T¨²nez y los caballeros Jedi
Visita a los decorados tunecinos de ¡®La guerra de las galaxias¡¯, pa¨ªs que sirvi¨® de plat¨® para la saga. M¨¢s unas paradas en el fabuloso coliseo del Djem y en el Museo del Bardo
Existen pocos lugares tan melanc¨®licos como los viejos decorados de cine; evocan el rayo de vida y de imaginaci¨®n que un d¨ªa los ilumin¨® fugazmente. Dejados a su suerte, acaban, en el mejor de los casos, convertidos en extra?os lugares de culto y peregrinaci¨®n. Cuando George Lucas aterriz¨® por primera vez en este desierto de T¨²nez, La guerra de las galaxias no era todav¨ªa una de las sagas m¨¢s populares de la historia del cine, ni Darth Vader, el reverso de La Fuerza, se hab¨ªa convertido en el arquetipo de antih¨¦roe global. A mediados de los setenta, Lucas solo era un cineasta relativamente joven, un cachorro que, junto a sus compa?eros de viaje del nuevo Hollywood, hab¨ªa llegado a cambiar las reglas del juego con una pel¨ªcula que fij¨® en el imaginario universal la imagen de dos encantadores y disparatados androides atravesando como vaqueros solitarios las dunas de arena.
El equipo de direcci¨®n art¨ªstica de la pel¨ªcula encontr¨® en T¨²nez la inspiraci¨®n para crear la ¨¢rida tierra de Tatooine, planeta arcaico y fronterizo, perdido en la galaxia, pobre y seco, cobijo de ¡°moradores de las arenas¡±, chatarreros, traficantes, mercenarios, granjeros y ermita?os como Obi-Wan Kenobi. El nombre est¨¢ directamente inspirado en la aldea tunecina de Tataouine, y algunas de las costumbres, arquitectura y paisajes del sur del pa¨ªs sirvieron de inspiraci¨®n de la pel¨ªcula; una prenda tan simb¨®lica como la capa que cubre la cabeza y el cuerpo de los caballeros Jedi es la misma que todav¨ªa usan los campesinos que trabajan en los campos de la localidad de Matmata.
La huella del planeta imaginario cruza de este a oeste la porci¨®n meridional de T¨²nez, donde el desierto se extiende por un 53% del territorio y solo vive un 3% de la poblaci¨®n del pa¨ªs mediterr¨¢neo. Al este, cerca de Ong Jmel, casi en la frontera con Argelia y junto al gran oasis de Tozeur, justo en el lugar donde el desierto abre sus enormes fauces de arena amarilla y deja atr¨¢s kil¨®metros de desierto de piedra, permanecen casi intactos los decorados del rodaje de La amenaza fantasma (1999) y El ataque de los clones (2002), filmes con los que Lucas volvi¨® al principio de la historia.
La vista es impresionante para cualquiera. Si uno es fan de las pel¨ªculas, el efecto es directamente sobrecogedor. El peque?o Anakin Skywalker podr¨ªa aparecer detr¨¢s de cualquier esquina de Mos Spa, como se conoce en la serie a este puerto del desierto. Despojada de los efectos digitales, con su aire de abandono, la postal es casi mejor. Se llega en 4¡Á4, despu¨¦s de dejar atr¨¢s lo que llaman cuello de dromedario, paraje donde se rodaron las escenas del accidente de avi¨®n de El paciente ingl¨¦s (1996). En medio de la nada, oculto entre un mar de arena, sobrevive el decorado abandonado. De las construcciones vac¨ªas ya no surgen los tipos fronterizos de otra galaxia, sino los desterrados de la nuestra. Son ni?os de la zona y sus zorritos del desierto, criaturas tan perfectas que parecen dibujos animados, encadenados a la mano. Un hombre ofrece su camello para hacerse fotos y un ¨²nico y polvoriento puesto de souvenirs de la tierra ofrece rosas del desierto, minerales y dos disfraces que flotan como espantap¨¢jaros al viento. Parecen los fantasmas de Obi-Wan Kenobi y Darth Vader, capa, espada de luz y m¨¢scara que, al caer el sol, seguir¨¢n colgadas del mismo palo, ofreciendo una estampa perfecta para este lugar ¡°de tribus ind¨ªgenas y tramperos¡±, seg¨²n dicta la pel¨ªcula.
