Los tres amantes y las tres muertes de Francis Bacon
1962: en la v¨ªspera de una inauguraci¨®n, el novio del artista apareci¨® muerto. 1971: en la v¨ªspera de otra, ocurri¨® lo mismo. 1992: d¨ªas antes de otra, muri¨® el propio Bacon
Francis Bacon sab¨ªa lo que se hac¨ªa, la coherencia era su credo y, en cierto modo, era lo que tradicionalmente se ha solido denominar como un hombre que se viste por los pies. Uno de los ¨²ltimos genios del expresionismo que se dedic¨® ni m¨¢s ni menos que a llevar al lienzo la vida misma, la suya en concreto, y la de sus sucesivos amantes. Frente a quienes a¨²n piensan que estamos ante un pintor abstracto, el realismo de Bacon fue innegociable y perenne y brutal. Era un artista y, tambi¨¦n en cierta forma, un cronista de la vida. Y en concreto, de los excesos de la vida, que conllevan, como en su caso, la omnipresencia de la muerte.
La actual exposici¨®n de obra gr¨¢fica del pintor irland¨¦s en la galer¨ªa Marlbo?rough de Madrid (hay artistas excelsos en esa modalidad, no es el caso de Bacon: su vendaval surge solo en la pincelada) y sobre todo la publicaci¨®n en el Reino Unido de una nueva biograf¨ªa (Francis Bacon: Revelations, de Mark Stevens y Annalyn Swan) permiten regresar a sus infiernos no ya pl¨¢sticos¡, sino reales. La parca le rindi¨® visita tres veces. La tercera fue la definitiva.
¡°Todos aquellos a los que am¨¦ se mataron con el alcohol o se suicidaron. Yo no s¨¦ por qu¨¦ atraigo a ese tipo de gente, y no hay nada que hacer¡±. Se lo cont¨® un d¨ªa Bacon a su amigo y bi¨®grafo Michael Peppiatt. En 1952 el pintor, que hab¨ªa puesto fin a su relaci¨®n con el banquero londinense Eric Hall, conoci¨® a Peter Lacy, un apuesto expiloto brit¨¢nico aficionado al piano. Fue un amor compulsivo, obsesivo y desaprensivo. Lacy se fue a vivir a T¨¢nger, donde Bacon le visitaba con regularidad comprobando que su relaci¨®n homosexual era bienvenida en el contexto de la ancha apertura moral de la ciudad marroqu¨ª. Lacy era violento y beb¨ªa como un cosaco, combinaci¨®n poco aconsejable. Pegaba a Bacon y un d¨ªa hasta lo tir¨® por una ventana. El artista exhib¨ªa una aquiescencia que viajaba entre el amor perdido y el sadismo militante. En 1962, apenas horas antes de que Bacon inaugurase su antol¨®gica en la Tate Gallery de Londres, recibi¨® un telegrama que le anunciaba la muerte de Lacy. El pintor inmortaliz¨® al amante fallecido (nunca qued¨® claro si fue natural o un suicidio) en el retrato Study for a Portrait of P. L.
Octubre de 1971. Par¨ªs. Bacon est¨¢ a punto de inaugurar su retrospectiva en el Grand Palais. ?l y su novio, George Dyer, un antiguo y apol¨ªneo quinqui del Soho londinense, llevaban d¨ªas alojados en el lujoso Hotel des Saints P¨¨res. Les acompa?aba Valerie Beston, directora de la galer¨ªa Marlborough de Londres. Dyer era alcoh¨®lico e inculto, y Bacon ¡ª?pese a sentirse fatalmente atra¨ªdo por ¨¦l¡ª le humillaba en p¨²blico en cuanto pod¨ªa¡ y luego le inmortalizaba en retratos. Dyer, a quien Bacon hab¨ªa dejado solo en el hotel despu¨¦s de d¨ªas bebi¨¦ndose juntos sucesivas a?adas de grands crus de Burdeos y los mejores champagnes entre bronca y bronca, se suicid¨® aquella noche con una mezcla de whisky y barbit¨²ricos. Lo encontraron muerto sentado en la taza del retrete. Beston convenci¨® a los propietarios del ?establecimiento de que ocultaran la noticia hasta el d¨ªa siguiente. Y Bacon acudi¨® a la inauguraci¨®n y a la posterior cena de gala en el lujoso restaurante Le Train Bleu de Par¨ªs, donde habl¨®, bebi¨® y se emborrach¨®.
28 de abril de 1992. Francis Bacon muere a los 82 a?os en la cl¨ªnica Ruber de Madrid. Los m¨¦dicos que d¨ªas atr¨¢s le hab¨ªan extirpado un ri?¨®n le aconsejaron no viajar. Pero las dos razones que ¨¦l ten¨ªa para hacerlo eran poderosas. Una: preparar su exposici¨®n en la galer¨ªa ?Marlborough. Dos: visitar a un antiguo novio, el financiero madrile?o Jos¨¦ Capelo, de quien se hab¨ªa enamorado cuatro a?os antes durante una fiesta en Londres y al que sacaba 43 a?os. La tercera muerte se le present¨® a Bacon en Espa?a. Esta vez ven¨ªa a visitarlo a ¨¦l.?
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