Aqu¨ª no entra Instagram: una historia rom¨¢ntica de la sauna, la gran superviviente de un mundo en desaparici¨®n
Una sauna gay de Madrid ocup¨® titulares esta semana tras una redada cuyas im¨¢genes fueron distribuidas al p¨²blico, para disgusto de ciertos sectores LGTB en las redes sociales. ?Pero qu¨¦ son exactamente estos lugares y por qu¨¦ sobreviven a todos los sistemas de ligue digital?
El pasado domingo volv¨ª a Madrid tras unas vacaciones casi obligadas. Me he pasado gran parte de este a?o de vacaciones forzadas, dada la situaci¨®n econ¨®mica, as¨ª que no me sent¨ªa merecedor de unos d¨ªas de relax junto al mar. Tocaba empezar una rentr¨¦e llena de incertidumbres, la vida en la capital se vislumbraba feamente desmaquillada. Al encender mi tel¨¦fono ten¨ªa unos cuantos mensajes de amigos que, en tono tragic¨®mico, me avisaban sobre el que ser¨ªa el asunto sensacionalista con que empezar¨ªa la semana: hab¨ªa habido una redada en la sauna Para¨ªso, que, para quien no lo sepa, es un club exclusivamente para caballeros del centro de Madrid.
Cinco coches de polic¨ªa, 20 agentes desplegados, m¨¢s de 100 personas identificadas por no llevar mascarillas, 21 multados por tenencia il¨ªcita de drogas y ocho detenidos por delito contra la salud p¨²blica (posesi¨®n de estupefacientes en cantidades que no se consideran para consumo propio). He aqu¨ª las cifras oficiales de la operaci¨®n policial, cuyo v¨ªdeo de los 8 detenidos, ya vestidos y esposados contra las taquillas de los vestuarios, no han parado de poner medios de comunicaci¨®n de todo formato y condici¨®n.
Frente a un mundo encorsetado y vertical, la sauna es desnudo y horizontalidad. Frente a la insipidez y frialdad de las apps de ligoteo virtuales, la verdad hecha carne entre pasillos con luces c¨¢lidas
Como broche de oro a tan surrealista desfile, hay un v¨ªdeo de uno de esos programas de sucesos ¡°en directo¡± donde el due?o de la sauna Para¨ªso, a las puertas de su local, explica c¨®mo es posible que con la que est¨¢ cayendo su negocio siga abierto (la sauna volvi¨® a abrir el pasado lunes tras emitir un delirante comunicado en que ped¨ªa disculpas a sus clientes por lo sucedido). Y le suelta al periodista: ¡°Le dir¨¦ por qu¨¦: porque esto no es una discoteca, es un balneario¡±. Debo decir que quiz¨¢s este se?or sea un sinverg¨¹enza, pero tiene todo el arte. Y yo estoy con el arte. Adem¨¢s, y en breve lo argumentar¨¦, no le falta raz¨®n.
Al parecer, aunque el due?o le echa la culpa a la competencia, fueron los vecinos los que denunciaron repetidamente la supuesta actividad il¨ªcita de la sauna, hasta que la polic¨ªa se present¨® por sorpresa el domingo por la tarde. El ¨²ltimo domingo de este extra?o verano. En una Espa?a que ha pasado, virus mediante, de cu?ada a vecindona, no ser¨¦ yo el que haga ning¨²n tipo de reproche moral a los clientes que all¨ª se encontraban ni al due?o. Ni siquiera a la polic¨ªa. Tampoco me voy a cebar con los vecinos ni con la homofobia sin fisuras de muchos medios de comunicaci¨®n. Porque, b¨¢sicamente, lo que yo quiero hacer escribiendo estas l¨ªneas es una encendida defensa de la sauna como lugar de esparcimiento y comunicaci¨®n. Que ya va tocando.
En ese universo supuestamente tolerante de los gais, la sauna sigue siendo un lugar con el que es preferible no se?alarse. Decir que eres cliente de saunas o, en nuestro argot, saunero, no est¨¢ por lo general bien visto. Siempre que se pronuncia su nombre se cuela por ah¨ª algo de sordidez. Se asocia este tipo de locales con gente desfasada, con suciedad, con enfermedades ven¨¦reas o con gente sexualmente compulsiva. Es evidente que no todas las saunas son iguales: las hay m¨¢s limpias, m¨¢s sucias, con personal m¨¢s educado o menos, m¨¢s de osos, m¨¢s de j¨®venes, m¨¢s de cachas, m¨¢s morbosas, m¨¢s fiesteras, mejor o peor decoradas, m¨¢s alegres o m¨¢s tristes.