Mabarouk es un conductor que con su 4¡Á4 trabaja en una de las 12 compa?¨ªas que hay en la zona dedicadas a circular por las dunas. Llegar a este lugar requiere experiencia al volante. Las pistas invisibles del S¨¢hara, las continuas tormentas que lo cambian todo requieren destreza en la navegaci¨®n. Para el turista, grumete novato, cruzar este paisaje es una aventura digna de la mejor monta?a rusa. Los conductores suben y bajan las dunas mientras los gritos de los pasajeros provocan la risa. ¡°Nadie debe asustarse, conocemos bien el desierto, solo he sentido miedo alguna vez en solitario, al caer la noche, encerrado en alguna pista. La mayor¨ªa llevamos a?os, hemos trabajado para el Par¨ªs-Dakar transportando a los equipos y nos hemos adentrado hasta muy lejos¡±.
El decorado del desierto, con sus casitas a lo igl¨², bebe de la arquitectura popular troglodita, cuyos hogares-cueva inspiraron la casa de los t¨ªos de Luke Skywalker. En Matmata Antigua, una de las casas en las que se rod¨® la primera pel¨ªcula, hay hoy un hotel (Sidi Driss) que explota el fetichismo del m¨ªtico rodaje. Pese a lo descorazonador de sus toscos gui?os a la pel¨ªcula, mantiene el valor de ser el lugar exacto de algunos de los momentos inolvidables del filme. En la zona hay otras casas de trogloditas para visitar, son lugares m¨¢gicos, construidos bajo tierra en la monta?a, que sin tecnolog¨ªa alguna logran un ambiente fresco y acogedor cuando las temperaturas son insoportables. En Ksar Hadada, a¨²n m¨¢s al sur, las viejas construcciones de adobe de varios pisos que serv¨ªan de granero tambi¨¦n han sido fuente de inspiraci¨®n para La amenaza fantasma y El ataque de los clones.
Masouda se gana la vida en el campo y ense?ando la casa troglodita que hered¨® de su abuelo. Es una de las 2.000 personas que a¨²n viven en estas piezas subterr¨¢neas. A sus 46 a?os, madre de cinco hijos, lo poco que sabe de La guerra de las galaxias es de o¨ªdas. ¡°S¨¦ que a mis hijos les gusta. Son buenos estudiantes¡±, dice.
Entre Matmata y Tozeur se cruza por 43 kil¨®metros de carretera el inmenso lago salado de Chott el Jeirid, conocido por sus espejismos y que da sentido con su espectacular vista al Atlas al sue?o de aquel planeta con dos soles, que en la fecunda imaginaci¨®n de Lucas fue frontera de su muy lejana galaxia. Ese lugar al que Yoda mand¨® en el tercer cap¨ªtulo de la saga (y ¨²ltima entrega hasta el estreno de la s¨¦ptima este a?o) al beb¨¦ Luke Skywalker: ¡°Oculto, a salvo, el ni?o debe estar. Obi-Wan, a Tatooine, con su familia, m¨¢ndalo¡±.
GLADIADORES ANTES DE LA PELEA
A veces, las postales est¨¢n para dejarse llevar: un t¨¦ de menta con almendras o pi?ones en la terraza blanca y azul del viejo caf¨¦ de Sidi Bou Sa?d que un d¨ªa inspir¨® al pintor suizo Paul Klee o una puesta de sol mirando las dunas del desierto que cautivaron a otro creador de una galaxia muy lejana, el director de cine George Lucas. Pero T¨²nez va m¨¢s all¨¢ de sus arquetipos. Tambi¨¦n es un paseo en silencio por los restos de Cartago o un revolc¨®n de historia en la arena del magn¨ªfico coliseo del Djem. Un pa¨ªs peque?o (casi 12 millones de habitantes), productor de aceite de oliva y de d¨¢tiles, regado de la belleza del pasado, pero tambi¨¦n cubierto de los desechos de pl¨¢stico y contrabandistas de carburante del presente, tipos que flanquean kil¨®metros de carretera ofreciendo el material barato que traen de las vecinas Libia o Argelia y que aportan un toque de Mad Max a un pa¨ªs inconfundiblemente norteafricano, con sus palmeras, burros y cabras, y mediterr¨¢neo, con sus buganvillas, sol y playa, como las de su perla tur¨ªstica, Hammamet. Un exotismo a la vuelta de la esquina, pero hoy olvidado.
