Refugio compostelano

Santiago de Compostela ofrece una amalgana de alojamientos variopinta. Pero todos coinciden b¨¢sicamente en el ideal de hospitalidad que es acoger al visitante bajo el paraguas com¨²n de la iniciaci¨®n jacobea. Ya se asiente en las afueras o en la mism¨ªsima plaza del Obradoiro, lo esencial es que el hotel destile bien la saudadecreativa de la ciudad.

As¨ª lo quiere el peque?o grupo de Pousadas de Compostela, cuyo abanderado en el centro hist¨®rico lleva el nombre de una residencia de jesuitas construida en el siglo XVIII, con fachada trasera orientada al convento de Belv¨ªs (siglo XIV). La principal, orillana al Camino Real, entabla un di¨¢logo en piedra con el mercado de Abastos, donde resultar¨ªa inexcusable que el hu¨¦sped no se acercara a picotear algo al Abastos 2.0, el templo actual de la cocina creativa en la ciudad.

Dos edificios muy distintos conforman el hotel. Uno es la mentada residencia jesu¨ªtica, que ejerci¨® tiempo despu¨¦s como sucursal bancaria, y un anexo contempor¨¢neo m¨¢s ligero y funcional unido al anterior por medio de un jard¨ªn rom¨¢ntico con aviario y parterres de hierba. En la finca posterior se alquilan plazas de estacionamiento al aire libre por 12 euros al d¨ªa, ya que el establecimiento no posee garaje.

Aislados del tr¨¢nsito por muros macizos de piedra, los interiores se organizan en un indescifrable laberinto de pasillos, escaleras, rellanos y quiebros moldeados por un mobiliario de altos vuelos y excesivo volumen. M¨¢s gr¨¢vidos en la zona noble que en la moderna, donde todav¨ªa se conserva la maquinaria de una antigua imprenta que ocupaba el lugar.

Entre ellos se adivinan los accesos a las habitaciones, sobrecargadas tambi¨¦n de elementos decorativos, aunque no cabe echar en falta ning¨²n detalle de confort. Mientras unas sacan sus ventanas a la calle, no indemnes al ruido de la ciudad, otras brindan el sosiego del jard¨ªn interior a cambio de menos historia que contar. Entre las m¨¢s solicitadas, la 401 ofrece el gancho siempre bien valorado de su estructura abuhardillada en madera.

Con cristaleras al verde, bajo la lluvia o en d¨ªas de sol, el comedor filtra desde temprano los aromas del caf¨¦, especialmente cuando alguien lo ha encargado expreso a la jefa de sala. Adem¨¢s del buf¨¦ habitual, cabe deleitarse la ma?ana con un trocito dosificado de la c¨¦lebre tarta de Santiago.

Junto a la salida, por aquello de ser previsores, el hotel ofrece un proverbial surtido de paraguas.

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