El teletrabajo no era lo que nos hab¨ªan dicho: c¨®mo hemos llegado a vivir sin desconectar nunca
Nos dijeron que la tecnolog¨ªa nos har¨ªa la vida m¨¢s f¨¢cil y que, en plena pandemia, el teletrabajo nos permitir¨ªa conciliar. Ambas cosas eran mentira. Los que m¨¢s saben sobre esto explican c¨®mo ocurri¨®
Entre febrero y marzo de 1919, los trabajadores de la empresa el¨¦ctrica La Canadiense, en Barcelona, organizados en el sindicato CNT, se pusieron en huelga. Fue una dura lucha en la que se implic¨® a fondo el movimiento obrero y que se extendi¨® a otros centros de trabajo hasta dejar al ralent¨ª (y a oscuras) a toda la ciudad y al 70% de la industria catalana durante 44 d¨ªas. La lucha consigui¨® hitos importantes: subidas salariales, readmisi¨®n de despedidos y, por primera vez en Espa?a, la jornada laboral de ocho horas (eso s¨ª, trabajando seis d¨ªas a la semana).
Cien a?os despu¨¦s, aquel triunfo se va difuminando, y no porque la jornada meng¨¹e, como podr¨ªamos esperar en tiempos hipertecnol¨®gicos, sino porque crece, se pulveriza y ese polvillo laboral se mete por todas las grietas de la existencia. Aunque las 40 horas semanales se reconozcan en el Estatuto de los Trabajadores, en la pr¨¢ctica hay muchas personas que sienten como el trabajo desborda esa jornada, aumenta el estr¨¦s, mengua el espacio mental, as¨ª como el tiempo libre.
El derecho a la desconexi¨®n, es decir, a no estar atentos al trabajo a trav¨¦s de Internet cuando estamos fuera de la jornada laboral, es recogido por la legislaci¨®n espa?ola, pero no solo el 11% de los convenios colectivos firmados desde 2018 lo tienen en cuenta
¡°No me da la vida¡±, farfulla el trabajador contempor¨¢neo mientras recibe mensajes constantes que le apremia a romper sus l¨ªmites, perseguir sus sue?os y redoblar sus esfuerzos. ¡°No se cambia el mundo trabajando 40 horas a la semana¡±, escribi¨® en un tuit Elon Musk, el visionario-emprendedor de Silicon Valley. Y as¨ª vamos, sin resuello, tratando de generar impacto en el universo. El gobierno de Pedro S¨¢nchez tuvo que imponer en 2019 el control horario de las jornadas en las empresas: hab¨ªa que fichar al entrar y al salir para que el tiempo de trabajo no se fuera de madre. Seg¨²n la ¨²ltima Encuesta de la Poblaci¨®n Activa (EPA), en el segundo trimestre de 2020, se trabajaron 28,8 millones de horas extras al mes, en un m¨¢ximo hist¨®rico, y el 59% de esas horas no se remuneraron (y eso sin contar el trabajo de reproducci¨®n y cuidados, que nunca se remunera). Hay que implicarse, nos dicen, darlo todo por el proyecto.
¡°Hoy, las personas trabajan mucho m¨¢s y cobran mucho menos que hace tres d¨¦cadas; de hecho, el movimiento de los trabajadores ha perdido toda su fuerza pol¨ªtica¡±, explica el fil¨®sofo italiano Franco ¡®Bifo¡¯ Berardi en su libro Futurabilidad, la era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad (Caja Negra). Durante los siglos XIX y XX el tiempo de trabajo fue menguando, en parte por la acci¨®n de unos sindicatos que ahora no pasan por su mejor momento. Hay indefensi¨®n y precariedad, deterioro de las condiciones de trabajo. Con la automatizaci¨®n y la deslocalizaci¨®n los trabajadores tienen que competir con sus iguales a escala global.
¡°Los nuevos trabajos no parecen tan robustos como los de antes¡±, escribe el columnista Frank Bruni en The New York Times. ¡°Hacen falta m¨¢s horas para ganar el mismo dinero o mantener el mismo est¨¢ndar de vida que antes. Los estudiantes amasan deudas. La movilidad social ascendente cada vez parece m¨¢s un espejismo, un mito¡±.
