Estados Unidos en 10 saltos
En coche de Seattle a Chicago, pasando por San Francisco, Hollywood, Las Vegas y San Luis. Un viaje familiar con un ni?o y un adolescente y muchas oportunidades para el asombro
Este viaje es un plan familiar amasado a lo largo de a?os. Se trata de atravesar Estados Unidos para conocer (los hijos) y para reconocer (los padres). Es, por tanto, un viaje en el tiempo transoce¨¢nico. Y transgeneracional. As¨ª, promete ser una aventura por lo menos de convivencia: dos adultos cuarentones conduciremos durante algo m¨¢s de un mes a un ni?o de 11 a?os y a un adolescente, l¨²cido y cansado a partes iguales, que se dir¨ªa que est¨¢ haci¨¦ndonos el favor de acompa?arnos.
Embarcamos hacia Seattle (v¨ªa ?msterdam), la idea es cruzar el pa¨ªs por tierra desde uno de los extremos. Y la elecci¨®n de esa ciudad al noroeste de EE UU resulta ser buena: poco jaleo en el avi¨®n y un paso fluido por inmigraci¨®n. Nos queda toda la tarde para ver la ciudad y cuando termina el d¨ªa tenemos la sensaci¨®n de haberla liquidado. ?O es ella la que ha acabado con nosotros?
01 La ciudad de Bill Gates
Puede que no sea casualidad que Bill Gates viva en Seattle. Retirado en uno de los rincones m¨¢s hermosos del pa¨ªs (hay que subir al observatorio Space Needle para contemplar la generosa geograf¨ªa de las monta?as Cascade al este, las Ol¨ªmpicas al oeste y la bah¨ªa de Puget Sound), la presencia de Gates en el centro de la ciudad es discreta, pero constante: basta con fijarse en los listados de patronos en las agradecidas paredes de los museos y bibliotecas. Seattle es a la vez la meca del grunge y el lugar donde Boeing instal¨® su sede. Aqu¨ª se abri¨® el primer Starbucks del mundo. Y ese esp¨ªritu de contrastes casa con el clima emprendedor de una ciudad a la que los primeros europeos llegaron en el siglo XIX. La magn¨ªfica biblioteca p¨²blica tiene una d¨¦cada. Pero tiene fama mundial. El holand¨¦s Rem Koolhaas hizo en ella un tour de force. No hace falta que sepas leer ¡ªni mucho menos que entiendas de arquitectura¡ª para disfrutar de un recorrido lleno de sorpresas y luz en el que se rodean los libros descendiendo o ascendiendo por una rampa como el que busca aparcamiento en un garaje. Es adem¨¢s un lugar de inclusi¨®n. En la planta baja, uno puede tomarse un caf¨¦ pag¨¢ndolo. O sacarlo de un termo. Nadie dice nada. Y los mendigos conviven (se deduce porque hay varios) con los lectores. Ser¨¢ que la cultura hace posible el respeto.
02 Sausalito y Alcatraz
La gasolina es barata en Estados Unidos, pero, ojo, donde venden gasolina venden coca-cola. Huya del tama?o XXL, aunque solo cueste dos centavos m¨¢s; de lo contrario, ser¨¢ la soda, y no la gasolina ¡ªo el itinerario¡ª, lo que determine sus paradas. Nuestra siguiente parada seria es San Francisco. Lo ha visto tantas veces en postales, pel¨ªcu?las y hasta en posavasos que creer¨¢ conocerlo. No se f¨ªe. Aproveche que viaja en coche para conducir hasta el Golden Gate, en la parte norte, frente a Sausalito, y para ver la isla de Alcatraz. Es casi imposible verlo sin nubes. Con m¨¢s de dos kil¨®metros de largo, el puente colgante m¨¢s famoso del mundo fue en 1937 la mayor obra de ingenier¨ªa. Hoy no es el m¨¢s largo de su ciudad. Su ingeniero, Joseph Strauss, fue tambi¨¦n pionero a la hora de instalar redes de seguridad que salvaron la vida a muchos obreros. Parad¨®jicamente, en 2014, esas redes volvieron a instalarse para tratar de poner fin a los suicidios (m¨¢s de 1.600 en la historia del puente) que se produc¨ªan desde la ruta US101 que lo atraviesa. Si sigue la carretera hacia los espectaculares acantilados del Big Sur puede visitar el Hearst Castle, el presuntuoso hogar del magnate de la prensa. Si no le gustan las imposturas, enfrente vive una colonia de leones marinos muy fotog¨¦nicos. Est¨¢n anunciados justo antes de llegar a San Sime¨®n.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Estados Unidos (www.discoveramerica.com). Ofrece un apartado de viajes en coche.
