Espa?a no prioriza la identificaci¨®n de v¨ªctimas de trata
En los ¨²ltimos tres a?os, el n¨²mero de personas identificadas del total de las que se encontraban en riesgo de tr¨¢fico sexual oscila tan solo entre el 1,4 y el 1,5%, seg¨²n el ¨²ltimo informe de Amnist¨ªa Internacional
Como un fuerte olor a perfume impregnado bajo la nariz, que parece perseguirte: as¨ª se quedan algunas historias. Sabes que se ir¨¢ en alg¨²n momento, pero a veces no es tan f¨¢cil que se aleje. As¨ª es la de Berta (nombre ficticio), una de las miles de v¨ªctimas de trata con fines de explotaci¨®n sexual que hay en Espa?a, un pa¨ªs que, a pesar de que por su localizaci¨®n es puerta de entrada y tambi¨¦n de destino y tr¨¢nsito para v¨ªctimas de trata, no prioriza la identificaci¨®n de las mismas, tal y como denunciamos en Cadenas Invisibles, el ¨²ltimo informe al respecto de Amnist¨ªa Internacional. En los ¨²ltimos tres a?os (2017-19), el n¨²mero de personas identificadas del total de las que se encontraban en riesgo de trata oscila tan solo entre el 1,4 y el 1,5%.
Barajas. M¨¦rida. Montijo. Ciudad Real. Almendralejo. Breve estancia en Brasil. Madrid. Sevilla. La historia de Berta, una aut¨¦ntica superviviente, es un doloroso tr¨¢nsito por carreteras secundarias. Con tan solo 15 a?os, y con una hija de ocho meses, fue enga?ada por una mafia para viajar a Espa?a y all¨ª trabajar como empleada del hogar. Nada m¨¢s lejos de la realidad. A su llegada, tras cruzar las fronteras gracias al pasaporte de su hermana mayor de edad, se encontr¨® con amenazas y violencia para que ejerciera la prostituci¨®n, y una deuda. ¡°A los dos meses yo ya hab¨ªa pagado lo que deb¨ªa, pero no manejaba el dinero. Hasta el proceso de enviarle dinero a mi hija lo hac¨ªan ellos. Yo no paraba de trabajar en toda la noche, pero no ve¨ªa ni un euro¡±, explica ahora, recuperada y fuera de las redes.
Berta es solo un ejemplo de la realidad que viven miles de mujeres v¨ªctimas de trata en Espa?a, donde se prioriza la persecuci¨®n del delito, por lo que son instrumentalizadas y vistas como pruebas para la investigaci¨®n, en lugar de ser protegidas. Adem¨¢s, denuncia AI, es especialmente preocupante la situaci¨®n en las costas, puesto que tambi¨¦n el enfoque es principalmente de control migratorio: algunas operaciones policiales contra la trata con fines de explotaci¨®n sexual finalizan con la detenci¨®n de las mujeres por su situaci¨®n de irregularidad administrativa, a pesar de la existencia de indicios de explotaci¨®n.
Alika (nombre ficticio) lo explica mejor: en su primer contacto con la polic¨ªa, despu¨¦s de recibir una paliza en plena calle y acudir a comisar¨ªa, no se activ¨® ning¨²n mecanismo de protecci¨®n. ¡°La polic¨ªa no cre¨ªa lo que les contaba. Una mujer polic¨ªa me dijo que si no dec¨ªa la verdad me deportar¨ªan, les dije que no quer¨ªa hablar porque no quer¨ªa morir, hab¨ªan amenazado tambi¨¦n a mi familia¡±. Esta mujer nigeriana de 27 a?os lleg¨® a Espa?a en patera cuando solo ten¨ªa 18. Alika sufri¨® mucha violencia en su ruta migratoria, y una semana despu¨¦s de llegar le dijeron que deb¨ªa prostituirse para devolver la deuda de 55.000 euros que hab¨ªa contra¨ªdo.
Algunas operaciones policiales contra la trata finalizan con la detenci¨®n de las mujeres por su situaci¨®n de irregularidad administrativa, pese a los indicios de explotaci¨®n
La identificaci¨®n de las posibles v¨ªctimas recae sobre las mismas personas que deben investigar los delitos que est¨¢n cometiendo las redes que las controlan, por lo que su protecci¨®n depende de su colaboraci¨®n. Un repaso por los datos deja clara esta realidad: solo mil de las 75.000 personas que, seg¨²n el Gobierno, estaban en situaci¨®n de riesgo de trata con fines de explotaci¨®n sexual (no bas¨¢ndose en indicios, sino en operaciones policiales), han sido identificadas finalmente como v¨ªctimas en los ¨²ltimos siete a?os de los que se tienen datos, entre 2013 y 2019. Estas cifras, adem¨¢s, no incluyen a las mujeres que solicitan protecci¨®n internacional o migrantes que llegan a las costas, entre las que puede haber muchas v¨ªctimas de trata.