La tecnolog¨ªa que secuestra nuestro cerebro
Pero m¨¢s all¨¢ de las horas trabajadas, muchos tienen la impresi¨®n, sobre todo en trabajos cognitivos, de que el trabajo est¨¢ siempre presente, como una sombra siniestra que nos persigue donde vayamos, aunque estemos en una playa del Caribe. Una causa obvia es la tecnolog¨ªa: nada m¨¢s abrir los ojos cada ma?ana miramos nuestro smartphone, un artefacto donde la vida laboral y la personal est¨¢n superpuestas cu¨¢nticamente a trav¨¦s de sistemas de mensajer¨ªa, correos electr¨®nicos y redes sociales. Nuestro enganche permanece durante todo el d¨ªa, hasta que, al anochecer, le damos un besito de buenas noches a nuestro tel¨¦fono y dormimos de nuevo. En un ciclo sin fin.
El economista John Maynard Keynes predijo a principios del s. XX que en torno a 2030 trabajar¨ªamos solo tres horas al d¨ªa, gracias a las m¨¢quinas. No tiene pinta de que vaya a ser as¨ª
Tal vez el gran recrudecimiento de este problema se dio en 2007 cuando se present¨® el primer smartphone tal y como los conocemos (hace sorprendentemente poco tiempo), ese aparato ang¨¦lico e infernal que nos puso una cadena invisible para mantenernos enganchados a la red en todo momento. ¡°Sabemos que nuestros tel¨¦fonos absorben. Incluso sabemos que sus aplicaciones fueron dise?adas para ser adictivas. Sabemos que las promesas ut¨®picas de la tecnolog¨ªa ¡ªhacer el trabajo m¨¢s eficiente, fortalecer las conexiones, hacer que las fotos sean mejores y m¨¢s compartibles, hacer que las noticias sean m¨¢s accesibles, facilitar la comunicaci¨®n¡ª en realidad han creado m¨¢s trabajo, m¨¢s responsabilidad, m¨¢s oportunidades para sentirse fracasado¡±, escribe la estadounidense Anne Helen Petersen, autora del libro Can't Even: How Millennials Became the Burnout Generation, que describe a los millenials como una generaci¨®n ¡°quemada¡± por el trabajo.
El derecho a la desconexi¨®n, es decir, a no estar atentos al trabajo a trav¨¦s de Internet cuando estamos fuera de la jornada laboral, es recogido por la legislaci¨®n espa?ola, pero no muy tenido en cuenta, y ser¨¢ crucial en el futuro inminente de teletrabajo masivo. Solo el 11% de los convenios colectivos firmados desde 2018 lo tienen en cuenta, seg¨²n un estudio de Comisiones Obreras.
?Pero no nos iba a liberar la tecnolog¨ªa?
¡°La idea de cambiar trabajo por ocio gracias a la tecnolog¨ªa ha sido uno de los relatos t¨ªpicos del solucionismo tecnol¨®gico desde su inicio, que tuvo lugar a finales del siglo XIX, con el cambio de la vieja tecnolog¨ªa del carb¨®n y el vapor, por el petr¨®leo, la qu¨ªmica y la electricidad, ya vinculadas a grandes corporaciones industriales¡±, explica Luis Alonso, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid (UAM). Tambi¨¦n se?ala que ese relato se renov¨® con la generalizaci¨®n de electr¨®nica de los a?os sesenta y se ha renovado en las diferentes oleadas del s. XXI: la sociedad de la informaci¨®n, las nuevas tecnolog¨ªas, la tecnotr¨®nica y un largo etc¨¦tera. ¡°En esos ¨²ltimos casos ha ido asociado a una matriz ideol¨®gica neoliberal¡±, a?ade el soci¨®logo.
Pero esa esperada reducci¨®n del tiempo de trabajo nunca llega: ¡°En procesos de mercantilizaci¨®n creciente la tecnolog¨ªa nunca limita la carga de trabajo. Si acaso lo que logramos en ese marco mercantil no es cambiar trabajo por ocio, sino trabajo por paro¡±, explica Alonso. Es lo que estamos viendo: cuando una m¨¢quina sustituye a una cajera del supermercado, la cajera no se va a su casa a disfrutar de la vida, sino a la cola del paro. La carga de trabajo, a juicio del catedr¨¢tico, nunca dejar¨¢ de aumentar si no se regula el empleo por medio de un pacto social expreso. Tiene que haber esa voluntad.