? Fundaci¨®n Frank Lloyd Wright (www.franklloydwright.org).
03 Una catedral ¡®made in Spain¡¯
Si le interesa la arquitectura, har¨¢ bien en conducir hasta el centro de Los ?ngeles. Si le interesa saber c¨®mo vive la gente, deber¨¢ abandonarlo. En el downtown maldecir¨¢ la idea de querer conducir por Estados Unidos. Resu¨¦lvalo rasc¨¢ndose el bolsillo: hasta la catedral, una de las grandes obras del arquitecto espa?ol Rafael Moneo, tiene parking. Sea o no religioso, merece la pena entrar para comprender qu¨¦ puede ser una catedral moderna. Camine hasta el vecino auditorio Disney de Frank Gehry. Lo reconocer¨¢ porque es primo hermano del Guggenheim. Est¨¢ en Grand Avenue, frente a otro edificio singular, el MOCA, que dise?¨® Arata Isozaki en 1979 y contiene una gran colecci¨®n de arte pop. El resto del centro denso est¨¢ formado por rascacielos d¨¦co, la calle de Hill Street (algunos recordar¨¢n la serie), una plaza p¨²blica singular ideada por el mexicano Ricardo Legorreta y rascacielos posmodernos anodinos lo suficientemente cercanos unos de otros como para que en las calles haya sombra.
04 Pollo frito en Sunset Boulevard
Le vendr¨¢ bien el coche para llegar hasta Santa M¨®nica, en la costa, o a la vecina Venice (con canales y de aire m¨¢s hippy), en el lado sur. Tambi¨¦n si decide conducir hasta Hollywood para darse cuenta de que Hollywood era eso: baldosas con forma de estrella y nombre de actor que pisamos los turistas. El cartel y los estudios cinematogr¨¢ficos quedan a lo lejos. Tambi¨¦n descubrir¨¢ que hasta Sunset Boulevard es una carretera de extrarradio con puestos de pollo frito o que en Beverly Hills s¨ª hay palmeras. Tambi¨¦n se necesita coche para llegar hasta el Getty Center. De hecho, solo cobran por entrar al aparcamiento. Del parking a cualquiera de los edificios dise?ados por Richard Meier uno llega en un tranv¨ªa que corre paralelo a la autov¨ªa. Cuando salga de Los ?ngeles le parecer¨¢ una bendici¨®n la ruta anodina plagada de cactus que le llevar¨¢ hasta Arizona.
05 Un ave f¨¦nix en el desierto
El arquitecto m¨¢s famoso de la historia de Estados Unidos, el autor del Guggenheim de Nueva York, lleg¨® hasta el desierto de Arizona huyendo de la humedad de Wisconsin. Frente al paisaje agreste y respirando aire seco, Frank Lloyd Wright aprovech¨® para reinventarse, una vez m¨¢s, y para reinventar su idea de la arquitectura (por en¨¦sima vez tambi¨¦n). Merece la pena pagar la cara entrada a Taliesin West (aunque el adolescente de nuestro grupo propone quedarse el dinero, unos 32 euros, y esperar fuera, bajo el sol y a 45 grados) porque la biograf¨ªa de Wright es una lecci¨®n de genialidad, recursos, egocentrismo e inagotable creatividad. El arquitecto ten¨ªa cerca de 60 a?os cuando lleg¨® hasta aqu¨ª con su cuarta esposa. Taliesin West es una casa-escuela. Y el primero que tuvo que aprender en ella fue el gran divo. Se utilizaba solo en invierno. No se cerraba. Durante a?os, todos, constructores y arquitectos, vivieron en tiendas de campa?a con los estudiantes mientras juntos, con rocas del desierto y arena colada, levantaban los edificios. La lecci¨®n de arquitectura era tambi¨¦n de vida. All¨ª se ense?aba geometr¨ªa y cocina, est¨¦tica y costura. A esas condiciones se opone la sofisticaci¨®n de un cabaret, un capricho del maestro, en el que la ac¨²stica del piano encerrado bajo tierra sorprende a los visitantes. Para ver esta casa a las afueras de ?Scottsdale, cerca de Phoenix, hay varios tours. Todos extensos y en ingl¨¦s. La visita es fascinante. Nuestro gu¨ªa era hijo de dos antiguos estudiantes. Hab¨ªa vivido all¨ª hasta los 10 a?os. Luego volvi¨®: ¡°El desierto crea adicci¨®n¡±, dice.