Si a eso se a?ade la falta de coordinaci¨®n entre los distintos organismos que intervienen o que tienen contacto con la poblaci¨®n migrante, tanto en los puntos de entrada como en otros lugares de tr¨¢nsito en el pa¨ªs, el c¨®ctel es explosivo, y la consecuencia, clara y directa: la realidad es que muchas posibles v¨ªctimas?se pierden por un camino donde los traficantes s¨ª las encuentran.
¡°Acu¨¦rdate de tu hija, ten cuidadito¡±
Sin embargo, ni las deudas, ni las amenazas que reciben por medios como el vud¨² (que consideran que puede hacer algo contra ellas o sus familias en sus pa¨ªses de origen) son las ¨²nicas cadenas que mantienen a estas mujeres cautivas. Tal y como explica Mar¨ªa, v¨ªctima y trabajadora en una organizaci¨®n: "La polic¨ªa tiene que entender que muchas veces no hay cadenas f¨ªsicas, sino que crean cadenas mentales, nos obligan a consumir drogas y alcohol para que estemos activas, nos obligan a sonre¨ªr, a bailar, a decir que est¨¢s porque quieres, despu¨¦s de amenazarte o pegarte".
A Berta las cadenas se le aflojaron cuando sus tratantes le dejaron viajar a Brasil para visitar a su hija. Pero pronto se dio cuenta de que no era tan f¨¢cil: tanto la ida y la vuelta la realiz¨® acompa?ada de quienes la vigilaban. ¡°Ten cuidadito¡±, le dijeron en el aeropuerto, ¡°acu¨¦rdate de tu hija¡±, recuerda ella, que miraba a la polic¨ªa de Barajas para ver si se daban cuenta de su edad, menor todav¨ªa a pesar de viajar con un pasaporte que no era el suyo. Pero no lo hicieron, y la explotaci¨®n y la violencia continuaron a su vuelta. ¡°Ya no pod¨ªa trabajar, ni subir m¨¢s clientes¡±, relata. La coerci¨®n se mantuvo hasta que recibi¨® la ayuda de uno de los camareros del ¨²ltimo club donde le llevaron y pudo escaparse con ¨¦l.
Salir de un agujero y meterse en otro
La espiral de violencia de Berta, desgraciadamente, no acab¨® ah¨ª. Porque tambi¨¦n ese camarero, que acab¨® siendo su pareja, comenz¨® a pegarle a los tres meses de quedarse embarazada de ¨¦l. Hasta que reuni¨® las fuerzas para decir basta y se atrevi¨® a denunciar. As¨ª acab¨® en una casa de acogida desde la que pudo finalmente rehacer su vida. ¡°Entonces empiezas a quererte y te das cuenta de que no es ego¨ªsta hacerlo¡±, sonr¨ªe.
Berta se encontr¨®, como muchas otras, un camino lleno de dificultades. Pero lo cierto es que, a pesar de lo que nos dijo un fiscal de cuyo nombre no quiero acordarme, ¡ª ¡°soy muy poco imaginativo, no s¨¦ c¨®mo se las puede proteger¡±, se?alaba¡ª, ampararlas es m¨¢s f¨¢cil de lo que parece. Tan solo hay que mirarlo bajo un prisma: son v¨ªctimas, no pruebas del delito.
Una realidad escondida
Por desgracia, falta un conocimiento profundo de la realidad que sufren las v¨ªctimas de trata en Espa?a. Como peque?o ejemplo: frente a los terribles relatos de violencia, hemos conocido tambi¨¦n a taxistas que reconocen, sin plante¨¢rselo dos veces, recibir una comisi¨®n de 50 euros por cada persona que llevan a un club donde se ejerce la prostituci¨®n, en los que tambi¨¦n puede haber v¨ªctimas de trata. ¡°M¨¢s de 50 se?oritas de todas las nacionalidades. La vida son sensaciones¡±, reza el panfleto con dos mujeres desnudas en la portada que nos entreg¨® uno de los que suele acercarse a los clubs para ver qu¨¦ puede sacar de las despedidas de solteros. Parece m¨¢s necesaria que nunca una educaci¨®n con enfoque de g¨¦nero y derechos humanos, y que determinadas historias se conozcan.
Tambi¨¦n la de las supervivientes. Porque con la serenidad y la fortaleza que da el tiempo, Berta es ahora una mujer empoderada, madre de dos hijos, a la que leer y escribir le ha servido de terapia. Su historia se va diluyendo, nos separa ya el infinito que da el reflejo del mar. Cuando nos despedimos, solo queda una certeza que parece se?alar a trav¨¦s de sus ojos, de un negro apagado en la pupila, y un verde clarividente en el iris: hay que vivir, ?no? Al fin y al cabo, es el principal motivo, el fin mismo de la existencia: seguir vivas y fuertes.
Ana G¨®mez P¨¦rez-Nievas es periodista en Amnist¨ªa Internacional Espa?a
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