Rilke y Ronda, amor fugaz
Hace un siglo, el gran poeta recal¨® durante varias semanas en la ciudad malague?a, que se convirti¨® en su inspiraci¨®n y refugio
Ronda, ciudad en la altura, aislada en su insularidad fluvial, al borde de un abismo de v¨¦rtigo, iluminada y asombrada, atormentada por la forja de espadas ¡°que desolaron el poniente y la aurora¡± (Borges); en vilo estilita ¡°por el aire inmortal que la sostiene¡± (P¨¦rez-Clotet). Ronda, fiel reflejo del desasosegado Rilke cuando pis¨® sus calles en diciembre de 1912 y se qued¨® all¨ª hasta febrero del a?o siguiente. Rilke caminando por Espa?a huyendo de s¨ª mismo o busc¨¢ndose sin encontrarse. En Toledo no pudo escribir, demasiado deslumbramiento. Estaba convencido de que en aquel lugar solo pod¨ªan hacerlo los profetas. En carta a Marie von Thurn und Taxis (desde Ronda, en diciembre de 1912) le muestra su descontento con Sevilla y el propio descontento consigo mismo. Sufr¨ªa dolores f¨ªsicos y espirituales, su perpetua enfermedad creadora, que en Sevilla se le agudizaron est¨¦rilmente. Sin embargo, en C¨®rdoba alcanz¨® cierta tregua de paz. En esta misma carta a su mentora le confiesa que all¨ª ley¨® el Cor¨¢n y se convirti¨® a un ¡°anticristianismo casi furibundo¡±. Curioso comentario cuando muchos de los poemas que escribi¨® en Ronda tienen, por el contrario, un acentuado simbolismo cristiano; por ejemplo, Resurrecci¨®n de L¨¢zaro o La asunci¨®n de Mar¨ªa.
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La belleza de Sevilla, seg¨²n le cuenta en una misiva a su editor y sostenedor econ¨®mico de este viaje, Anton Kippenberg, no le emocion¨®; sin embargo, afirma rotundamente que Ronda colmaba todas sus expectativas: ¡°La localidad muy espa?ola encaramada del modo m¨¢s fant¨¢stico y grandioso a una monta?a y reunida sobre dos enormes verticales moles de roca que corta el angosto y profundo tajo¡¡±. Al mismo Kippenberg le hac¨ªa este otro curioso comentario: ¡°Si uno recuerda las peque?as ciudades belgas, hay ciertos motivos para creer que son m¨¢s espa?olas de lo que se piensa, y es que cu¨¢nto y qu¨¦ claramente ha entrado Espa?a a trav¨¦s de los Habsburgo en la sangre de otros muchos pa¨ªses: tanto que uno se encuentra aqu¨ª con cosas que ya le eran conocidas antes¡±.
Rilke no ten¨ªa como destino Ronda, pero el destino lo llev¨® a este lugar cuyo paisaje exterior coincid¨ªa con el de su interior. Roma, Berl¨ªn, Par¨ªs, Toledo, ciudades maravillosas, pero ya demasiado pobladas de gentes an¨®nimas y famosas disput¨¢ndose la gloria ef¨ªmera. Ciudades ya demasiado escritas y reescritas. Ciudades con una historia agobiante donde incluso un autor extraordinario como Rilke era un transe¨²nte. En Ronda no estaba nadie m¨¢s que ¨¦l. ?l no compet¨ªa con la ciudad, esta lo acog¨ªa como su protectora. Por eso en Ronda pudo escribir, y mucho. Fue un alto inesperado en un camino que desconoc¨ªa. Caminar para meditar. Ronda rodeada de nubes de silencio, aislada, desconocida, ex¨®tica en su abandono, en ning¨²n camino de paso forzado. El deseo de Rilke de encontrar una ciudad as¨ª, perdida en el tiempo y en el espacio. Una ciudad ut¨®pica se le hizo sorprendentemente real. En carta a Sidonie N¨¢dhern? (una amiga ¨ªntima, pero plat¨®nica) le confiesa su soledad, la necesidad de verla. Luego, como si no quisiera renunciar a ese silencio tan dif¨ªcil de encontrar, la desilusiona: ¡°El estar solo se me presenta tan atractivo que no puedo sino olvidarme de todo lo dem¨¢s¡±.