06 Micromundo circense
Tambi¨¦n Las Vegas est¨¢ en medio del desierto (de Nevada). Pero se relaciona con ¨¦l de la manera opuesta: neg¨¢ndolo, oponiendo los canales de alguno de sus hoteles (Venetian) a la sequ¨ªa circundante. As¨ª, esta ciudad funciona como lo que es en realidad, un espejismo, un micromundo en el que, en un m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, los hoteles han ido sustituyendo los neones por las atracciones globales m¨¢s conocidas. Con su propia Torre Eiffel, una esfinge mayor que la de Guiza, su Estatua de la Libertad, su puente de Rialto y hasta su London Eye, Las Vegas es, adem¨¢s de un pastiche circense, un territorio fuera de la ley. Se puede fumar en los interiores y beber hasta el coma et¨ªlico por la calle. Eso la convierte en el destino favorito de los viajes de fin de curso. Al ni?o le decimos que es mejor que Disneylandia (no le falta ni la monta?a rusa en un hotel ni el castillo de Excalibur en otro). Al adolescente, que es el fin del mundo.
07 Un caf¨¦ con los indios navajos
Viajar en coche sirve para poder estar solo. Para llegar hasta el Gran Ca?¨®n y aparcar en uno de los miradores alejados de los autocares. Sirve para continuar la ruta por el paisaje-escenario que comparten Arizona y Utah. Y para pararse a comer en el Blue Pot Caf¨¦, gestionado por indios navajos en Kayenta, de camino hacia Mexican Hat. Con ventiladores en lugar de aire acondicionado y con platos de cer¨¢mica en lugar de vasos de pl¨¢stico, es ¨²nico en la zona y, naturalmente, tambi¨¦n el m¨¢s sostenible. Se nota qui¨¦n lleva a?os habitando el lugar. Nuestro contaminante coche tambi¨¦n sirve para acompa?ar al r¨ªo Colorado durante kil¨®metros. Eso es posible cogiendo la ruta secundaria 128B desde Moab, al norte de Utah. Para entonces, usted habr¨¢ visitado los paisajes des¨¦rticos de Monument Valley ¡ªlos escenarios en los que filmaba John Ford sus pel¨ªculas del Oeste¡ª. La carretera sigue pasando por las formaciones de arena y el horizonte sigue estando despejado. Es, todav¨ªa, un lugar detenido en el tiempo. En alg¨²n rinc¨®n, los navajos venden sus artesan¨ªas. En Utah, cerca de Springdale, Zion Park permite trepar por las paredes. Y unas vistas que parecen propias de un escenario de ciencia-ficci¨®n. Uno nunca sabe d¨®nde estar¨¢ la aventura, pero intuye que no puede haber mejor escenario para ella que estas torres de arenisca.
