Footing en la cubierta 12
Un crucero por el Mediterr¨¢neo puede ser una eficaz terapia antiestr¨¦s. Paella en Valencia, paseo por Roma, la torre de Pisa, ba?o en C¨®rcega y de vuelta a M¨¢laga
Como vivo cerca del puerto, puedo cumplir mi sue?o de salir andando de casa y tomar un barco. Arrastro mi maleta de ruedas por el muelle mientras se va haciendo cada vez m¨¢s grande la mole del Adventure of the Seas (311 metros de eslora, m¨¢s de 3.000 pasajeros). Mi familia ya est¨¢ dentro del barco: mi padre, mi hermano, su mujer, la hija de ambos (nueve meses) y la hermana de mi cu?ada. El camarote es amplio y moderno, pero a mi padre y a m¨ª nos han puesto una cama de matrimonio. El joven que se ocupa de nuestra habitaci¨®n promete arreglarlo y desconectar el g¨¦lido aire acondicionado. El buf¨¦ de la planta 11 es ese d¨ªa una turbamulta de personas que corren con platos de comida, mientras suena por megafon¨ªa una petici¨®n para que terminemos deprisa y dejemos sitio a otros pasajeros. De todas formas, las cosas est¨¢n buenas y se puede llegar a la hora que se quiera.
D?A 1 Sobre el terreno
Desde la cubierta 12 vemos c¨®mo nuestra ciudad se aleja y nos internamos mar adentro. La Costa del Sol resulta m¨¢s hermosa desde esta perspectiva. Entre la abrumadora lista de actividades descubro propuestas tan curiosas como el "Seminario ojos hinchados" o el "Desfile de penados (sic) y maquillajes". En general, el castellano de los folletos es horrendo. Hay una pared de escalada, minigolf, pimp¨®n, futbito, baloncesto... pero no encuentro nada en lo que me apetezca participar. De la biblioteca del barco he sacado un volumen y disfruto leyendo tumbado en el sol¨¢rium de un crucero (el sol¨¢rium es la piscina silenciosa; en la otra piscina siempre hay m¨²sica a todo volumen). A mi lado, los jacuzzis est¨¢n copados por pasajeros espa?oles, los m¨¢s entusiastas de estas grandes ba?eras con pompitas. Mi hermano se ha hecho fuerte en la cubierta Saint Tropez y mira el mar mientras la ni?a duerme sobre su barriga.
Aunque compramos los billetes hace tiempo, solo conseguimos que nos incluyeran en el turno de las siete y media para cenar en el comedor principal. El lugar tiene tantos cortinajes y dorados como la Scala de Mil¨¢n, y se nos presenta un camarero y un sumiller que dicen: "A su servicio". Pero el pescado es congelado y la carne est¨¢ demasiado hecha.
D?A 2 Comida en la Malvarrosa
Es domingo y amanecemos en Valencia. Mucha gente se queda en el barco para disfrutar de las atracciones. El autob¨²s que ha puesto la compa?¨ªa cuesta 18 euros por persona. En el centro de la ciudad nos perdemos un par de veces y cuando llegamos al barrio del Carme las calles est¨¢n vac¨ªas y muchos de los edificios abandonados. Lo compensamos con una maravillosa paella de conejo en la playa de la Malvarrosa. Al entrar en el barco nos hacen vaciar todos los bolsillos. Un padre de familia, que va delante y acarrea tres ni?os, se lleva toda mi calderilla.
En el crucero hay tantas escaleras que el primer d¨ªa duelen las rodillas y nos hacemos a la idea de movernos siempre en ascensor. Calculo casi una hora diaria entre esperar los elevadores y las m¨²ltiples paradas en su recorrido. Son el gran punto de socializaci¨®n del Adventures of the Seas: el mejor lugar para escuchar bromas en castellano, intercambiar miradas de alto voltaje o hacer un estudio sociol¨®gico acerca de los pasajeros.
Esa noche, en el Schoener's Bar, descubro a Luis Rocha, un portugu¨¦s que toca canciones de los cincuenta. Tiene cierto parecido a Jack Nicholson y su piano est¨¢ bordeado por una barra donde los pasajeros apoyan sus mojitos (el mejor c¨®ctel del crucero). Entre canci¨®n y canci¨®n, Rocha se queda unos segundos con la mirada en blanco; luego se entrega por completo a la m¨²sica aunque solo tenga cuatro espectadores que charlan entre s¨ª. Llevo all¨ª a mi familia y bailo Somewhere over the rainbow con mi sobrinita colgada en la mochila. Se duerme a los pocos minutos y mi hermano decide que vendremos cada noche.
D?A 3 Piscina y mar
Madrugo para llegar al yoga, pero ya ha empezado y parece dif¨ªcil. No quiero lastimarme. En el gimnasio hay gente usando la bici est¨¢tica y corriendo en una cinta, pero resulta m¨¢s interesante hacer footing por la cubierta 12 rodeado de mar por todos lados. En el nivel 11 descubro un balc¨®n desde donde se puede observar al piloto dirigiendo el barco, con pantallas de radar y tim¨®n cl¨¢sico incluido. En la planta 7, dos mujeres miran con cara de tristeza hacia la galer¨ªa comercial llena de dorados. Confecciona tu propio recuerdo: este es el lema del folleto que nos han entregado hoy.