Magia antigua
Ronda, a diferencia de Trieste, Viena o Praga, era una ciudad peque?a con historia. Historia nebulosa al margen de los grandes acontecimientos. Ciudad perdida en el tiempo, olvidada (algo extraordinariamente po¨¦tico), fuera de la historia despu¨¦s de haber estado en ella. Una ciudad en el futuro sin futuro. M¨¢gica, antigua, extra?a, atormentada, inquieta, insegura, con artistas que ¨¦l desconoc¨ªa, con intelectuales que ¨¦l desconoc¨ªa, con poetas como Espinel (en pleno Siglo de Oro) que ni le sonaban. Rilke solo due?o y se?or, ¨¦l ¨²nicamente descubridor. Aqu¨ª ninguna fama anterior, ninguna gloria anterior, ninguna presencia le hac¨ªa sombra. ?l era el cipr¨¦s m¨¢s alto o, mejor dicho, un pinsapo, esta planta de la era terciaria que solo se da all¨ª, la especie m¨¢s antigua de los abetos mediterr¨¢neos, un f¨®sil viviente. ?Rilke lo lleg¨® a conocer? De ser as¨ª, por su extraordinaria semejanza con su ser po¨¦tico, lo hubiera nombrado, y no lo hizo.
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Las monta?as que ven desde el hotel Reina Victoria son como libros, como cantos de libros apoyados en estanter¨ªas colgadas en el aire. La naturaleza en Ronda se puede leer, se puede interpretar, huele y suena. Incluso hasta el silencio suena. La huella de la creaci¨®n est¨¢ inscrita. Rilke percibi¨® un lugar virgen, in¨¦dito, blanco, puro, donde ¨¦l pod¨ªa modelar y modelarse. Esterilidad y fecundidad. En Ronda se olvid¨® de lo primero y recuper¨® febrilmente lo segundo. En Ronda su crisis espiritual de aquellos meses toc¨® techo.
En 1912 la escritura de Rilke se hab¨ªa aletargado al comienzo de Las eleg¨ªas de Duino. En Ronda reanud¨® esta empresa tit¨¢nica escribiendo gran parte de la VI eleg¨ªa. En Ronda, adem¨¢s de un buen pu?ado de cartas y alguna prosa, escribi¨® los poemas La trilog¨ªa espa?ola con un sentimiento de separaci¨®n del mundo y una necesidad de buscar o encontrar el lado m¨¢s oculto de la vida. La asunci¨®n de Mar¨ªa se refiere a un cuadro de El Greco. Al ¨¢ngel, Ronda fue esencial en su relaci¨®n con el esp¨ªritu ang¨¦lico. ¡°T¨² recibes tu gloria de todo lo sublime; / nosotros nos tratamos con lo ¨ªnfimo¡¡±. Resurrecci¨®n de L¨¢zaro expresa el deseo de estar ya al margen de todo sin tener que volver de nuevo al dolor de la tierra. El esp¨ªritu de Ariel y La sexta eleg¨ªa son dos poemas muy cercanos. Ariel, Pr¨®spero, la cercan¨ªa con el fen¨®meno m¨¢gico, el poeta como magister, un mago que renuncia a su arte y se desprende de la poes¨ªa. ?Rilke sinti¨® en Ronda que la poes¨ªa le podr¨ªa abandonar? Por el contrario, aqu¨ª la recuper¨®. Caen rodando las perlas, un poema maravilloso ?de amor a su amiga Sidonie N¨¢dhern??, donde entre otras cosas dice: ¡°¡ si t¨² no vienes, / serpentea mi camino hacia el fin. / S¨®lo te anhelo a ti¡¡±.
