¡®Picanha¡¯ en la ciudad sin centro
La capital brasile?a se descubre en coche buscando la impronta de cuatro hombres: el arquitecto Oscar Niemeyer, el urbanista Lucio Costa, el paisajista Roberto Burle Marx y el artista Athos Bulc?o
Dicen que el habitante de Brasilia nace con cabeza, tronco y ruedas. Ello se constata al descubrir la dificultad de pasear y de quedar con alguien sin coche. La urbe brasile?a no se aviene con los adjetivos c¨®moda y entusiasta, pero s¨ª con la palabra extraordinaria, porque ninguna otra ciudad se le puede parecer. ?Retrovisores?, ?cintur¨®n?, ?contacto?..., arrancamos.
La gran cronista brasile?a Clarice Lispector, en sus diarios, abre el cap¨ªtulo dedicado a la capital con una frase categ¨®rica: ¡°Brasilia est¨¢ construida sobre la l¨ªnea del horizonte. Es artificial, tan artificial como deb¨ªa de haber sido el mundo cuando fue creado¡±. Y, para esos viajeros que desconf¨ªan de las ciudades que no ofrecen motivos para llorar en ellas, otra m¨¢s esclarecedora: ¡°Nunca llor¨¦ en Brasilia. Es una playa sin mar. No hay por donde entrar ni por donde salir¡±. Por todo ello es exclusiva.
Concebida como una idea ut¨®pica desde hac¨ªa dos siglos, es en el XX cuando el proyecto toma consistencia. En 1956 se inician las obras para crear una capital casi en el centro del pa¨ªs. Cuatro nombres hay que aprenderse para entender Brasil: Oscar Niemeyer, arquitecto; Lucio Costa, urbanista; Roberto Burle Marx, paisajista, y Athos Bulc?o, artista decorador.
10.00 Comienza la gincana
Brasilia tiene forma de avi¨®n. ?Es una broma? No. En el cuerpo de la nave, llamado Eixo Monumental (1) est¨¢n los ministerios, edificios oficiales y monumentos. Y a su t¨¦rmino el artificial lago de Parano¨¢ (2) . En las alas, norte y sur, se hallan los ¡°conjuntos habitacionales¡±, lo que podemos llamar barrios. En ellos todo se divide por sectores: el de los bancos, el de los hoteles, el de los shopings¡, y cada supercuadra (manzana) se separa de las otras por una calle con comercios, casi siempre tem¨¢ticos. Por ejemplo: si usted precisa una bombilla tiene que ir a la cuadra comercial de las bombillas, coger¨¢ el coche y tendr¨¢ 40 tiendas de bombillas. ?No quer¨ªa una bombilla? Pues aqu¨ª tiene las bombillas.
Lo segundo que llama la atenci¨®n es la cantidad de edificios c¨¦lebres dispersos por la ciudad. Todo gira en torno al Eixo (eje) Monumental. En la llamada Esplanada de los Ministerios, incomprensiblemente creada para la circulaci¨®n de coches y no de peatones, se van sucediendo las postales m¨¢s cl¨¢sicas. Si hay una pareja de edificios que atrapa al instante es la formada por el Palacio de Itamaraty (3) y el Ministerios de Justicia (4), de Niemeyer con paisajismo de Burle Marx. El primero es una verdadera obra maestra, secuencia de columnas y arcos, espejo de agua, pasarelas de acceso. En el interior conviene dejarse llevar en el impactante hall sin columnas de 2.800 metros cuadrados y prestar atenci¨®n a los paneles decorativos, como el de Athos Bulcao, artista que imprimi¨® en Brasilia el sello de su elegancia y de sensibilidad, integrando el arte en la arquitectura.
11.00 Una plaza y tres poderes
En la plaza de los Tres Poderes (5) se aprecia el proyecto de Lucio Costa como si fuera en una maqueta. All¨ª se celebra el encuentro de los tres poderes gubernamentales: el Ejecutivo, representado por el palacio de Planalto; el Legislativo, representado por el Congreso Nacional, y el Judicial, representado por el Supremo Tribunal Federal.
