Aullando con huskies
Un crucero de cinco d¨ªas por la costa ¨¢rtica de Noruega, con parada en el m¨ªtico Cabo Norte
Sentir el significado de la palabra aventura, emular al mism¨ªsimo Roald Amundsen, es posible al norte de Noruega. Cruzar el paralelo de latitud 66? 33¡¯ 45¡±, la ¨²ltima frontera, es viable sin tener que renunciar a las comodidades del siglo XXI. Por cierto, el C¨ªrculo Polar ?rtico no es una l¨ªnea fija, actualmente se desplaza cada a?o unos 15 metros hacia el Norte a causa de la variaci¨®n en la inclinaci¨®n del eje de rotaci¨®n de la Tierra. Los exploradores de sal¨®n, modernos cazadores de sensaciones, pueden cumplir sus deseos m¨¢s aventureros subidos a los cruceros de la naviera Hurtigruten.
Lo que en 1893 empez¨® como una locura de Richard With, el audaz capit¨¢n del MS Vesteralen que uni¨® las comunidades del sur de Noruega con las m¨¢s rec¨®nditas del ?rtico tras aventurarse durante m¨¢s de 1.200 millas por una costa con miles de islas y arrecifes, se ha convertido en una experiencia al alcance de todos. La temerosidad de los pioneros que surcaron los polos ha mutado en un riesgo domesticado. Aun as¨ª, el bamboleo despertar¨¢ de madrugada al viajero, acongojado en su camarote por la arrogancia del mar de Barents. Los movimientos bruscos del barco, rendido a las corrientes m¨¢s salvajes de Europa, provocar¨¢ a m¨¢s de uno que durante d¨ªas camine por tierra como un marinero fuera de lugar. Mejor controlarse a la hora de la cena para evitar disgustos. ¡°?Tempestad? ?Fue una noche de lo m¨¢s calmada, m¨¢s impactante para los sentidos que peligrosa!¡±, bramar¨¢ en el puente de mando del MS Trollfjord el capit¨¢n Yngve Johannessen, el vikingo que gobierna un drakkar de 13.000 toneladas con m¨¢s de 100 metros de eslora y nueve cubiertas.
Cambio de chip
Hace falta cierta valent¨ªa para pasarse cinco d¨ªas en este buque. El grado de berserker (guerrero vikingo) se adquiere una tarde con un ba?o en el spa a la intemperie en pleno invierno y a oscuras. Los m¨¢s afortunados se deleitar¨¢n adem¨¢s con el caprichoso espect¨¢culo lum¨ªnico de las auroras boreales (la actividad solar hace que este 2013 sea especialmente probable verlas). Pero sumergirse en la Noruega profunda requiere ¡ªo despierta¡ª sobre todo una pasi¨®n incondicional por la naturaleza. Aullar al firmamento como un husky m¨¢s, integrado en la manada tras una caminata por la tundra, es inexcusable. Los urbanitas deben cambiar el chip.
Partimos de Tromso, una especie de monumento a la testarudez, la capital del c¨ªrculo polar noruego, con m¨¢s de 60.000 habitantes. Orgullosa de contar con la universidad m¨¢s septentrional del orbe, antes de atraer a los cerebros m¨¢s prometedores de Laponia la villa se gan¨® el sustento como cuna de los pescadores m¨¢s eficientes en el fr¨ªo extremo y como base de algunas de las grandes expediciones de principios del siglo pasado. Adem¨¢s de Amundsen, el h¨¦roe nacional y conquistador del Polo Sur para disgusto eterno de Scott, de aqu¨ª partieron Umberto Nobile ¡ªel italiano fue el primero en volar por el Polo Norte a bordo del dirigible Norge¡ª y Fridtjof Nansen, que dej¨® para la posteridad la primera traves¨ªa por el interior de Groenlandia. El Museo Polar relata sus historias y la de los incontables h¨¦roes an¨®nimos.
