El parentesco de todas las almas del pueblo negro
?Qu¨¦ signific¨® la esclavitud para el africano? Se lo pregunta el soci¨®logo W.E.B. Du Bois en esta obra fundacional del pensamiento sobre la negritud, publicada en EEUU en 1903, que acaba de editarse en castellano
¡°De cuando en cuando, la asistencia a la escuela menguaba y yo sal¨ªa de paseo a descubrir las razones¡±, escribe W.E.B. Du Bois en Las almas del pueblo negro, acerca de su experiencia como maestro de escuela en las monta?as de Tennessee (EE.UU.), a finales del siglo XIX. Entonces, descubr¨ªa cu¨¢nto necesitaban aquellas familias a sus ni?os en la ¨¦poca de cosechas, incluso para cuidar a los hermanitos menores. ¡°Pero los mandaremos de nuevo la semana que viene¡±, le contestaban, cuando el profesor pasaba a interesarse por las ausencias.
Las almas del pueblo negro, que acaba de editarse en castellano (publicado por Capit¨¢n Swing), es un libro fundacional de la negritud, escrito por el soci¨®logo, historiador y activista por los derechos civiles, en 1903, como recopilaci¨®n de las luchas de un siglo sangriento en el que los pa¨ªses americanos abolieron la esclavitud pero, a cambio, enviaron a sus ciudadanos afroamericanos a las primeras l¨ªneas de los frentes de guerra. Esta obra se?alaba, adem¨¢s, el amanecer de un siglo en que el panafricanismo abrir¨ªa paso a nuevas reflexiones. Porque ?frica no hab¨ªa quedado en ?frica, sino que ahora era parte del mundo entero.
¡°Para la mayor¨ªa de aquellos para los que la esclavitud era una vaga remembranza de la ni?ez, el mundo era algo enigm¨¢tico: poco les ped¨ªa el mundo a ellos, por lo que ellos respond¨ªan con poco; sin embargo, el mundo se burlaba de lo que ellos ofrec¨ªan¡±, escribe Du Bois, en un pasaje de memorias titulado?Del significado del progreso. Aquel desarraigo de los descendientes de esclavos que describ¨ªa Du Bois alcanzaba a Norteam¨¦rica, tan lejos y tan cerca de ?frica, y parece haber surcado todo el siglo XX como la gran paradoja de los africanos de la di¨¢spora.
Y quiz¨¢ esa sea la carga que buscaron aligerar los intelectuales que, en Europa, guiaron los movimientos panafricanistas, desde Aim¨¦ Cesaire y L¨¦opold S¨¦dar Senghor hasta los dirigentes de la gran ola contra la segregaci¨®n racial y el poder negro de los a?os sesenta, en el resto del planeta. Entre ellos, algunos Panteras Negras, que terminaron viviendo y muriendo en el continente de sus antepasados, como fue el caso de Stokely Carmichael, que naci¨® en Trinidad y Tobago (en 1941), se crio y estudi¨® en la universidad de Washington, y luego pas¨® casi toda su vida adulta en Guinea Conakry, como alumno del ghan¨¦s Kwame Nkrumah y como asesor del presidente Ahmed Sekou Tour¨¦.
De ah¨ª el valor de repasar las almas del pueblo negro que nutrieron trayectorias de vida a ambos lados del Atl¨¢ntico y al norte y el sur del Mediterr¨¢neo. Esta obra de un norteamericano sobre Norteam¨¦rica, que arranca con la pregunta ¡°?qu¨¦ se siente cuando se es un problema?¡±, permite surcar los oc¨¦anos en otros barcos: ¡°[Un negro americano] no querr¨ªa blanquear su alma negra en una oleada de americanismo blanco, pues sabe que la sangre negra tiene un mensaje para el mundo¡±.
El doble rasero
Du Bois habla de la "doble consciencia": ¡°Es una sensaci¨®n peculiar, esa sensaci¨®n de mirarse siempre a uno mismo a trav¨¦s de los ojos de los otros, de medir la propia alma con el baremo de un mundo que observa con desd¨¦n jovial y con l¨¢stima. Uno siempre siente esa dualidad: un americano, un negro; dos almas, dos formas de pensar, dos luchas irreconciliables; dos ideales en combate en un cuerpo oscuro, cuya fuerza obstinada es lo ¨²nico que le impide romperse en pedazos¡±.