Teletrabajo, ?revelaci¨®n o timo?
El teletrabajo parec¨ªa la panacea antes de la pandemia: nos iba a permitir trabajar de forma m¨¢s relajada, ahorrar tiempo en transportes y pasar m¨¢s con familia y amigos. Pero como todo objeto de deseo, no es para tanto cuando se consigue. El trabajo en casa desemboc¨® para muchos en una conexi¨®n constante, en un aprendizaje a marchas forzadas de nuevas herramientas inform¨¢ticas y formas de organizaci¨®n, en un caos dom¨¦stico con ni?os y tareas del hogar. A trav¨¦s de grupos de WhatsApp, mensajes por Facebook y herramientas como Slack, el trabajo se mezclaba espacial y temporalmente con el resto de facetas de la vida, formando una ensaladilla dif¨ªcilmente digerible.
¡°Corremos el peligro de terminar siendo esclavos del trabajo 24 horas al d¨ªa y 365 d¨ªas al a?o. Se trata de que el trabajo a distancia se ajuste a la jornada laboral y que se prohiban los correos de trabajo fuera de ese horario¡±
¡°Corremos el peligro de terminar siendo esclavos del trabajo 24 horas al d¨ªa y 365 d¨ªas al a?o¡±, explica Bel¨¦n Garc¨ªa Romero, catedr¨¢tica del Derecho Social y del Trabajo de la Universidad de Murcia, autora del libro El teletrabajo (Civitas/Thomson Reuters). Seg¨²n la experta, es importante regular el derecho a la desconexi¨®n en el teletrabajo. ¡°Se trata de que el trabajo a distancia se ajuste a la jornada laboral y que se prohiban los correos de trabajo fuera de ese horario¡±. Muchas veces recibimos un correo fuera hora o durante el fin de semana: aunque nos lo hayan escrito para que lo veamos durante la jornada laboral y no lo respondamos en el momento, con su mera lectura ya nos vuelve a conectar con el curro y nos aleja del descanso mental. ¡°Las empresas tienen que respetar la intimidad y el tiempo de descanso de los trabajadores¡±, concluye la catedr¨¢tica.
Abolir el trabajo
En realidad, el camino deseable para la ciudadan¨ªa ser¨ªa el contrario: trabajar cada vez menos y vivir mejor. Ya el economista John Maynard Keynes predijo a principios del s. XX que en torno a 2030 trabajar¨ªamos solo tres horas al d¨ªa, gracias a las m¨¢quinas. No tiene pinta de que vaya a ser as¨ª: es posible que las m¨¢quinas, m¨¢s que enriquecer a todos, enriquezcan a sus propietarios y manden al resto a las colas del paro. Aunque los optimistas dicen que en toda revoluci¨®n tecnol¨®gica se vive el mismo drama, y se supera (har¨¢n falta m¨¢s programadores y todo tipo de tecn¨®logos), puede que esta vez sea la definitiva, Inteligencia Artificial mediante, y la mayor parte del trabajo humano (sobre todo el menos ¡°creativo¡±) acabe siendo in¨²til.
¡°Una izquierda del siglo XXI debe de proponerse combatir la centralidad del trabajo en la vida contempor¨¢nea¡±, escriben Williams y Srniceck en Inventar el futuro. Postcapitalismo y un mundo sin trabajo (Malpaso). Los autores, promotores del movimiento aceleracionista, no proponen mejorar las condiciones de trabajo, sino superarlo: que las m¨¢quinas trabajen (la automatizaci¨®n plena) y que los dem¨¢s vivamos a su costa, a trav¨¦s de un ingreso b¨¢sico universal. Argumentan que es hora de acabar con esa ¨¦tica del trabajo que abrazaba la izquierda tradicional. Vaya, que el trabajo no dignifica necesariamente, sino que, como dice la Biblia, es un castigo divino del que convendr¨ªa librarse de una vez.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.