La central nuclear m¨¢s segura del mundo
La planta de Zwentendorf, a unos 50 kil¨®metros de Viena, se pueden visitar sin riesgo alguno, ya que nunca ha entrado en funcionamiento desde su construcci¨®n, a mediados de los a?os setenta
A orillas del Danubio, en el municipio de Zwentendorf, a unos 50 kil¨®metros al noroeste de Viena, se encuentra la central nuclear m¨¢s segura del mundo: Zwentendorf, la ¨²nica en el mundo que fue completamente construida pero que nunca lleg¨® a ponerse en funcionamiento. Una curiosidad hist¨®rica que proporciona un lugar ¨²nico y fascinante en una visita a los a?os setenta, al pasado industrial de Europa. Otras centrales nucleares cuentan con centros de visitantes donde los turistas pueden leer informaci¨®n y ver fotos; en Zwentendorf entran en las entra?as de la central, recorriendo zonas que ni siquiera los operarios de otras nucleares en activo ven de cerca.
Austria dijo no
Austria es un pa¨ªs afortunado en lo que se refiere a producci¨®n de energ¨ªa: gracias a sus m¨²ltiples e importantes r¨ªos, y a su geograf¨ªa monta?osa, casi el 70% de la electricidad generada en la rep¨²blica alpina es hidroel¨¦ctrica. Sin embargo, en los a?os sesenta exist¨ªan planes para construir hasta tres centrales nucleares con el objetivo de alcanzar una completa independencia energ¨¦tica. La construcci¨®n de la central nuclear de Zwentendorf comenz¨® en 1972 y culmin¨® en 1976 tras una inversi¨®n de tres o cuatro mil millones de euros (actuales), con una capacidad de producci¨®n de unos 700 megavatios. El proyecto gener¨® gran controversia y oposici¨®n desde el principio. Entre 1976 y 1978, cuando varias pruebas de arranque estaban programadas, se desencadenaron grandes movimientos de oposici¨®n. El entonces primer ministro, Bruno Kreisky, convencido de que la mayor¨ªa de los austriacos votar¨ªa a favor de la energ¨ªa nuclear, autoriz¨® la realizaci¨®n de un refer¨¦ndum, convocado a finales de 1978. Un 50,47% de los que votaron lo hizo en contra, y Austria aprob¨® una ley con fuerza constitucional que proh¨ªbe la producci¨®n de energ¨ªa electronuclear en todo su territorio.
Hoy en d¨ªa la central pertenece al grupo EVN, que genera electricidad en toda Austria. Para EVN, la posici¨®n privilegiada donde se sit¨²a la instalaci¨®n ¨Cmuy cerca de Viena, a orillas del Danubio y conectada a una infraestructura industrial muy desarrollada¨C es una inversi¨®n de futuro. Pero, adem¨¢s, EVN quiere hacer de la central un mensaje para las futuras generaciones. Zwentendorf es un museo vivo que fomenta el debate sobre la sostenibilidad y las energ¨ªas renovables. El parque fotovoltaico de 0,5 megavatios instalado en la azotea de la central y en sus antiguos aparcamientos refleja este compromiso con las energ¨ªas verdes. De hecho, en el techo de la central anidan y cr¨ªan parejas de b¨²hos locales.
Durante a?os, la central nuclear vendi¨® piezas de recambio a otras instalaciones alemanas y funciona como centro de entrenamiento durante nueve meses al a?o. Equipos de profesionales de todo el planeta llegan a Zwentendorf para recibir entrenamiento en temas de seguridad, como por ejemplo cursos de preparaci¨®n ante emergencias radiol¨®gicas. La planta nuclear tambi¨¦n ha servido como set de rodaje ¨Cdesde historias de amor hasta apocalipsis nucleares¨C y en 2009 acogi¨® la primera edici¨®n de los premios Save the World, cuyo objetivo es reconocer a instituciones e individuos que trabajan para un futuro sostenible.
En las entra?as de Zwentendorf
Desde 2010, m¨¢s de 10.000 visitantes recorren cada a?o la central nuclear de Zwentendorf, una cifra nada desde?able ya que el complejo solo admite este tipo de visitas en d¨ªas concretos de abril a diciembre y con reserva anticipada. El plazo medio de espera para visitar la central es de unos seis meses, y cada visita, generalmente gratuita, dura aproximadamente una hora. EVN tambi¨¦n ofrece una visita virtual a trav¨¦s de Internet.
