De la calle al huerto
Las personas sin hogar pueden acceden a una formaci¨®n en jardiner¨ªa gracias a un acuerdo entre la Universidad de Barcelona y un centro de acogida
Cuando el ¨²ltimo recurso es la calle, cuando el ¨²ltimo colch¨®n es el recoveco de la entrada de un parking, cuando nuestra habitaci¨®n son cuatro cartones que nos preservan de la humedad y favorecen algo de intimidad, s¨ª, es cierto, lo hemos perdido todo. Recomenzar es una quimera y conseguir mantener la condici¨®n de ¡°persona¡± es un derecho que no debe ser discutido. Hay un lugar que no sabe de clases sociales, situaciones, momentos personales¡ Solo reconoce manos humanas dispuestas a cuidarlo: es el huerto.
Quiz¨¢s por eso y por su carisma sanador, el huerto ha sido elegido para la recuperaci¨®n de dignidad de esas personas que lo han perdido todo y siguen en la ciudad. Ha ocurrido en el jard¨ªn de un Monasterio en Barcelona, el de Sant Pere de les Puel¡¤les, donde la comunidad benedictina todav¨ªa cultiva. Es una iniciativa de Ass¨ªs Centre d¡¯Acollida y cuenta con la complicidad de la Universidad de Barcelona, porque el curso que ofrecen para las personas sin techo finaliza con un diploma de extensi¨®n universitaria. De la calle al huerto, de la nada y la oscuridad al placer y la riqueza de plantar unas semillas y ver crecer las hojas que mantendr¨¢n poco despu¨¦s los frutos.
Hemos quedado al pie del huerto con Josep, Guillem y Kike, alumno, formador y gestor del Curso de Mantenimiento de Huertos Urbanos para Personas Sin Techo. En este curso el huerto es una herramienta de motivaci¨®n y capacitaci¨®n para la inserci¨®n sociolaboral, incluye horas de formaci¨®n te¨®rico-pr¨¢ctica y aqu¨ª, hora tras hora, la vida de los alumnos que participan se recompone. Poco a poco adquieren el conocimiento para el cuidado de zonas ajardinadas comestibles, pero tambi¨¦n comienzan a dibujar proyectos de autoabastecimiento, porque la tierra alimenta y es la primera fuente para personas como ellos, con necesidades alimentarias.
Usan cal¨¦ndulas para atraer a los insectos polinizadores y calabazas luffa para esponjas de ba?o y cocina
Del huerto-escuela en el Monasterio salen cada d¨ªa frutas y verduras para los desayunos y lotes de alimentos para los pisos sociales que gestiona el centro Ass¨ªs. En seis a?os de funcionamiento han pasado por el curso 100 personas que han salido de la calle. Algunas han sido contratadas por empresas especialistas en jardines verticales o en tecnolog¨ªa de bioconstrucci¨®n.
La vida en ese jard¨ªn benedictino tiene algo de contemplaci¨®n, porque hasta la luz que ilumina las acelgas y las l¨ªneas de cebollas invita a tomar otro ritmo que para nada es el que se lleva tras los muros. La gesti¨®n del agua sigue el curso ancestral del proceso de inundaci¨®n y las acequias te llevan de un lado a otro, siguiendo los bordes parcelados de un vergel que parece tener r¨ªo propio.
Usan cal¨¦ndulas para atraer a los insectos polinizadores y calabazas luffa para esponjas de ba?o y cocina. Mientras hablamos, un mont¨®n de p¨¢jaros diversos visitan el lugar, sus conversaciones se mezclan con las nuestras. Ellos hacen coro en las ramas de los limoneros, nosotras aprovechamos el sol que ilumina la ma?ana y conversamos sobre m¨¦todos hort¨ªcolas ecol¨®gicos, que son los que se desarrollan en el proyecto.
Cada vez que converso con alguien sobre los beneficios terap¨¦uticos del cuidado de un huerto o de un jard¨ªn en ciudad, vuelvo al libro de Vanessa Prades y Albert Vidal Elogi de l¡¯Hort Urb¨¤ en el que las autoras distinguen siete tipos de huertos urbanos, seg¨²n la funci¨®n a la que est¨¢n llamados.
Hay huertos identitarios, migratorios, espirituales, ¨¦ticos, generativos, lentos, autoproductivos. A todos ellos se les concede la capacidad terap¨¦utica y sanadora que llevan impl¨ªcita, la conexi¨®n directa con los procesos naturales, el conocimiento de la biodiversidad en un peque?o espacio, como son las cuatro paredes de un monasterio en una gran ciudad.
Vanessa y Albert siguen preguntando ahora en el blog que tienen abierto: ?y t¨² por qu¨¦ cultivas?. Visitar su p¨¢gina es descubrir por qu¨¦ es tan necesaria una labor como la que est¨¢n desarrollando desde Ass¨ªs Centre d¡¯Acollida junto a la Fundaci¨® Solidaritat de la Universidad de Barcelona. Porque aseguran formaci¨®n a personas que necesitan otra oportunidad para seguir viviendo, porque la reciben al aire libre, entre naturaleza que crece y porque cuando ya tengan el t¨ªtulo ser¨¢n ellas mismas las que nos faciliten el alimento justo, para que tambi¨¦n sigamos viviendo el resto de la humanidad. ?Hay mejor educaci¨®n que esta?
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