La Isleta, acceso restringido
Un paisaje protegido, en zona militar, para ver Las Palmas de Gran Canaria desde lo alto
Las tres monta?as de la pen¨ªnsula de La Isleta, en el extremo noreste de Gran Canaria, se pueden visitar en rutas concertadas con clubes deportivos como Confite, dado que la mayor¨ªa de sus 462 hect¨¢reas est¨¢n en zona militar. La excursi¨®n merece la pena: una explanada de ruda piedra volc¨¢nica donde sobresalen las monta?as del Vig¨ªa, del Faro y la Colorada (tambi¨¦n llamada Quemada). Y abajo, la magn¨ªfica panor¨¢mica de Las Palmas de Gran Canaria. Tan cerca y tan lejos de la gran ciudad (con la recurrente reivindicaci¨®n de que la zona se convierta en un gran parque).
01 Las Canteras, de lejos
MONTA?A DEL VIG?A
Nos encaminamos hacia la monta?a del Vig¨ªa por una pista de tierra entre balos y vinagreras. Un disciplinado ej¨¦rcito de palomas maniobra sobre nuestras cabezas. Identificamos la monta?a por la enorme antena que se hunde en su morrillo. Es la m¨¢s joven y cercana a la ciudad de las tres. Por detr¨¢s es un cr¨¢ter abierto. Desde lo m¨¢s alto, oteaba el horizonte un vig¨ªa al menos desde el siglo?XVIII, cuando La Isleta era propiedad de la Iglesia. En 1736 pas¨® a manos del Ayuntamiento. Antes de la conquista canaria por la Corona de Castilla (1478-1483), una loma de esta monta?a ejerc¨ªa de oteadero de los abor¨ªgenes canarios. Las vistas desde aqu¨ª son el primer tesoro de La Isleta. Entre asfalto y cemento aparecen a lo lejos las playas de Las Canteras y Las Alcaravaneras.
La monta?a, por su cara Norte, luce un suelo negro que hace m¨¢s luminoso el verde de cardones y tuneras. El silencio es intenso. Sin referencias de civilizaci¨®n, nos sentimos m¨¢s cerca que nunca de la nada. Es esta tierra de malpa¨ªs: trozos de roca erosionada, negros y rojizos, de origen volc¨¢nico. Aqu¨ª se conservan los m¨¢s bellos de Gran Canaria. Recordamos a la viajera inglesa Olivia Stone cuando, tras una visita a esta zona a finales del siglo?XIX, dej¨® escrito que hab¨ªa tenido ¡°la sensaci¨®n ligeramente sobrecogedora que siempre produce un paisaje de picos volc¨¢nicos¡±. La escritora victoriana visit¨® Canarias en septiembre de 1883, justo el mismo a?o que se iniciaron las obras del puerto.
Al atravesar Las Hoyas, una zona de peque?os cr¨¢teres alineados, la vida se abre paso en forma de margaritas solitarias que asoman por los agujeros de las rocas de lava. Un enorme conejo pelirrojo de piel atigrada se pierde en el interior de un tubo volc¨¢nico. Llegamos a un alto. Las vistas desde aqu¨ª alertan de lo urgente que es la recuperaci¨®n del lugar, pues aunque en 1994 se elev¨® la categor¨ªa de la zona a paisaje protegido, en La Isleta se han contabilizado numerosas canteras de pic¨®n y piedra.
02 Operaci¨®n Pilgrim
MONTA?A DEL FARO
De camino a la monta?a del Faro queda a la izquierda Monta?a Pelada, un hermoso mont¨ªculo redondeado donde la tierra se torna de negra a rojiza. Se disfruta de las primeras vistas de la espectacular vertiente Norte. Camino al faro, una parada en un promontorio junto a un b¨²nker nos permite divisar el mar como desde ning¨²n otro lugar de la ruta. Estas vistas del Atl¨¢ntico son otro de los tesoros de La Isleta.
La monta?a del Faro es, por un metro, la m¨¢s alta. Mide 240. En sus faldas, unas construcciones militares para el avistamiento de barcos dise?adas por Leonardo Torriani a finales del siglo?XVI. Al lado, restos de una antigua caballer¨ªa del siglo pasado. Los vestigios militares de La Isleta son de gran inter¨¦s. Mirando al mar, a diez millas en direcci¨®n Este, se puede buscar con la imaginaci¨®n el punto donde el submarino alem¨¢n UC-20 hundi¨® al nav¨ªo portugu¨¦s Emilia durante la Primera Guerra Mundial. Por todo el lugar aparecen b¨²nkeres, casamatas y nidos de ametralladoras construidos en 1941 como respuesta a la Operaci¨®n Pilgrim. Este plan, supervisado por el propio Churchill, contemplaba una invasi¨®n de Canarias en caso de que un Franco aliado de los nazis entrara en la contienda y ocupara Gibraltar. El haz blanco del faro es tambi¨¦n su habitante m¨¢s longevo. Cuando empez¨® a funcionar en 1865 se encend¨ªa su llama usando aceite de oliva como combustible. A partir de 1990 se automatiz¨®; dej¨® de tener farero. En 2015 se celebra su 150? aniversario.
03 J¨®venes tabaibas
MONTA?A COLORADA
La subida m¨¢s empinada de la ruta conduce a Monta?a Colorada, que esconde un tesoro. La inclinad¨ªsima pendiente entrecorta la respiraci¨®n de los senderistas mientras descubren una tierra bermeja donde asoman piedras peinadas con musgos entre tabaibas j¨®venes (una de las especies de plantas end¨¦micas de Canarias). Tambi¨¦n, muestras del ¨²ltimo reducto de orchilla, liquen estropajoso del que se extra¨ªa el p¨²rpura para el tinte de todo tipo de pa?os desde la Antigua Roma. Una vieja trinchera en la cima nos conduce hasta su otro extremo. Aqu¨ª descubrimos los restos arqueol¨®gicos de una cantera de piedra anterior a la conquista. Cerramos los ojos. El sonido producido por el choque de las piedras resuena en nuestra mente transport¨¢ndonos seis siglos en el tiempo. Con ellas, aquellos canarios prehisp¨¢nicos aplastaban la cebada para obtener harina. Ese sonido es el ¨²ltimo tesoro de un parque pelado, negro y rojizo, que espera a los senderistas con sus vistas panor¨¢micas y su valioso patrimonio natural.
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