El primer d¨ªa sin salir del barco voy notando los efectos ben¨¦ficos del crucero. Mis problemas cotidianos han quedado muy atr¨¢s y mi mente se va vaciando como si llevara horas recitando rezos budistas para meditaci¨®n. En el sol¨¢rium converso con dos mujeres noruegas: la mayor va a hacer de gu¨ªa en Roma, la m¨¢s joven y yo coincidimos en que a ninguno nos gust¨® el interior del Coliseo. En el jacuzzi del gimnasio hablo con una se?ora madrile?a que se queja de lo hortera que es el ambiente y las diversiones, aunque admite que est¨¢ descansando mucho. Me gusta sentirme a cientos de kil¨®metros de cualquier costa. Por la ma?ana ha hecho mucho viento, luego olas y por la tarde se ha calmado. En un momento dado se divisa a lo lejos Menorca. Desde la popa descubrimos una gran aleta que se va alejando del barco, y mi padre nos aclara que es un pez luna. Unos d¨ªas m¨¢s tarde veremos c¨®mo nos sigue una manada de delfines.
Cuando mi familia ya se ha ido a dormir, una chica se sienta junto al pianista y canta con una voz tan potente que me recuerda a Dulce Pontes. Luego Rocha toca m¨²sica tradicional de su pa¨ªs y varias decenas de cruceristas lusos vestidos de gala recorren la sala en una conga entusiasta. De madrugada salgo a la cubierta 4. Hay gente fumando y charlando mientras mira el mar. Exploro unas escaleras y me cuelo hasta la punta de proa del buque. No hay nadie, dudo si est¨¢ permitido llegar aqu¨ª. Resulta impresionante ver al barco avanzar en la negrura, bajo un cielo lleno de estrellas y un fuerte viento. Me siento feliz con las sorpresas que me va trayendo la vida.
D?A 4 Monumentos romanos
Al atracar en Civitavecchia cae una manta de agua. Cuando intentamos salir del barco nos perdemos unos de otros y acabamos hist¨¦ricos, pero gracias a mi padre conseguimos un taxi a Roma. En la plaza de San Pedro dejo a mi familia con su lista de 11 monumentos y me voy a dar un paseo sin rumbo: el Borgo San Angelo es un barrio antiguo lleno de vida; en el bar Conziliacione tomo un espresso doble con un pastel; aparecen los jardines de las azoteas; en el Mercado Rionale hay peque?os calabacines con flores; por todos lados hay carteles de partidos fascistas; me regalan un paquete de pa?uelitos en una perfumer¨ªa; veo a los oficinistas almorzando pannini en una tienda de ultramarinos... Al final almuerzo con mi familia en Santa Mar¨ªa de Trast¨¦vere y regresamos a casa.
Esa noche, en el teatro del barco, asistimos a un musical que resume en una hora 50 a?os de ¨¦xitos del rock. Lo presenta el director de crucero, Anthony, con una simpat¨ªa a veces impostada.
D?A 5 Livorno 'versus' Pisa
Al d¨ªa siguiente estamos en Livorno y nos aborda una se?ora local.
-Pisa no tiene mucho que ver -dice en un italiano bastante inteligible-. Lo mejor es que os qued¨¦is en Livorno. Lo llaman la peque?a Venecia. Por aquella calle lleg¨¢is a los canales; m¨¢s all¨¢, a la iglesia octogonal, m¨¢s alta que la torre de Pisa...
De momento, le hacemos caso y disfrutamos sus canales deste?idos y llenos de sabor. Rodeamos una gran fortificaci¨®n y aparecemos en un mercado callejero; una vendedora me sugiere nuevas recetas para las flores de calabac¨ªn (rellenarlas de queso, jam¨®n o gambas). Para ir a la estaci¨®n de tren montamos en un autob¨²s urbano atestado, que resulta imposible pagar. El billete a Pisa nos cuesta un euro por persona, en un cercan¨ªas repleto y caluroso.
-A m¨ª no me gusta esto, ten¨ªamos que haber tomado un taxi -refunfu?a mi padre.
En Pisa mejoran las cosas. La calle principal es una joya de casitas medievales, soportales y peque?as tiendas. El stucatto de las paredes, las pasteler¨ªas, el r¨ªo, el gran mercado de m¨¢rmol al aire libre. Despu¨¦s de dar una vuelta por la torre inclinada y el baptisterio, comemos en la Oster¨ªa di Culogna (que nos ha recomendado la due?a de una tienda de bolsos). En un peque?o patio lleno de cajas y tuber¨ªas nos sirven unos deliciosos tortellos y espaguetis con at¨²n fresco. Consigo pagar la cuenta sin que nadie se queje.