El pa¨ªs ha sufrido dos atentados contra el turismo este a?o: el primero, en marzo, en el Museo Nacional del Bardo; el segundo, en junio, en un hotel espa?ol en la playa de Susa. Ambos golpes se han notado en una naci¨®n cuya industria tur¨ªstica lleva cuatro a?os, desde la primavera ¨¢rabe, en retroceso. T¨²nez, que presume de la variedad y originalidad de su oferta para los viajeros, lucha ahora por recuperar la capacidad de seducci¨®n. A esto puede ayudar el Nobel de la Paz concedido la pasada semana al Cuarteto Tunecino, como se denomina a las cuatro organizaciones civiles (sindicatos, patronal, grupos de Derechos Humanos y el colectivo de abogados) que facilitaron en 2013 una salida dialogada a la transici¨®n tunecina iniciada tras la primavera ¨¢rabe, en 2011.
Coliseo del Djem
Si quiere sentirse como un gladiador romano viaje al Djem. Gracias a la conservaci¨®n de su anfiteatro, el mayor de ?frica y el cuarto m¨¢s grande del mundo, se puede palpar la historia sangrienta de Roma. La omnipresencia del coliseo en una ciudad de casas bajas ofrece, adem¨¢s de una estampa majestuosa, una idea bastante cercana al uso que un d¨ªa se dio a estas edificaciones. Su foso, al que se puede acceder para pasear por las galer¨ªas que fueron la ¨²ltima morada de los-que-iban-a-morir dan una idea exacta de c¨®mo se organizaban los gladiadores y los leones (?hasta se puede sentir el miedo y la muerte que albergan sus muros!). Por cierto, la pel¨ªcula Gladiator no se rod¨® en este coliseo, como aseguran algunas gu¨ªas, pero Nike s¨ª lo alquil¨® para rodar un anuncio con estrellas del f¨²tbol que sus habitantes todav¨ªa recuerdan.
Kairou¨¢n
La cuarta ciudad santa del islam tiene 78 mezquitas. Una de ellas, la Gran Mezquita, se cuenta entre las m¨¢s amplias de ?frica. Pero su peque?a joya es el mausoleo del Barbero, construido para albergar los restos del santo Abou Dhama, compa?ero de Mahoma que recib¨ªa el apodo de ¡°portador de tres pelos¡± porque siempre llevaba encima tres pelos de la barba del Profeta. El antiguo cementerio de Kairou¨¢n (que hechiza por la belleza de sus l¨¢pidas minimalistas y blancas) y su medina (con sus aut¨¦nticos caf¨¦s y barber¨ªas) forman parte de esta ciudad cuyos dulces de s¨¦samo y d¨¢til son los m¨¢s famosos del pa¨ªs.
El Bardo
Las terribles huellas de las balas de Kal¨¢shnikov que ha dejado el atentado de marzo siguen intactas en muchas vitrinas de este imprescindible museo que posee una de las colecciones de mosaicos romanos m¨¢s espectaculares del mundo, entre ellas la Gioconda del g¨¦nero: Virgilio y sus musas. Tambi¨¦n fascinante es el que representa a Ulises atado al m¨¢stil de su barco para no sucumbir a los cantos de las sirenas. La variedad, grandiosidad y belleza de los conjuntos que posee el Bardo dan fe del esplendor de las casas de los romanos, que en T¨²nez se enriquecieron con el comercio.
Sidi Bou Sa?d
Localidad cercana a la capital, es conocida por sus casas blancas y azules, sus vistas y su Caf¨¦ des Nattes, espectacular local que mantiene el sabor de un esplendor que se respira en las mesas, las alfombras, los artesonados de madera y los recortes de viejos peri¨®dicos que adornan sus paredes junto a las fotos de Albert Camus, Simone de Beauvoir, Sartre y Paul Klee, pintor que ¡ªseg¨²n cuentan¡ª descubri¨® aqu¨ª ni m¨¢s ni menos que el color (en el legendario viaje que hicieron en 1914 ¨¦l y sus amigos tambi¨¦n artistas August Macke y Louis Moilliet). La clase de atm¨®sfera bohemia que ha cautivado la imaginaci¨®n de generaciones de amantes del jazz gracias al himno nacional del bebop: A Night in Tunisia, de Dizzy Gillespie y Charlie Parker.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Tunisair (www.tunisair.com) opera vuelos desde Madrid hacia T¨²nez a partir de 212 euros, ida y vuelta. Vueling (www.vueling.com) enlazar¨¢ Barcelona con la capital tunecina a partir del 26 de diciembre desde 148 euros, ida y vuelta.
? Dynamic Tours (www.dynamic-tours.com) ofrece circuitos (de playa o hist¨®ricos) a partir de 405 o 545 euros. Incluyen vuelos y siete noches. En agencias.
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