Comienza la aventura, de fiordo en fiordo, camino de Kirkenes, una localidad a tiro de bacalao de la frontera con la Federaci¨®n Rusa (se cree que marineros vascos ilustraron en los secretos de la conservaci¨®n del pescado en salaz¨®n a sus visitantes escandinavos durante las romer¨ªas a sangre y fuego que tan mala fama les dejaron en el lejano sur). Las paradas del nav¨ªo, que transporta adem¨¢s de turistas mercanc¨ªa y correo entre los pueblos costeros, dejan tiempo para excursiones en tierra firme. Por ejemplo, para conocer la localidad de Honningsvag, antesala del Nordkapp o Cabo Norte, donde un palentino, Jos¨¦ Mijares, y la ma?a Gloria Pamplona regentan de abril a octubre el bar de hielo Artico.
Y desde Honningsvag llegamos en autob¨²s a Cabo Norte. En medio de la nada, rodeado de un mar solemne e infinito, el continente europeo termina de forma abrupta en un acantilado de 307 metros (aunque este es el punto de referencia para el viajero, el lugar exacto se encuentra en realidad algo m¨¢s all¨¢, en la isla de Mageroya). Los aficionados a la II Guerra Mundial se pueden entretener con la exposici¨®n en el complejo tur¨ªstico, que homenajea a los convoyes aliados que suministraban armas a la URSS en su lucha contra Hitler.
Vuelta al barco rumbo a Kirkenes, la ¨²ltima parada del crucero. Tambi¨¦n aqu¨ª se ven las huellas de la guerra. Jalonada por monumentos de est¨¦tica s¨®viet a los ca¨ªdos del Ej¨¦rcito Rojo, la poblaci¨®n, de poco m¨¢s de 5.000 habitantes, pag¨® muy cara su proximidad a la base naval sovi¨¦tica de Murmansk. Fue la segunda localidad m¨¢s bombardeada en el conflicto (despu¨¦s de La Valetta, en Malta): 358 incursiones a¨¦reas en 1.187 d¨ªas que dejaron 150.000 muertos casi a partes iguales entre el bando alem¨¢n y las tropas de Stalin.
El presente en Kirkenes es mucho m¨¢s agradable. Un sueldo de 5.000 euros mensuales cobran los hombres fuertes dispuestos a faenar 90 d¨ªas en la flotilla rusa especializada en la captura del cangrejo rey o su versi¨®n XXL, el cangrejo de Kamchatka, una bestia parda de hasta metro y medio de envergadura y 12 kilos de la que solo se comen las patas. Por si alg¨²n valiente est¨¦ pensando ya en hacer las maletas, conviene recordar que la temperatura r¨¦cord en esta tierra inh¨®spita es de -41? C y que el sol no se deja ver en invierno.
La recompensa, en cualquier caso, es un destino inigualable por sus parajes y por sus tesoros gastron¨®micos. La carne de reno, de sabor muy fuerte, es otra de las exquisiteces de esta Noruega desconocida, una tierra agreste que no deja indiferente ni al coraz¨®n ni al bolsillo. Ir bien provisto de coronas noruegas es obligado: una cerveza de la casa sale al cambio a m¨¢s de 11 euros. El souvenir aparentemente m¨¢s inocente puede esconder una trampa mortal para la billetera. Cosas de los impuestos y el Estado de bienestar. Un ejemplo: las tazas de madera que el pueblo sami utiliza para los rituales con que festeja las auroras boreales y que el despistado de turno cree que valen siete euros pueden valer en realidad 70 euros. En situaciones as¨ª, contener los impulsos o echar mano de una calculadora pueden ser las mejores opciones. O alistarse a la caza del cangrejo.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Hurtigruten (www.hurtigrutenspain.com). Una semana (entre diciembre y abril), con vuelos, alojamiento y desayuno, navegaci¨®n de Tromso a Kirkenes y excursiones, 2.370 euros por persona.
? Turismo de Noruega (www.visitnorway.com/es).
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