Ronda, donde corre un aire fuerte y magn¨ªfico, donde las monta?as ¡°se abren para entornar salmos por sus vertientes y, apilada sobre una meseta, se levanta una de las m¨¢s antiguas y extra?as ciudades espa?olas¡±, le escribe a Sidonie. Rilke apesadumbrado por la existencia, no por el existir. Atormentado como su ¨²nica manera de ser poeta y, sin embargo, en una carta a Marie von Thurn und Taxis (diciembre de 1912) le confiesa que no puede trabajar por un lado y estar sufriendo por el otro. A su arist¨®crata mecenas le describe Ronda como una ciudad ¡°evocada en sue?os¡±.
Gu¨ªa pr¨¢ctica
Dormir
Comer
Informaci¨®n
- Hotel Reina Victoria (www.hoteles-catalonia.com; 952 87 12 40). Jerez, 25. Ronda. La habitaci¨®n doble, desde 95 euros.
- Parador de Ronda (952 87 75 00; www.parador.es). Plaza de Espa?a, 1. Ronda. La habitaci¨®n doble sale en junio por 194 euros
- Tragabuches (www.tragabuches.com; 952 87 84 47). Jos¨¦ Aparicio, 1. Ronda.
- El Torero (952 16 14 79). Calle Nueva, 8. Ronda.
- Bar Tragatapas (952 87 72 09). Nueva, 11. Ronda.
- Oficina de turismo de Ronda (952 18 71 19; www.turismoderonda.es).
- Turismo de Andaluc¨ªa (www.andalucia.org).
Rilke buscando la tranquilidad del alma por los caminos de Espa?a, por sus calles, por sus plazas. Rilke buscando un locus sine mundo, un lugar sin mundo. Ronda para Rilke, ?una tentaci¨®n de la esperanza, de la felicidad? Pero como estoico, una esperanza es un deseo cuya satisfacci¨®n no depende de nosotros. O como dec¨ªa Spinoza, esperanza equivale a falta de conocimiento, a desear sin saber. Rilke lo deseaba todo sin saberlo, incluso la felicidad epic¨²rea a la que cede a veces con el pensamiento a trav¨¦s de sus cartas. En Ronda, Rilke recuper¨® la esperanza, la mantuvo alimentada y, quiz¨¢ tambi¨¦n al mismo tiempo, la rechaz¨®. La mantuvo a trav¨¦s de su entusiasmo creador recuperado, a trav¨¦s del paisaje, a trav¨¦s de la correspondencia con amigos de fidelidad probada, y con amigas c¨®mplices en la ambig¨¹edad amorosa: amistad y deseo inalcanzable.
Rilke paseando bajo la Puerta de Almoc¨¢bar, bajo el minarete de San Sebasti¨¢n (el ¨²nico alminar nazarita que se conserva), atravesando el puente nuevo y deteni¨¦ndose ante los cuatro indios desnudos de la fachada del palacio del Marqu¨¦s de Salvatierra. Rilke frente a la sede catedralicia de Santa Mar¨ªa la Mayor, antes mezquita mayor donde estuvo situada una gran ara romana en memoria de Julio C¨¦sar para conmemorar su victoria sobre los hijos de Pompeyo. Rilke no se encerr¨® en la habitaci¨®n del hotel, sino que pase¨® tambi¨¦n, camin¨® la ciudad. El caminar como una manera de pensar, como una manera de fraguar o forjar versos paso a paso. A Lou Andreas-Salom¨¦ le confiesa que da largas caminatas no solo por la ciudad, sino tambi¨¦n por los alrededores, y lo hace varias horas al d¨ªa.
Cartas, poemas, prosas y anotaciones han sido fielmente recogidas por Anthony Stephens en Ronda. Cartas y poemas (Pre-Textos, 2013). Ronda y Rilke se encontraron. Dos meteoritos perdidos en el universo. La ciudad le ofreci¨® lo mejor de s¨ª misma, gran parte de su h¨¢lito, aquel que necesitaba para seguir viviendo y escribiendo. Ronda cur¨®, al menos temporalmente, las heridas de aquel ¡°descaminado, enfermo, peregrino, / en tenebrosa noche con pie incierto¡¡± como G¨®ngora lo hubiera descrito.
- C¨¦sar Antonio Molina, exministro de Cultura, es actualmente el director de la Casa del Lector.
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