Cuando volvemos al barco, nos sale seguir chapurreando italiano y la mayor¨ªa del personal sigue entendiendo solo ingl¨¦s. Con las ¨²ltimas luces del d¨ªa pasamos junto a una isla de costas escarpadas y llena de bosques. Es Elba, donde recluyeron por primera vez a Napole¨®n.
D?A 6 Ciudad Bonaparte
Despertamos precisamente en Ajaccio, capital de C¨®rcega y lugar de nacimiento del emperador. El barco atraca junto al centro y desde la cubierta contemplamos esta poblaci¨®n peque?a y cuidada; tambi¨¦n se ve todo el sur de la isla, grandes monta?as llenas de bosques, casi ning¨²n pueblo, largas playas de arena dorada...
Nada m¨¢s desembarcar, un mercado callejero ofrece los suculentos olores de sus embutidos y sus quesos. Hay estatuas de Napole¨®n por todos lados: vestido de c¨®nsul romano est¨¢ irreconocible; rodeado de sus hermanos resulta un poco rid¨ªculo. Una playa muy estrecha ofrece agua celeste y limpia, en la que nos ba?amos un rato m¨¢s tarde. Comemos y, de sobremesa, la casa natal de Bonaparte nos descubre que el emperador ven¨ªa de una familia burguesa que tard¨® tres generaciones en comprar todo el edificio (en apenas cinco a?os, Napole¨®n conquistar¨ªa casi toda Europa). La vivienda permite conocer los sof¨¢s hoy desvencijados donde se sentaban los Bonaparte, as¨ª como su sal¨®n de baile y retratos de diversos parientes. Me voy con la sensaci¨®n de haber aprendido algo.
La pen¨²ltima velada hay otra fiesta de gala de la que no nos hemos enterado. Para muchos pasajeros, sobre todo anglosajones, resulta fascinante incluir en el equipaje un esmoquin y un vestido de noche con los que pasear arriba y abajo del buque. Al final, las confusiones de fecha consiguen librarme de estas celebraciones para las que mi padre aseguraba haberme tra¨ªdo una corbata.
D?A 7 Escenas en alta mar
El ¨²ltimo d¨ªa en el barco empiezo a aburrirme de mi rutina de novela y piscina. En atenci¨®n al cliente presencio la queja de un pasajero que pretende no pagar las propinas porque no est¨¢ contento con el servicio. Le dicen que es imposible. Entre las atracciones del d¨ªa hay una tan pat¨¦tica que acaba resultando divertida: el concurso del hombre m¨¢s sexi del crucero. Un se?or gordo de Murcia intenta una coreograf¨ªa entre porno y c¨®mica ante las cuatro mujeres que hacen de jurado. Al final gana el m¨¢s jovencito de los concursantes. Un rato antes se celebr¨® en la piscina un concurso de planchazos entre varios hombres de importante tonelaje.
Es hermoso pasar tantos d¨ªas en medio del mar, viendo puestas de sol, leyendo en la terraza de la habitaci¨®n, compartiendo mucho tiempo con la familia. Imaginaba que iba a tener con ellos conversaciones trascendentales, pero nos dejamos llevar por la placidez reinante y apenas abrimos la boca para alguna exclamaci¨®n admirativa o para fijar la hora de cenar. Lo mejor es no hacer esfuerzos y dejar aparte cualquier posible conflicto. Incluso el beb¨¦ ha entendido esto y no ha dado ni un ruido.
D?A 8 Un nuevo puerto
Abrimos los ojos a las ocho de la ma?ana y ya estamos atracados en M¨¢laga: ?c¨®mo ser¨¢ la ciudad? ?Contrataremos una excursi¨®n o la visitaremos a pie? ?Har¨¢ mucho calor? ?Ser¨¢ dif¨ªcil regresar al barco?
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Entre el 28 de abril y el 22 de septiembre, el buque Adventure of the Seas, de Royal Caribbean (www.royalcaribbean.es), del que se habla en el reportaje, realizar¨¢ cruceros de siete noches por el Mediterr¨¢neo occidental con escalas en Roma, Pisa/Florencia y C¨®rcega. Los precios parten de 599 euros por persona, tasas incluidas. El barco zarpa los s¨¢bados desde M¨¢laga y los domingos desde Valencia. Del 29 de septiembre al 27 de octubre, cambia el rumbo, hacia Madeira y Canarias, a partir de 619 euros por persona.
? Adem¨¢s de Royal Caribbean, disponen de rutas de cruceros similares por el Mediterr¨¢neo navieras como Pullmantur (www.pullmantur.es) -que estrena una nueva ruta con salida desde Valencia y Palma-, MSC Cruceros (www.msccruceros.es), Norwegian Cruise Line (www.es.ncl.eu), Iberocruceros (www.iberocruceros.com) y Costa Cruceros (www.costacruceros.es). Grimaldi (www.grimaldi-lines.com) va de Barcelona a Roma, con barco y hotel, a partir de 98 euros por persona. I. M.
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