La doble consciencia parece una consecuencia del doble rasero social que no dejan de sufrir algunos sectores de la poblaci¨®n, seg¨²n pasan las d¨¦cadas. Sin embargo, Du Bois quiere examinarlo, a fondo, en primera persona: ¡°La historia del negro americano es la historia de esta contienda, de ese anhelo por alcanzar una madurez consciente, por fundir ese doble ser en uno mejor y m¨¢s verdadero¡±.
La abolici¨®n de la esclavitud fue la llave de la primera puerta, pero tras esa, los pensadores y los activistas encontraron muchas otras puertas cerradas: ¡°Trabajo, cultura, libertad, todo esto nos hace falta, no por separado, sino de forma conjunta, no sucesivamente sino al mismo tiempo (¡) El?problema negro no es m¨¢s que una prueba concreta de los principios subyacentes a la gran rep¨²blica, y la lucha espiritual de los hijos de los libertos representa el duro trabajo de unas almas cuya carga casi sobrepasa los l¨ªmites de sus fuerzas, pero que la soportan en nombre de una raza hist¨®rica, en nombre de esta tierra, la tierra de los padres de sus padres, y en nombre de la oportunidad humana¡±.
La barrera de color
Du Bois revisa las preguntas de antes y despu¨¦s de la cruenta contienda civil norteamericana, cuando los esclavos fugitivos eran tratados como contrabando de guerra (se los entregaban a los due?os en cuanto estos los iban a buscar), hasta describir el momento en que la Casa Blanca los emancip¨® para convertirlos en trabajadores. Narra los experimentos sociales del XIX, la iracundia de los blancos y sus acciones ante los sesgados tribunales de Justicia, as¨ª como el naufragio de la llamada Oficina de los Libertos. Como si no tuviera m¨¢s de un siglo de antig¨¹edad, en el libro se lee que hay zonas en las que el destino de la poblaci¨®n es la muerte o la c¨¢rcel, ante lo que Du Bois anticipa: ¡°El problema del siglo XX es la barrera de color¡±.
La actualidad de Las almas del pueblo negro radica en la profundidad con la que Du Bois aborda asuntos tan ligados entre s¨ª como la educaci¨®n y su contracara, la alienaci¨®n del delito. Parece un ensayo de hoy cuando enfatiza en la necesidad de una s¨®lida red de escuelas p¨²blicas con igualdad de acceso y en su certera definici¨®n de la funci¨®n de la universidad: ¡°No es simplemente ense?ar a ganarse el pan, proporcionar maestros a las escuelas p¨²blicas o ser un centro de reuni¨®n social; ha de ser, ante todo, el ¨®rgano de ese ajuste arm¨®nico entre la vida real y un conocimiento de la vida cada vez mayor, un ajuste que constituye el secreto de la civilizaci¨®n¡±. Esto reflexiona mientras ¨¦l mismo viaja en el vag¨®n Jim Crow, el de los segregados.
El esp¨ªritu del panafricanismo
¡°?Qu¨¦ signific¨® la esclavitud para el africano?¡±, se pregunta Du Bois. Y contin¨²a: ¡°?Qu¨¦ juicio le merec¨ªan el bien y el mal, Dios y el diablo? ?Ad¨®nde fueron sus ansias y sus esfuerzos y, por lo tanto, d¨®nde se ubicaban sus dolencias y sus desilusiones¡±. Entonces nos invita a leer la impotencia frente al l¨¢tigo, sin sobreactuar pena alguna, sino explicando la hondura del flagelo que llev¨® a los esclavos a tener una vida espiritual tan poblada, llena de m¨²sica, guiada por el carism¨¢tico predicador y, por lo tanto, incitando a los investigadores sociales a indagar sin prejuicios en el sentimiento religioso, las idolatr¨ªas y sus catarsis: ¡°La m¨²sica de la religi¨®n negra es esa quejumbrosa melod¨ªa r¨ªtmica de emotivas cadencias menores que, a pesar de la caricatura y la profanaci¨®n, sigue siendo la expresi¨®n m¨¢s original y hermosa de la vida y las fatigas humanas nacida hasta ahora en suelo norteamericano¡±.
Por ¨²ltimo, Du Bois explicita el deseo de que ¡°broten¡± de su libro ¡°pensamientos vigorosos y acciones sensatas¡±. Justamente, la imagen que ilustra estas l¨ªneas forma parte de uno de esos brotes, en este caso, art¨ªstico, gracias a la inspiraci¨®n del pintor marfile?o Rom¨¦o Mivekannin, que expone, en estos d¨ªas, su serie titulada Las almas del pueblo negro, en la galer¨ªa Cecilie Fakhoury de Abiy¨¢n (Costa de Marfil), y de la que daremos cuenta en este mismo espacio.
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