08 Una casa para Clyfford Still
De la mano del r¨ªo Colorado ver¨¢ cambiar el paisaje del desierto a las laderas alpinas hasta hacer noche en Denver. El LoDo (Lower Downtown) es alegre y peatonal: un tranv¨ªa gratuito se encarga de que se mantenga inclusivo y poco contaminado. En uno de los extremos de la calle 16, junto al State Capitol, el extravagante museo de Daniel Libeskind ¡ªel coautor del rascacielos que ha sustituido a las Torres Gemelas en Nueva York¡ª da la mano al antiguo del italiano Gio Ponti que recuerda un castillo. Tambi¨¦n la vecina biblioteca posmoderna de Michael Graves explica un cuento de hadas frente al Civil Center Park. Por eso conviene mirar dos veces para que los gritos de estos tres inmuebles no le oculten al hermano peque?o. Es este el que contiene el mayor tesoro. El artista Clyfford Still dej¨® todo su legado al Estado que supiera acoger su trabajo sin desmigarlo. El edificio es sobriamente elegante. Tiene un lustro, pero podr¨ªa tener cinco d¨¦cadas. Y lo mismo suceder¨¢ dentro de un tiempo. El interior explica c¨®mo el estilo del artista del expresionismo abstracto deriv¨® de su convivencia con los indios de la reserva de Colville.
09 El arco de los pioneros
Tras hacer noche en Kansas City (una ciudad con dos centros y una Giralda), en San Luis espera un monumento que es a la vez muy visible y casi invisible. Parece dibujado de un solo trazo, pero el arco Gateway fue una haza?a de la ingenier¨ªa que el arquitecto Eero Saarinen levant¨®, p¨®stumamente, en 1965, para marcar la salida de los aventureros hacia el Oeste. Por entonces, San Luis era la cuarta metr¨®polis m¨¢s poblada de Estados Unidos, solo por detr¨¢s de Nueva York, Brooklyn y Filadelfia. De ese puesto descendi¨® hasta el n¨²mero 27, como se encarg¨® de contar Jonathan Franzen en su primera novela: The 27th City. El arco conmemoraba a los pioneros que emprendieron la aventura de reinventar su vida y la del pa¨ªs que quedaba en el oeste. Hoy sigue siendo un umbral elegantemente plantado junto al Misisipi al que se puede subir metido en una cabina en un viaje de pel¨ªcula espacial trasnochada. En lo alto, las vistas multiplican la ciudad: la de la vida universitaria (junto al gigantesco Forest Park, donde est¨¢ el magn¨ªfico Museo de Arte) y la del destartalado centro urbano. Una urbe en la que las razas no est¨¢n mezcladas. Todo lo contrario a lo que sucede, por lo menos entre la clase educada, en las calles del coraz¨®n de Chicago.
10 Agua en los labios rojos
En Chicago es f¨¢cil pasarse el primer d¨ªa con la cabeza hacia atr¨¢s mirando las alturas y la boca abierta coreando las sorpresas. Hasta el adolescente lo corrobora. En el ranking del viaje, que vamos elaborando en las horas muertas al volante, ha pasado a ser su ciudad favorita. Conviene quedarse varias noches para conocer el centro y los barrios, pero incluso una visita de 24 horas servir¨¢ para deslumbrar con la tupida vanguardia arquitect¨®nica que crece en el Loop ¡ªentre las v¨ªas elevadas del metro¡ª y las dos orillas del r¨ªo Chicago. A los tradicionales Greek Town, al este; China Town, al sur, y Oak Park, donde se crio Hemingway y donde Frank Lloyd Wright sembr¨® sus casas de la pradera, se une el Millennium Park, a orillas del lago Michigan. Frente al Art Institute, uno puede sentarse a escuchar los ensayos de la gran orquesta local en el auditorio ideado por Frank Gehry. Tambi¨¦n puede ver c¨®mo una escultura del catal¨¢n Jaume Plensa escupe para refrescar a los ni?os, y puede incluso adentrarse en el espectacular mundo de reflejos que el escultor Anish Kapoor hace confluir en su gran Cloud de acero inoxidable. Urbana, cosmopolita y con dos grandes playas, puede que le entren tentaciones de aparcar el coche aqu¨ª. Es lo que nos pas¨® a nosotros. Al final del viaje, sorpresa en el ranking familiar: los hijos se decantan por las ciudades (Chicago y San Francisco), los padres nos quedamos con los paisajes que no cambian con el paso del tiempo. ?Ser¨¢ que nos hemos hecho viejos?
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