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M¨¢s arriba, atravesando ministerios, se llega a la catedral (6), un edificio delirante, de gran tonelaje selenita, plagado de significados religiosos. Le siguen el Museo Nacional Honestino Guimar?es (7) y la Biblioteca Nacional (8), menos gal¨¢cticos. Ante ellos, perdido en la intemperie, el viajero recibir¨¢ su recompensa: se sentir¨¢ extraterrestre, vivir¨¢ la experiencia del viaje de manera especial y espacial.
13.00 Comer en la supercuadra
Uno de los logros m¨¢s atractivos del proyecto de Costa y Niemeyer es la Supercuadra. Ayuda a interpretar y entender esta ciudad. Las viviendas se organizan en unidades vecinales: cada manzana tiene diez bloques de pisos colocados en dos direcciones, paralelos y perpendiculares entre ellos. Cada bloque es de seis pisos de altura y tiene unas plantas bajas elevadas sobre pilares, de suelos cer¨¢micos y paredes con azulejos en dos colores. Gracias a esa elevaci¨®n se mantiene el espacio abierto que permite ver a trav¨¦s de los bloques. Alrededor jardines, guarder¨ªa, parque infantil, quiosco, un cine y parada de taxi. Alguna, como la mod¨¦lica que comprende las cuadras 107/108 y 307/308 Sur tambi¨¦n incluye la entra?able Igrejinha (9), de Niemeyer, marcada por la influencia de Le Corbusier y su parecido con la iglesia de Ronchamps. Los azulejos de Athos Bulcao que la decoran, la dotan de temperamento.
Adem¨¢s, en esa supercuadra est¨¢ el Xique Xique (10), no olvide ese nombre, restaurante popular para hartarse de carne. Pida la carne de sol completa: viene con pa?oca, feijao de corda, macaxeira, arroz, mantenga do serrato y cheiro verde. No pregunte, pruebe¡
Y ya que estamos con iglesias, si pasa por la de San Juan Bosco (11) (Via W3 Sur, hacia la 107) har¨¢ bien en entrar y disfrutar de la explosi¨®n de luz azul que ofrecen sus vidrieras. Para emociones marcianas vaya al Templo da Boa Vontade (12), desc¨¢lcese, siga el recorrido en espiral hasta detenerse bajo un cuarzo que anuncian m¨¢gico y¡ saldr¨¢ contento.
16.00 Una vista
Entre los proyectos de Costa encontramos la Torre de la Televisi¨®n (13), afectuoso homenaje a Gustave Eiffel y a su torre de Par¨ªs. Si se hospeda en el sector hotelero (14), lo tiene a dos pasos. Podr¨¢ subir y contemplar una panor¨¢mica de esta ciudad de sensaciones desconcertantes. Ah¨ª la tiene: la ciudad sin centro y sin aceras, la ciudad enemiga de la espontaneidad en la que pasar¨¢ m¨¢s desapercibido que en ninguna otra. No nos extra?ar¨ªa que un d¨ªa la banda U2 confesara que aqu¨ª compusieron Where the streets have no name porque este s¨ª que es un verdadero viaje a lo desconocido.
18.00 El sabor m¨¢s aut¨¦ntico
Los colores de Brasilia son el verde y el azul. Y las nubes se ven, se sienten m¨¢s cercanas que bajo ning¨²n otro cielo. El viajero querr¨¢ subirse y que le lleven ellas a la pr¨®xima cita, porque ya est¨¢ harto del coche, y que le suelten, por ejemplo, en la puerta del bar m¨¢s antiguo de la ciudad: el maravilloso y bohemio Beirute (15) (109 Sur), en cuyas mesas podr¨¢ degustar tradicionales kibes y pastas de origen liban¨¦s en un ambiente estupendo. Pero si usted prefiere carne, vaya al popular Pauliceia (16) (113 Sur) y disfrute con su picanha, el corte de carne m¨¢s famoso de Brasil.
A estas alturas Brasilia es como en una excavaci¨®n arqueol¨®gica en la que se descubren otros estratos de lo real, porque puede ser cruel con el viajero, pero siempre guarda sorpresas como el palacio de la Alvorada (17), residencia oficial del presidente de Gobierno, obra de ?qui¨¦n?... Bien, lo ha adivinado, de Niemeyer; o el Parque de Cidade (18), donde encontrar las aguas de coco m¨¢s econ¨®micas.
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