Hace unos meses visit¨¦ una en Sevilla que era como un spa de lujo. Ten¨ªa incluso biblioteca: la biblioteca de la piscina. Tambi¨¦n entre los clientes hay de todo: desde gente de paso que en su ciudad de origen no va jam¨¢s a la sauna (muchas veces porque no existe) hasta se?ores armarizados que viven vida de hetero en su d¨ªa a d¨ªa; los hay que van a tiro hecho, acudiendo puntualmente all¨ª a desfogarse sexualmente, y los hay que alargan la noche en ellas como si de un after especial se tratara. Yo, sin lugar a dudas, pertenezco a estos ¨²ltimos. Jam¨¢s he puesto un pie en una sauna estando sobrio.
As¨ª que todo lo que aqu¨ª cuento no es m¨¢s que mi propia experiencia.
En ese universo supuestamente tolerante de los gais, la sauna sigue siendo un lugar con el que es preferible no se?alarse. Decir que eres cliente de saunas o, en nuestro argot, saunero, no est¨¢ por lo general bien visto. Siempre que se pronuncia su nombre se cuela por ah¨ª algo de sordidez
Y debo decir que lo que m¨¢s he hecho en la sauna no ha sido follar, sino hablar. Y como yo, muchos de los que all¨ª nos reunimos. Porque la sauna es, parad¨®jicamente, una heterotop¨ªa: el recreo del colegio del que nunca disfrutamos en completa armon¨ªa. Frente a un mundo encorsetado y vertical, la sauna es desnudo y horizontalidad. Frente a la insipidez y frialdad de las apps de ligoteo virtuales, la verdad hecha carne entre pasillos con luces c¨¢lidas. El tiempo est¨¢ clausurado y el c¨®digo de muchos de sus visitantes es el de una ficci¨®n real. Los m¨®viles se dejan en taquilla y se utiliza un uniforme compuesto por chanclas y toallas. El resto es cuerpo y palabra.
Hay contig¨¹idad, relaciones de necesidad y v¨ªnculos que duran lo que dura el efecto de la embriaguez o el deseo. Durante cierto tiempo, existe un ficticio ¨Ca la vez que real¨C lazo de solidaridad. Hay gente querida a la que solo ves en la sauna, como esos deudos muertos a los que solo ves en sue?os. Estoy convencido, y no es por legitimar culturalmente estos lugares, que fue en las saunas de San Francisco donde Foucault so?¨® con otro mundo posible y empez¨® a dar fundamento a muchas de sus teor¨ªas finales sobre la monosexualidad y la amistad como forma de vida. No es de extra?ar que la sauna, tal como hoy la conocemos, guarde cierto parentesco hist¨®rico con las antiguas termas de la cultura grecolatina, que luego han heredado otras culturas como la ¨¢rabe, con sus ba?os. Lugares de esparcimiento donde se ejerc¨ªa el nudismo y donde, tanto mujeres como hombres ¨Ceso s¨ª, por separado¨C charlaban e intimaban, descansando por un tiempo no solo de sus rutinas laborales (el cuerpo vertical) sino tambi¨¦n de sus propios roles sociales y pol¨ªticos, de eso que Arendt denominaba el ¡°mundo com¨²n¡±, con sus rigores tan poco prestos a la individualidad y a la diferencia. No es que en estos sitios no hubiese normas (basta con pensar, dando un salto hist¨®rico, en la fuerte estamentizaci¨®n que exist¨ªa en los gentlemen¡¯s clubs ingleses) pero estaban por lo general rebajadas, y siguiendo con el ejemplo de las termas en la antig¨¹edad cl¨¢sica, la desnudez era un s¨ªntoma claro.
En el caso de las saunas gais, la heteronormatividad solo llega a ellas tangencialmente y, por tanto, existe una ruptura con la realidad, incluso en su forma de dirimir la productividad y el tiempo o el trabajo, que es claramente notable. Esta forma de ejercer de paria conscientemente (a veces bajo los efectos de la embriaguez) no deja de ser una forma de, por utilizar de nuevo una expresi¨®n de Arendt, ¡°acosmismo¡±. Es decir, de no participaci¨®n en el ¡°mundo¡±, un mundo que, por otra parte, te ha expulsado previamente. De ah¨ª que no le falten razones al due?o de la Para¨ªso para decir que su local es un balneario, en el sentido m¨¢s Thomas Mann del t¨¦rmino. ¡°Desarrollad vuestra rareza leg¨ªtima¡±, dejo dicho Ren¨¦ Char en uno de sus poemas. O, dicho de otra forma: volved al para¨ªso. Que en nuestra jerigonza es La Para¨ªso.
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