Los m¨¢s de cien metros de la torre de ventilaci¨®n de la central dan la bienvenida a los visitantes, que, normalmente los viernes por la tarde, inician el recorrido en las oficinas adyacentes, donde se conoce la historia de Zwentendorf y se responde a las dudas previas al gran momento: colarse en las entra?as de una central nuclear.
C¨®mo llegar
El mejor modo de llegar a la central nuclear de Zwentendorf desde Viena es por carretera (autov¨ªa A22 y carretera S5, o carretera 1), ya que la planta est¨¢ situada a las afueras del pueblo. Existe un servicio regular de autob¨²s desde la localidad de Tulln, a la que llegan trenes de cercan¨ªas desde la estaci¨®n vienesa de Franz-Josefs-Bahnhof. Otra opci¨®n es seguir el carril bici a orillas del Danubio en direcci¨®n a Sankt P?lten, capital de la Baja Austria.
Los metros que separan las oficinas del edificio principal se recorren en silencio. Uno percibe la imponencia del complejo y a cada paso se aprecia que, pese a su continuo mantenimiento, contemplamos edificios industriales con m¨¢s de cuarenta a?os de historia. El zumbido de un peque?o parque fotovoltaico aleda?o nos acompa?a hasta cruzar las puertas autom¨¢ticas de acceso: naranjas, met¨¢licas y de gran grosor. Al cruzar el umbral del edificio principal lo primero que llega es una bofetada de fr¨ªo y aislamiento. Las gruesas paredes de cemento y acero de la central tienen metro y medio de espesor, hay m¨¢s de mil habitaciones y ninguna ventana. Si uno se pierde dentro el tel¨¦fono m¨®vil no ayudar¨¢, tampoco funciona. Sin ventanas, sin cobertura y con muros que ahogan cualquier grito, uno llega a sentirse como si hubiera desaparecido.
Una vez dentro, frente a un panel de control, el gu¨ªa presiona botones que encienden diferentes sistemas. Despu¨¦s seguimos sus pasos hasta la escalofriante sala de descontaminaci¨®n del personal. Bajo la luz de los fluorescentes, los viejos monos y cascos de pl¨¢stico y los diferentes dispositivos para medir la radiaci¨®n dan a esta sala un aire de pel¨ªcula de terror.
Dentro de un reactor nuclear
Subiendo casi cuarenta metros en ascensor llegamos a la sala del reactor, un amplio espacio abierto donde se percibe realmente el tama?o del edificio principal. Desde varias plataformas podemos echar un ojo al reactor (situado a unos 15 o 20 metros bajo nuestros pies), a la maquinaria para el cambio del combustible y a la sala de turbinas. En una esquina de esta vasta zona encontraremos la cabeza del recipiente del reactor presidiendo nuestro camino de salida.
La visita contin¨²a, escaleras abajo, hacia la vasija de contenci¨®n, dentro de la cual se encuentra la vasija del reactor. El momento es realmente ¨²nico, ya que en las centrales operativas este espacio tiene un alto nivel de contaminaci¨®n y, evidentemente, no se puede pisar. En esta zona, aunque a una altura inferior, visitamos tambi¨¦n las barras de control y la piscina de supresi¨®n, lugares casi de ciencia ficci¨®n para los profanos en la materia. Se trata de un espacio angosto que permite sentir la fuerza de la instalaci¨®n. Un monumento al ingenio humano, independientemente de la opini¨®n que cada uno tenga respecto a la energ¨ªa nuclear, que no deja indiferente a nadie. El ambiente tiene algo de terror¨ªfico: suelos de rejilla de metal que dejan entrever cables e instrumentos, tuber¨ªas que nos rodean en todas direcciones. El aire es pesado y el eco de nuestros pasos resuena por toda la zona. Aunque recorrerla es fascinante, uno siente cierto alivio al alejarse de esta zona.
El recorrido acaba con una visita a la sala de control de la central. Esta sala es una aut¨¦ntica joya hist¨®rica, una reliquia intacta de la tecnolog¨ªa de los a?os setenta que se puede fotografiar libremente; durante la visita se pueden sacar tantas fotos como uno quiera, aunque sean im¨¢genes sin ning¨²n valor m¨¢s all¨¢ del sentimental: Corea del Norte o Ir¨¢n no est¨¢n interesadas en ellas¡
M¨¢s planes para un viaje a Viena aqu¨ª
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