Carlos I Silgar, amabilidad y brisa marina

Con las debidas cautelas, Sanxenxo ha recibido muchas veces el apelativo del Benidorm gallego. Bien visto por unos, ya que la concentraci¨®n tur¨ªstica de una zona permite la virginidad natural de casi toda la regi¨®n atl¨¢ntica. Mal visto por otros, pues en verano este litoral se convierte en intransitable. Lo cierto es que el hotel de referencia, una aventura del empresario Carlos Troncoso, se engasta entre la segunda l¨ªnea de la playa de Silgar y un verde bosquete sin urbanizar. Algunas habitaciones miran hacia esa privilegiada fronda, y no son pocos los viajeros que se las piden por anticipado.

Aqu¨ª se paga por dormir en el coraz¨®n de las R¨ªas Baixas. De noche, el luminoso que culmina el edificio ya avisa de un cierto barroquismo. Demasiados estrambotes en las fachadas, en el pulido m¨¢rmol de los suelos, en los rincones isabelinos del vest¨ªbulo, en los decorados del comedor principal y en la extensa colecci¨®n de luminarias. M¨¢s frescura se ve en las terrazas, especialmente en una trasera poco frecuentada, junto a las pistas de tenis. Desde la superior se atisba el mar.

Las habitaciones, algo pasadas de a?os, est¨¢n dotadas de m¨²ltiples detalles que animan a quedarse en ellas m¨¢s tiempo del inicialmente previsto. Solo un chapuz¨®n en la piscina, fuera del recinto, o una visita al spa podr¨ªan distraer de una lectura sosegada en el balc¨®n, abrazado por la brisa oce¨¢nica. Y, naturalmente, la comprobaci¨®n de que, a la hora del desayuno, los zumos proceden de frutas frescas y los alimentos, de un buf¨¦ razonablemente mantenido.

Lo mejor del establecimiento no es tangible, aunque siempre visible. Es el esforzado equipo humano que atiende a los requerimientos de todos los hu¨¦spedes con una sonrisa y la labia de quien sabe que instruye en el mejor hotel de Sanxenxo. Que el check-out se pasa de la hora¡­, no importa, los recepcionistas guardan las maletas hasta el momento de la partida. Que este plato no gusta¡­, pues ya viene el camarero con otro. Que hace falta m¨¢s champ¨² en el ba?o¡­, al d¨ªa siguiente raci¨®n doble. A fin de cuentas, cuando uno veranea a orillas del mar, lo que busca, m¨¢s que una arquitectura espectacular, son esos detalles que humanizan el tiempo libre.

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