨®foba, que apost¨® por provocar a la poblaci¨®n local contra los emigrantes, fracas¨® en su intento de sacar partido de la situaci¨®n. Como ya hab¨ªa ocurrido durante el atraque del Vlora, el barco que, en la d¨¦cada de 1990, transport¨® a Italia a 20.000 refugiados que hu¨ªan de la guerra de los Balcanes, los habitantes de Bari pusieron en marcha la maquinaria de la solidaridad y denunciaron el trato indigno impuesto a los emigrantes.
El Ayuntamiento de Bari propuso invertir 1,6 millones de euros en construir casitas de madera. "Nos negamos y presentamos nuestras ideas. ?Por qu¨¦ volver a los contenedores?", se pregunta Moro. "Nos repartieron entre Villa Alta, un centro de acogida gestionado por una cooperativa, y Villa Roth, donde sigo viviendo actualmente. Nuestra lucha no acab¨® entonces, y en 2019 iniciamos un litigio con el Ayuntamiento de Bari. Quer¨ªamos que se crease un registro y se concediese la residencia a los solicitantes de asilo", un derecho abolido por el Decreto de Seguridad aprobado por la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas.
Autogesti¨®n y comunidad
El campamento es el s¨ªmbolo de un sistema de acogida ineficaz y la prueba de que las estrategias institucionales son ineficaces para satisfacer las necesidades b¨¢sicas de las personas, independientemente de cu¨¢l sea su lugar de nacimiento. De hecho, en el antiguo edificio del SET, adem¨¢s de los emigrantes viven familias italianas en situaci¨®n de "emergencia habitacional". En este espacio, en el que se ha creado una enorme paradoja, la lucha por el derecho a vivir y a una vida digna se entrecruzan, se vuelven colectivos y transversales, traspasan las fronteras y derriban las barreras construidas sobre la base de la diferencia entre "nosotros y ellos". El muro de marginaci¨®n y fragilidad levantado contra quienes pasan por momentos de particular vulnerabilidad comienza a desmoronarse poco a poco.
"En 2012 me desalojaron de una casa. Despu¨¦s viv¨ª en casa de mi hermana, y al final, en el campamento. Entonces, el Departamento de Bienestar de Bari me dio plaza en Villa Roth con mi marido, que est¨¢ en paro, y mi hija". Mimma tiene 57 a?os y vive en la residencia con otras 40 personas. Los habitantes del edificio, que tienen relaci¨®n directa con las autoridades municipales, se re¨²nen en asamblea para organizar la vida comunitaria.
Mimma ha metido toda una casa en una sola habitaci¨®n, uno de las m¨¢s grandes de Villa Roth. Las fotos de los inolvidables seres queridos colgadas en las paredes, la cafetera en el fuego y la atenci¨®n a los detalles de su entorno manifiestan el deseo de no rendirse al silencio de las instituciones que, al cabo de siete a?os, siguen sin ser capaces de concederle una vivienda social. "?Est¨¢ bueno el caf¨¦?", pregunta. "?Ve esa tabla? Es la cama de mi hija. Cobro la renta b¨¢sica del Estado, pero no me llega para pagar el alquiler y las facturas. ?Qu¨¦ se supone que tenemos que hacer? Nos buscamos la vida". La hija de Mimma tiene 26 a?os y trabaja cinco d¨ªas a la semana en un bar por 50 euros semanales. "Primero cobraba 70, luego 100, y ahora la mitad. La crisis del coronavirus era lo que nos faltaba", comenta la joven. "Tengo que buscar otro trabajo. Gano muy poco". "?Por qu¨¦ no vienes al punto de informaci¨®n FuoriMercato/No Borders? Estamos aqu¨ª cada semana. A lo mejor podemos ayudarte", propone Gianni, que forma parte del servicio de asistencia.
Los habitantes de Bari pusieron en marcha la maquinaria de la solidaridad y denunciaron el trato indigno impuesto a los emigrantes
En Villa Roth, la autogesti¨®n y el mutualismo combinan m¨²ltiples temas de debate: desde la posibilidad de que todo el mundo tenga un techo hasta la de "trabajar sin jefes". Villa Roth no es una propiedad privada, sino un espacio p¨²blico conectado con la asociaci¨®n Comunidad de Villa Roth, que forma parte de la red nacional Fuori Mercato. De hecho, el grupo acoge iniciativas que cuentan tambi¨¦n con el apoyo de personas que no viven en el edificio. Una de ellas es la salsa de tomate SfruttaZero, un proyecto ideado en 2014 en la okupaci¨®n del antiguo instituto S¨®crates durante el apoyo a las protestas iniciadas en el CARA de Bari.
Actualmente, el proyecto ofrece trabajo a emigrantes que viven en la antigua mansi¨®n y a trabajadores j¨®venes precarios. En una ¨¦poca en la que los gobiernos dise?an vallas e interceptan el libre desplazamiento de las personas, clasific¨¢ndolas como si fuesen animales, Villa Roth recuerda que los obst¨¢culos solo se pueden superar reconstruyendo los v¨ªnculos de solidaridad y en comunidades basadas en la igualdad.
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