A ritmo de merengue en Rep¨²blica Dominicana
Despu¨¦s de las playas de Punta Cana, una ruta por Santo Domingo, el Santo Cerro y otros enclaves que han modelado la idiosincrasia del pa¨ªs americano
Bailemos un merengue hasta la madrugada: el furioso merengue que ha sido nuestra historia¡±. Con el eco del poema de Franklin Mieses Burgos (1907-1976) recorremos la Rep¨²blica Dominicana. Nuestra gu¨ªa tur¨ªstico-literaria: la Antolog¨ªa de la poes¨ªa del siglo XX en Rep¨²blica Dominicana (Visor, 2011). Leer este volumen paseando por las calles de Santo Domingo o por ciudades como La Vega, Santiago de los Caballeros, Ban¨ª o el paradisiaco y poco tur¨ªstico Palmar de Ocoa nos acerca a las costumbres, las artes, la m¨²sica y el mestizaje de un pa¨ªs cuya historia ha sido cincelada a base de machete. Pero tambi¨¦n nos muestra la alegr¨ªa de la gente y el esfuerzo de una sociedad emergente para consolidarse.
?rboles tropicales
Quienes no solo busquen playas y discotecas, la capital, Santo Domingo, ofrece una inmersi¨®n en los albores de la Edad Moderna y en el siglo XVI, incluso con muestras de g¨®tico tard¨ªo. Hay que dejarse llevar por el instinto, el azar objetivo, que dir¨ªan los surrealistas. As¨ª se van descubriendo palacios, monumentos, casas de piedra, conventos, iglesias, ermitas o plazas recogidas bajo la sombra de grandes ¨¢rboles tropicales en la ciudad colonial.
El centro hist¨®rico ofrece una nutrida gama de restaurantes donde desayunar, almorzar o cenar, fundamentalmente por la peatonal calle del Conde, y yendo por la calle de las Damas, la primera del Nuevo Mundo, hasta la espectacular plaza de Espa?a, frente al Alc¨¢zar. Por ejemplo, el Pat¡¯e Palo. La mayor¨ªa de estos locales se encuentran en edificios hist¨®ricos restaurados. En la calle de Casimiro de Moya podemos visitar el conocido restaurante vegetariano Ananda y el t¨ªpico Conuco. Tambi¨¦n est¨¢ Lul¨², en la ciudad colonial, o de ambiente bohemio y frente a la catedral el bar restaurante El Conde, popularmente llamado Palacio de la Esquizofrenia, t¨¦rmino que acu?¨® el poeta Antonio Fern¨¢ndez Spencer (1922-1995).
Para quien quiera salir de la zona colonial y busque cocina internacional, puede acercarse a Nipau, en el Ensanche Naco, o a los exquisitos restaurantes espa?oles, en otros sectores residenciales modernos, como Boga Boga, El Gallego o Jam¨®n Jam¨®n, todos regentados por espa?oles afincados aqu¨ª.
En el parque de Col¨®n se halla la estatua del genov¨¦s, frente a la catedral Primada de Am¨¦rica, de estilo renacentista plateresco, con una imperial ¨¢guila bic¨¦fala. No hay que dejar de visitar el magn¨ªfico Alc¨¢zar de Col¨®n, con sus atarazanas, construido por el virrey Diego de Col¨®n en 1510, en la desembocadura del r¨ªo Ozama. Por el malec¨®n se recorre la antigua muralla, con sus fortificaciones y bastiones, hasta llegar al faro Col¨®n. Se disputan con Sevilla los restos ¨®seos del descubridor, aunque nunca se dilucidar¨¢ d¨®nde se hallan realmente. Pero lo cierto es que aqu¨ª Col¨®n crey¨® haber encontrado el sitio donde hacer fortuna.
En la calle de las Mercedes
El Museo de las Casas Reales o la Fortaleza Ozama podr¨ªan completar un itinerario que no hemos hecho m¨¢s que perfilar, sin olvidar la calle de las Mercedes, que posee dos referencias literarias. Sendas placas conmemorativas as¨ª lo recuerdan: la casona ¡ªhoy hotel en restauraci¨®n¡ª donde se hosped¨® Jos¨¦ Mart¨ª, poeta y l¨ªder de la revoluci¨®n cubana, y la iglesia de las Mercedes, donde residi¨® Tirso de Molina en los tres a?os (1615-1618) que ense?¨® teolog¨ªa en la que se considera la primera Universidad americana, fundada por frailes dominicos en 1538.
Viajamos hasta el centro de la isla para visitar La Vega, primera ciudad fundada por Crist¨®bal Col¨®n en el Nuevo Mundo, en diciembre de 1494. A pocos kil¨®metros del enclave actual se hallan las ruinas de la Vega Vieja, de gran importancia arqueol¨®gica, y tambi¨¦n cerca vigila la comarca el Santo Cerro, donde hoy preside una iglesia, antigua ermita a la que acud¨ªa Col¨®n y que mira a un valle exuberante de jungla y palmas reales. All¨ª dijo aquello de que era la tierra m¨¢s hermosa que jam¨¢s hab¨ªa contemplado, si bien esta frase se la atribuyen tambi¨¦n en otros lugares, como Cuba y Puerto Rico. En cualquier caso, la vista es impresionante.
Juan Carlos Abril es autor de los libros de poes¨ªa El laberinto azul y Crisis.
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